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martes, 22 de julio de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Aplicaciones prácticas

    Concluiremos con algunas aplicaciones prácticas.

    (1) En primer lugar, ¿comprende qué requiere de usted este tiempo con referencia a su propia alma? Preste atención y se lo diré. Usted vive en una época de peligros espirituales singulares. Posiblemente, nunca hubo en el pasado tantas trampas y obstáculos en el camino al cielo y, por cierto, nunca han existido trampas con señuelos tan habilidosos y obstáculos tan ingeniosos como en el presente. Mire bien quién es usted. Fíjese bien en sus acciones. Reflexione en los senderos por donde andan sus pies. Tenga cuidado de no causar la aflicción y ruina eterna de su propia alma. Tenga cuidado de no caer en la infidelidad práctica bajo el engañoso nombre del libre pensamiento. Cuidado de no caer indefenso en un estado de indecisión con referencia a las verdades doctrinales por no querer ser partidista y bajo la influencia perjudicial de la llamada liberalidad y caridad. Tenga cuidado de no malgastar su vida en deseos y la búsqueda de significado porque puede llegar el día de decisión cuando la puerta se cierre y usted sea entregado a una conciencia muerta y a una muerte sin esperanza. Despierte y sienta el peligro que corre. Levántese y sea diligente en asegurarse de que su llamado y elección sea segura, no importa qué otras cosas deja inseguras. El reino de Dios está muy cerca. Cristo, el Salvador todopoderoso, Cristo el Amigo del pecador, Cristo y la vida eterna están listos para usted. Lo único que usted tiene que hacer es venir a Cristo. Levántese y deje a un lado todas las excusas, Cristo lo llama hoy mismo. No espere una compañía, si no la puede tener, no espere a nadie. Los tiempos, repito son desesperadamente peligrosos. Si son pocos los que toman el camino angosto de la vida, decida que con la ayuda de Dios, al menos usted estará entre esos pocos.

    (2) En segundo lugar, ¿comprende usted lo que este tiempo requiere de todos los cristianos con referencia a las almas de los demás? Preste atención y se lo diré. Usted vive en un tiempo de mucha libertad y abundantes oportunidades de hacer el bien. Nunca hubo tantas puertas abiertas para ser útiles, tantos campos blancos para la mies. Ocúpese de usar esas puertas abiertas y procure cosechar esos campos. Trate de hacer un poco de bien antes de morir. Esfuércese por ser útil. Decida que, con la ayuda de Dios, dejará el mundo un poco mejor el día de su muerte que el día en que nació. Recuerde las almas de familiares, amigos y compañeros; recuerde que Dios a menudo, obra por medio de instrumentos débiles, y trate con santo ingenio, de guiarles a Cristo. El tiempo es breve: La arena del reloj de este mundo ya casi ha descendido del todo; entonces, redima el tiempo y procure no irse al cielo solo. Es claro que usted no puede ordenar el éxito. No es seguro que sus esfuerzos de hacer el bien siempre resulten en el bien de otros; pero es muy seguro que siempre le hará bien a usted. El ejercicio es el gran secreto de una buena salud, tanto física como espiritual. "Y el que saciare, él también será saciado" (Pr. 11:25). Pocos entienden la siguiente afirmación profunda y sin igual del Señor: "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hch. 20:35).

    (3) En último lugar, ¿comprende usted lo que este tiempo requiere de usted con referencia a la Iglesia? Deme su atención y se lo diré. Es indudable que vivimos en una época cuando nuestra iglesia, respetada por tantos años, se encuentra en una posición muy crítica, angustiante y peligrosa. Sus remeros la han llevado a aguas revueltas. Su existencia misma peligra debido a los papistas, infieles y liberales de afuera y a la conducta de traidores, falsos amigos y líderes medrosos de adentro. No obstante, mientras la Iglesia se aferre firmemente a la Biblia, los Artículos y los principios de la Reforma Protestante, le aconsejo que se quede en la iglesia. Cuando los Artículos sean arrojados por la borda y se haya bajado la vieja bandera, entonces, y hasta entonces, será tiempo de que usted y yo echemos los botes salvavidas al mar y abandonemos el barco para no naufragar. Pero por ahora, quedémonos en la vieja embarcación.

    ¿Por qué hemos de abandonarla ahora, cuando se encuentra en dificultades y cuesta trabajo mantener la verdad? ¿Cómo podemos mejorar nosotros mismos? ¿A quién podemos ir? ¿A dónde encontraremos mejores oraciones? ¿En qué congregación o comunidad encontraremos que se esté haciendo tanto bien, a pesar de la existencia de tanta maldad? Es indudable que hay mucho que lamentar, pero no hay en la actualidad ni una iglesia visible sobre la tierra que ande mejor. No hay ni una comunidad cristiana donde no haya nubarrones y reine la serenidad. "El mal está mezclado con lo bueno en todas partes". El trigo nunca crece sin cizaña. A pesar de todo, tenemos mucho de qué alegrarnos. Hay más predicación evangélica que nunca en el país, más obra aquí y en otras naciones. Si el que fuera William Romaine, de St. Anne's, Blackfriars, quien junto con media docena más eran los únicos en Londres el siglo pasado, hubiera vivido para ver lo que nuestros ojos ven, nos reprendería fuertemente por nuestro desaliento e ingratitud. ¡No! La batalla de la Iglesia reformada no está perdida, a pesar del semipapismo y el escepticismo, no importa lo que digan los observadores de afuera y los quejosos de adentro. Como dijo Napoleón a las cuatro de la tarde en la batalla de Marengo: "Todavía hay tiempo para ganar una victoria". Si los miembros realmente fieles de la Iglesia la apoyan con valentía, en lugar de mirarse fríamente los unos a los otros y, en vez de negarse a trabajar en la misma máquina apagafuegos o en el mismo bote salvavidas, y si cesan de pelear y discutir, dañándose a sí mismos, la Iglesia vivirá y no morirá, y será una bendición para los hijos de nuestros hijos. Por lo tanto, plantemos los pies en el suelo y permanezcamos firmes en nuestra posición. No nos apuremos a abandonar el barco por unas pocas fugas; en cambio, pongamos hombres a bombear y tratemos de mantener al buen barco a flote. Sigamos trabajando, sigamos luchando, sigamos orando y sigamos fieles a la Iglesia. Estoy convencido de que el creyente que haga esto, es el que "entiende los tiempos".

CONSEJERÍA bíblica vs. INTELIGENCIA ARTIFICIAL - Flavia Johansson


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martes, 15 de julio de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

V. Perseverancia en las sendas antiguas

    En quinto y último lugar, estos tiempos requieren de nosotros una perseverancia más regular y constante en andar en las sendas antiguas, a fin de recibir bendiciones para nuestras almas.

Religiosidad pública

    No creo que ninguna persona inteligente puede dejar de ver que ha habido en los últimos años un aumento tremendo de lo que tengo que llamar, por falta de una expresión mejor, una religiosidad pública. Se han multiplicado, extrañamente, los lugares para el culto público de todo tipo. Por lo menos diez veces más iglesias han abierto sus puertas a la oración, predicación y administración de la Cena del Señor, que hace cincuenta años. Los servicios religiosos en las naves de las catedrales, las reuniones en grandes salones públicos y cultos en misiones se llevan a cabo día tras día y noche tras noche. Todo esto se ha convertido en algo muy común. Son, de hecho, las instituciones establecidas de esta época y, a juzgar por el número de asistentes, son prueba fehaciente de que son populares. En suma, nos encontramos con el hecho incuestionable de que el último cuarto del siglo XIX es una época con una cantidad inmensa de religiosidad pública.

    No pienso criticarlo. Que nadie lo suponga ni por un minuto. Al contrario, doy gracias a Dios por el avivamiento del plan apostólico de "agresividad" cristiana y el aumento evidente de un anhelo por imitar a San Pablo en cuanto a su celo por la evangelización: "A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos" (1 Co. 9:22). Doy gracias por los cultos más breves, los grupos misioneros en casas de familia y los movimientos evangelizadores como los de Moody y Sankey. Cualquier cosa es mejor que el letargo, la apatía y la inercia. El mismo apóstol decía: "Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún" (Fil. 1:18). Los predicadores y justos de Inglaterra en un tiempo anhelaban ver algo así, pero nunca lo pudieron ver. Si a Whitefield y Wesley les hubieran dicho que vendría una época cuando los arzobispos y obispos ingleses, no sólo aprobarían cultos en las misiones sino que tomarían parte activa en ellos, no creo que lo hubieran creído. Pienso que dirían más bien, como el samaritano noble en la época de Eliseo: "Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así?" (2 R. 7:2).

    Pero, aunque damos gracias por el aumento de religiosidad pública, no olvidemos nunca que, a menos que vaya acompañada por una fe personal, no tiene ningún valor y hasta puede tener efectos negativos. Correr incesantemente detrás de predicadores sensacionalistas en salones de reuniones calurosos y abarrotados, que se prolongan hasta altas horas de la noche, una ansiedad constante por sentir nuevas emociones y ver métodos novedosos, terminan produciendo un estilo enfermizo de cristianismo, y me temo que, en muchos casos, significan la ruina total del alma. Porque desgraciadamente los que hacen de la religiosidad pública su todo, a menudo, por puras emociones temporales, después de algún gran despliegue de oratoria eclesiástica, profesan sentir más de lo que realmente siente. Después de esto, los vemos en un nivel que imaginan haber alcanzado por una sucesión de excitaciones religiosas. Pero tarde o temprano, como sucede con los que mastican opio y los que beben alcohol, llega un momento cuando sus dosis ya no hacen efecto y comienzan a sentirse agotados y descontentos. Me temo que, con demasiada frecuencia, la conclusión de toda la cuestión es que vuelven a caer en una falta de vitalidad  e incredulidad total, y un regreso total al mundo. ¡Y todo esto no tiene nada que ver más que con el hecho de tener sólo una religiosidad pública! Oh, recuerde el pueblo que no fue el viento, ni el fuego, ni el terremoto, que le mostró a Elías la presencia de Dios, sino "un silbo apacible y delicado" (1 R. 19:12).

Religiosidad personal

    En primer lugar, quiero advertir que no quiero ver que disminuya la religiosidad pública; en cambio, sí quiero promover un aumento de una espiritualidad basada en una fe auténtica que sea privada, privada entre cada persona y su Dios. La raíz de una planta o un árbol no se ve en la superficie de la tierra. Si escarbamos hasta encontrarla y la examinamos, descubrimos que es una cosa fea, sucia y tosca que dista de ser hermosa a la vista, como lo es el fruto, la hoja o la flor. No obstante, esa raíz fea, es el verdadero origen de toda la vida, salud, vigor y fertilidad que los ojos ven y, sin ella, la planta o el árbol pronto mueren. Ahora bien, la comunión privada es la raíz de todo cristianismo vital. Sin ella, podemos aparentar mucho en las reuniones o en la plataforma, cantar a viva voz, derramar muchas lágrimas y tener el nombre de estar vivos y la alabanza de la gente. Pero, sin una fe personal, no tenemos vestido de boda y estamos "muertos ante Dios". Los tiempos requieren de todos nosotros más atención a nuestra fe personal, nuestra adoración privada.

    (a) Oremos con más fervor a solas y pongamos toda el alma en nuestras oraciones. Hay oraciones vivas y oraciones muertas, oraciones que no nos cuestan nada y oraciones que, a menudo, nos cuestan muchas lágrimas. ¿Cómo son las suyas? Cuando grandes profesantes resbalan en público y la iglesia se sorprende y queda pasmada, la verdad es que ya habían caído mucho antes en privado. Ya habían descuidado el trono de gracia.

    (b) Leamos más nuestras Biblias a solas y con más sacrificio y diligencia. Ignorar las Escrituras es la raíz de todo error y nos mantiene indefensos ante las acechanzas del diablo. Sospecho que, en la actualidad, hay menos lectura bíblica en privado que cincuenta años atrás. No puedo creer que haya tantos hombres y mujeres ingleses que han sido "llevados por doquiera de todo viento de doctrina" (Ef. 4:14). Hay algunos cayendo en el escepticismo, otros en un fanatismo cerrado y exagerado y otros más, yéndose a la religión de Roma, y todo esto porque se habituaron a leer la Palabra de Dios con desgano, superficialidad, indiferencia y por costumbre. "Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios" (Mt. 22:29). La Biblia en el púlpito nunca debe reemplazar a la Biblia en el hogar.

    (c) Tengamos el hábito de cultivar más la meditación y comunión con Cristo a solas. Resolvamos dedicar tiempo a estar a solas, ocasionalmente, para hablarle a nuestra propia alma como lo hizo David; para derramar nuestros corazones a nuestro Sumo Sacerdote, Abogado y Confesor a la diestra de Dios. Queremos más confesión auricular, pero no con el hombre. El confesionario que queremos no es un rincón de la sacristía, sino ante el trono de gracia. Veo que algunos cristianos profesantes siempre andan de aquí para allá buscando alimento espiritual, siempre en público y siempre sin aliento y apurados. Nunca se toman el tiempo para sentarse tranquilamente, con el fin de considerar y analizar su condición espiritual. No es de sorprender, pues, ver que estos cristianos tienen una fe raquítica y atrofiada, y no crecen, y si, como las vacas flacas de Faraón, no se ven mejor, sino peor, es por sus banquetes de religiosidad pública. Nuestra prosperidad espiritual depende muchísimo de nuestra fe personal y nuestra fe personal no puede prosperar, a menos que decidamos que, con la ayuda de Dios, cueste lo que cueste, nos haremos tiempo para reflexionar, orar, leer la Biblia y tener una comunión personal con Cristo. ¡Ay! Cómo se descuida aquel consejo de nuestro Señor: "Entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre" (Mt. 6:6).

    Nuestros antepasados evangélicos tenían muchos menos medios y oportunidades de los que tenemos nosotros. Desconocían lo que eran los salones de reunión completamente llenos, excepto, ocasionalmente, algún lugar donde predicaban hombres como Whitefield, Wesley o Rowlands. Los procedimientos que usaban no eran novedosos ni populares y, a menudo, les hacían más propensos a ser perseguidos y maltratados que a ser elogiados. Pero las armas que usaban, las usaban bien. Con menos ruido y aplausos de parte del hombre, dejaron una huella mucho más profunda para Dios en su generación de la que dejamos nosotros con nuestras conferencias, reuniones, misiones, salones y múltiples espectáculos religiosos. Sospecho que los convertidos de antaño, como las telas de lino, quedaban mejor, duraban más, desteñían menos, mantenían mejor su color, eran más estables y estaban más fuertemente arraigados que muchos de los infantes espirituales de esta época. ¿Y cuál era la razón? Creo que era porque daban más atención a su fe personal, a su comunión privada, que la que generalmente damos nosotros. Andaban cerca del Señor y lo honraban en privado, y él los honraba en público. ¡Oh, sigamos a Cristo como lo seguían ellos! Vayamos y hagamos lo mismo.

sábado, 5 de julio de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


 IV. La santidad personal y la práctica cotidiana de nuestra fe

    En cuarto lugar, estos tiempos requieren de nosotros una norma más elevada de santidad personal y más atención a la práctica cotidiana de nuestra fe.

    Sinceramente, estoy convencido de que desde los días de la Reforma, no ha habido nunca como ahora en Inglaterra tanta profesión de fe sin práctica, tanto hablar de Dios sin andar con él, tanto oír las palabras de Dios sin ponerlas en acción. ¡Nunca hubo tanto metal que resuena y címbalo que retiñe! Nunca tanta formalidad y tan poca realidad. Todo el tenor de la mente de los hombres con respecto a lo que constituye un cristianismo práctico parece estar en declinación. La antigua norma de oro de la conducta apropiada de la mujer y el hombre cristiano parece haberse corrompido y degenerado. Se ve una cantidad de (supuestos) cristianos haciendo continuamente cosas que en el pasado hubieran sido consideradas contradictorias a una fe vital. No ven nada malo en cosas como jugar a las cartas, ir al teatro, bailar, pasarse el día leyendo novelas y viajar los domingos, ¡no entienden en absoluto por qué usted las objeta! La antigua sensibilidad de conciencia acerca de estas cosas parece estar desapareciendo y en peligro de extinción como el dodo de las islas Mauricio. Cuando nos aventuramos a exhortar a los jóvenes que las practican, se nos quedan mirando, considerándonos anticuados, de mente cerrada, fosilizados, y preguntan! "¿Qué tiene de malo?" En suma, la laxitud de las ideas entre los jóvenes y la seguridad en sí mismos, además de la frivolidad entre las señoritas, son características demasiado comunes de una nueva generación de profesantes cristianos.

    No me equivoco al decir todo esto. Esté seguro que mi intención no es recomendar una práctica ascética. Los monasterios para monjes y para monjas, un retiro completo del mundo y negarnos a cumplir nuestras obligaciones en él, distan de ser bíblicos, según mi entender, y no son más que errores en las prácticas que distraen del comportamiento cristiano bíblico. Tampoco creo que me toque instar a los hombres a vivir una norma ideal de perfección que no encuentro en la Palabra de Dios, una norma imposible de alcanzar en esta vida, y que pasa la administración de los asuntos de la sociedad al diablo y a los impíos. No, anhelo siempre promover una práctica cristiana amistosa, alegre y valiente que glorifica a Cristo y es apropiada en toda ocasión y lugar.

    El camino a una norma de santidad más elevada es muy sencillo, tan sencillo que me imagino a algún lector sonriendo con desdén. Pero, aun sencillo como es, es un camino tristemente descuidado y lleno de malezas, y ya es tiempo de llamar la atención a él.

    (a) Necesitamos, pues, examinar más detenidamente nuestros viejos amigos, los Diez Mandamientos. Estudiados y apropiadamente desarrollados como lo fueron por el Obispo Andrews y los Puritanos, las dos tablas de la ley de Dios son una mina perfecta de religión práctica. Creo que es una señal maligna de nuestros tiempos, el que muchos pastores no hacen colocar una placa con los diez mandamientos en sus templos nuevos o restaurados, y tranquilamente dicen: "¡Ya no se necesitan!" ¡Creo que nunca han sido tan necesarios como ahora!

    (b) Tenemos que examinar con más cuidado, porciones de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo como el Sermón del Monte. ¡Qué riqueza para reflexión contiene ese maravilloso discurso! Qué expresión impresionante es: "Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt. 5:20). ¡Ay, rara vez se usa ese texto!

    (c) En último lugar, pero no por eso menos importante, tenemos que estudiar con cuidado la última parte, eminentemente práctica, de casi todas las epístolas de Pablo a las iglesias. Casi ni se las tiene en cuenta. Me temo que muchos lectores de la Biblia conocen bien los primeros once capítulos de la Epístola a los Romanos, pero poco saben de los últimos cinco. Cuando Thomas Scott predicaba sobre la Epístola a los Efesios en la antigua Lock Chapel, hizo la observación de que ¡cuando llegó a la parte práctica del libro, la asistencia comenzó a bajar!

    Vuelvo a decir que quizá usted piense que mis recomendaciones son demasiado sencillas. No vacilo en afirmar que darles su atención sería, con la bendición de Dios, muy provechoso para la causa de Cristo. Creo que elevaría la norma cristiana de mi lector a un nivel hasta ahora casi desconocido, en relación con temas como la fe en el hogar, el apartarse del mundo, diligencia en cumplir con las obligaciones diarias, generosidad, buen carácter y una mente espiritual.

    En estos últimos tiempos, se escucha una queja común en cuanto a la falta de poder en el cristianismo moderno. Se dice que la verdadera iglesia de Cristo, el cuerpo del cual él es la Cabeza, no sacude al mundo actual como lo hacía en el pasado. ¿Quiere que le diga directamente cuál es la razón? Es la escasa espiritualidad que tristemente prevalece entre los cristianos profesantes. Es la falta de hombres y mujeres que caminan con Dios y ante Dios, como lo hacían Enoc y Abraham. Aunque ahora los fieles exceden por mucho a nuestros antepasados evangélicos, creo que somos muchos menos, los que estamos a la altura de ellos en cuanto a la práctica de nuestras creencias se refiere. ¿Dónde está el negarnos a nosotros mismos, la redención del tiempo, el desprecio a los lujos y a darnos gusto, la separación notoria de las cosas terrenales, el aspecto manifiesto de estar siempre ocupados en los asuntos de nuestro Señor, la fidelidad, la sencillez de la vida hogareña, la conversación de altura en la sociedad, la paciencia, la humildad y cortesía universal que caracterizó a tantos de nuestros antepasados hace setenta y ochenta años.

    Sí, ¿dónde están todas estas virtudes? Hemos heredado sus principios y vestimos su armadura, pero me temo que no hemos heredado su práctica. El Espíritu Santo lo ve y se contrista, el mundo lo ve y nos desprecia. El mundo lo ve y le importa poco nuestro testimonio. Es un estilo de vida, en imitación de la vida de Cristo, lo que influye sobre el mundo. Resolvamos, con la bendición de Dios, quitarnos este reproche. Despertemos para ver claramente lo que estos tiempos requieren de nosotros en este sentido. Apuntemos a una norma más elevada de la práctica de nuestra fe. Dejemos atrás el vivir una santidad a medias. En adelante, esforcémonos por caminar con Dios, ser íntegros e irrefutables en nuestra vida cotidiana y así, si no podemos convertir a un mundo burlón, por lo menos podremos silenciarlo.

jueves, 3 de julio de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

III. El carácter no bíblico del romanismo

    En tercer lugar, estos tiempos requieren de nosotros que tengamos un sentido más claro y vivo del carácter del romanismo; que estemos convencidos de que dista mucho de ser bíblico y lleva el alma a la ruina. Este es un tema doloroso, pero es imperativo atacarlo de frente.

    (1) Las verdades del caso son muy sencillas. Ningún observador inteligente puede dejar de ver que el tono del sentimiento público en Inglaterra en cuanto al romanismo ha cambiado muchísimo en los últimos años. El Padre Oakley, conocido y errado sacerdote, aliado del Cardenal Newman, asegura esto triunfalmente en una edición reciente de su libro Contemporary Review (Crítica contemporánea). Y lamento tener que admitir que, según mi opinión, dice la verdad. Ya no existe una aversión, animosidad ni desconfianza general hacia el papado, que una vez fue casi general en este país. Parece que ya no existe la claridad de antes en el sentimiento británico acerca del protestantismo. Algunos afirman estar cansados de toda la controversia religiosa y están dispuestos a sacrificar la verdad de Dios con tal de mantener la paz. Algunos consideran al romanismo, simplemente como una de las muchas expresiones religiosas inglesas, ni peor ni mejor que las demás. Algunos tratan de convencernos de que el romanismo ha cambiado y ya no es tan malo como lo era. Otros destacan audazmente las faltas de los protestantes y proclaman, a viva voz, que los romanistas son tan buenos como nosotros. Algunos opinan que está bien y es una muestra de liberalidad ser abierto, y argumentan que no tenemos derecho de creer que si una persona es sincera en cuanto a su credo, esté errada. No obstante, hay dos grandes verdades históricas: (a) que la ignorancia, la inmoralidad y la superstición reinaban soberanamente en Inglaterra hace 400 años bajo el papado y (b) que la Reforma fue la bendición más grande que Dios le dio a este país. ¡Estas son verdades que sólo a los papistas se les ocurría disputar cincuenta años atrás, pero que ahora es conveniente y está de moda olvidar! En suma, al ritmo que vamos, no sorprendería si, repentinamente, cambiaran las leyes y se permitiera que un papista usara la corona de Inglaterra.

    (2) Las causas de este lamentable cambio no son difíciles de descubrir.

    (a) Surgen en parte por el celo constante de la Iglesia de Roma misma. Sus agentes nunca descansan ni duermen. Van por mar y tierra para ganar un prosélito. Se inmiscuyen en todas partes, desde los palacios hasta las fábricas, para promover su causa.

    (b) Se ha extendido inmensamente por las medidas del partido ritualista de la Iglesia Anglicana. Ese cuerpo enérgico y activo ha estado vilipendiando a la Reforma y burlándose exitosamente del protestantismo durante muchos años. Ha corrompido, cegado y envenenado la mente de muchos fieles con sus incesantes interpretaciones erróneas. Ha familiarizado gradualmente al pueblo con cada doctrina y práctica del romanismo: La presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía, la transubstanciación (creencia por la fe, no por los sentidos, de que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en la eucaristía), la misa, la confesión auricular y absolución sacerdotal, el carácter sacerdotal del ministerio, el sistema monástico y un estilo histriónico, sensual y llamativo de su culto público. ¡La consecuencia natural es que mucha gente sencilla no ve nada perjudicial en el papismo!

    (c) Por último, pero no menos importante, es cómo la liberalidad falsa del tiempo en que vivimos ayuda a una tendencia hacia el catolicismo romano. Está de moda decir ahora que todas las sectas debieran considerarse iguales, que el estado no debería tener nada que ver con la religión, que todos los credos debieran ser considerados con el mismo respeto y que todas las religiones, en el fondo, comparten una verdad, ¡sea el budismo, islamismo o cristianismo! La consecuencia es que miríadas de gente ignorante comienzan a pensar que no hay nada realmente peligroso en los principios de los papistas, como no lo hay en los principios metodistas, independientes, presbiterianos o bautistas, y que tenemos que dejar tranquilo al romanismo y nunca exponer su carácter antibíblico que deshonra a Cristo.

    (3) Las consecuencias de este cambio de actitud serán muy desastrosas y funestas a menos que se lo detenga. Dejar que el papado se extienda en Inglaterra, significará el final de toda nuestra grandeza nacional. Dios nos abandonará y nos hundiremos al nivel de Portugal y España. Significará que se desalentará la lectura de la Biblia, se prohibirá tener un criterio personal, aparecerán obstáculos y obstrucciones en el camino hacia la cruz de Cristo, se volverá a establecer la función sacerdotal, la confesión auricular en cada parroquia, los monasterios cundirán por todo el país. Las mujeres en todas partes se arrodillarán como esclavas a los pies de los clérigos, los hombres perderán su fe y serán escépticos, las escuelas y universidades pasarán a ser seminarios de los jesuitas, el libre pensamiento será denunciado y declarado anatema. Y con todo esto, gradualmente irá desapareciendo la valentía e independencia del carácter británico. Creo con firmeza que todo esto sucederá, a menos que se avive el sentimiento del valor intrínseco del protestantismo.

    (4) Advierto a todo el que lee este escrito y, en particular, advierto a mis hermanos creyentes, que estos tiempos requieren que despertemos y nos mantengamos en guardia. Cuidémonos del romanismo y de cualquier enseñanza religiosa que, queriendo o no, le abre a este el camino. En nuestro país está desapareciendo gradualmente el protestantismo; le ruego que comprenda esta dolorosa verdad. Y le ruego, como cristiano y patriota, que resista la creciente tendencia a olvidad las bendiciones de la Reforma Inglesa.

    Por Cristo, por la iglesia, por nuestra patria, por nuestros hijos, no volvamos a la ignorancia, a la superstición, a los artificios sacerdotales y a la inmoralidad romana. Nuestros antepasados probaron el papado durante siglos y, finalmente, se libraron de él con disgusto e indignación. No volvamos el reloj regresando a Egipto. No hagamos las paces con Roma hasta que Roma confiese sus errores y haga las paces con Cristo. Hasta que Roma haga eso, la reunificación de las iglesias occidentales, de la cual hablan algunos y nos la recomiendan, es un insulto al cristianismo.

    Lea su Biblia y llene su mente de argumentos bíblicos. Un laicado que lee la Biblia es la manera más segura de defenderse contra el error. No temo por el protestantismo inglés si el laicado inglés cumple su deber. Lea sus treinta y un artículos en Apology (Apología) de Jewell y note cómo esos documentos prácticamente olvidados hablan de las doctrinas romanas. Lamentablemente, los clérigos somos a menudo los culpables. ¡No observamos el primer canon que manda predicar cuatro veces por año en contra de la supremacía del Papa! Con demasiada frecuencia, nos comportamos como si el "papa gigante" estuviera muerto y sepultado, y nunca lo mencionamos. Con demasiada frecuencia, por temor a ofender, no le mostramos a nuestra gente la naturaleza e impiedad real del papado.

    Ruego a mi lector que, además de leer la Biblia y los Artículos, lea la historia y se entere de lo que Roma hizo en el pasado. Lea cómo pisoteó las libertades de nuestro país, saquearon los bienes de nuestros antepasados y mantuvieron a toda la nación en la ignorancia, la superstición y la inmoralidad. Lea cómo el Arzobispo Laud arruinó a la iglesia y al estado, y causó que él y el Rey Carlos fueran ejecutados en la horca por su esfuerzo necio, obstinado y desagradable a Dios de erradicar el protestantismo de la Iglesia Anglicana. Lea cómo el último rey de Inglaterra papista, Jacobo Segundo, perdió su corona por su audaz intento de arrasar con el protestantismo y volver a introducir el papado. Y recuerde que Roma nunca cambia. Es su gloria presumir que es infalible y que siempre lo será.

    Lea también las condiciones alrededor del mundo en la actualidad. ¿Qué es lo que hizo de Italia y Sicilia lo que eran hasta hace poco? El papado. ¿Qué es lo que ha hecho de los estados sudamericanos lo que son? El papado. ¿Qué es lo que ha hecho de España y Portugal lo que son? El papado. ¿Qué es lo que ha hecho de Irlanda lo que es en Munster, Leinster y Connaught? El papado. ¿Qué es lo que hace que Escocia, los Estados Unidos y nuestra amada Inglaterra sean los países prósperos que son, y rogamos que lo sigan siendo? Respondo sin vacilar que es el protestantismo, la libertad de leer la Biblia y los principios de la Reforma. Por favor, ¡piénselo dos veces antes de descartar los principios de la Reforma! Piénselo dos veces antes de ceder a la tendencia prevaleciente de favorecer el papado y volver a Roma.

    La Reforma...

-encontró a los ingleses sumidos en la ignorancia y los dejó poseyendo         conocimiento,

-los encontró sin Biblias y puso una Biblia en cada parroquia, 

-los encontró en las tinieblas y los dejó, comparativamente hablando, en la luz,

-los encontró sujetos a los sacerdotes y los dejó disfrutando la libertad que brinda Cristo,

-los encontró ignorantes en cuanto a la sangre de la expiación, la fe, la gracia y la verdadera santidad, y los dejó con la llave de estas bendiciones en las manos,

-los encontró ciegos y los dejó viendo,

-los encontró esclavos y los dejó libres.

    ¡Siempre demos gracias a Dios por la Reforma! ¡Encendió una luz que no debemos dejar que se apague nunca! ¡Digo bien cuando afirmo que estos tiempos requieren de nosotros un sentido renovado de las maldades del romanismo y del valor enorme de la Reforma Protestante!