Versículo para hoy:

martes, 31 de marzo de 2015

Cultiva la intimidad en el matrimonio 3: Una estrategia de victoria - Nancy Leigh DeMoss

MARZO 31

“Por su llaga fuimos curados”. Isaías 53:5.

PILATOS entregó a nuestro Señor a los lictores para que fuese azotado. El azote romano era un instrumento de tortura espantoso. Estaba hecho con fibras de bueyes, a las que se entrelazaban aquí y allá filosas espinas; de suerte que toda vez que el látigo caía, esas agudas espinas producían terrible laceración y arrancaban carne. El Salvador estaba, sin duda, atado a la columna, y así azotado. Ya antes había sido golpeado, pero ahora los lictores romanos le infligen probablemente las más severas de las flagelaciones.                                          ¡Alma, quédate aquí y llora sobre su pobre cuerpo herido!
Creyente en Jesús, ¿puedes mirarlo sin llorar, mientras está delante de ti como modelo de agonizante amor? El es a la vez inmaculado como el lirio y rojo como la rosa, con el carmesí de su propia sangre. Mientras experimentamos la segura y bendita sanidad que sus llagas nos han traído, ¿no arde nuestro corazón de amor y pena a la vez? Si alguna vez hemos amado a nuestro Señor Jesús, tenemos, seguramente, que sentir crecer aquel afecto dentro de nuestros pechos.

Rostro divino, ensangrentado,
Cuerpo llagado por nuestro bien:
Calma benigno justos enojos,
Lloren los ojos que así te ven.
Bello costado, en cuya herida
Halla la vida la humanidad;
Fuente amorosa de un Dios clemente
Voz elocuente de caridad.

Iríamos gustosamente a nuestros cuartos a llorar; pero en vista de que nuestras ocupaciones nos reclaman, pediremos a nuestro Amado que imprima la imagen de sus heridas en las tablas de nuestros corazones todo el día, y al caer la noche volveremos a comunicarnos con él y lamentaremos que nuestros pecados lo hayan hecho sufrir tanto.

Fuente: LECTURAS MATUTINAS de Charles Haddon Spurgeon.