Versículo para hoy:

lunes, 4 de septiembre de 2023

Cómo enseñar a nuestros hijos sobre la realidad de su pecado - DAVID MCCORMICK



SEPTIEMBRE 4 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Quiero, sé limpio”. Marcos 1:41.

LAS primitivas tinieblas oyeron el mandato del Todopoderoso: “Sea la luz”, y, enseguida, fue la luz; y la palabra de Jesús es, en majestad, igual a aquella antigua palabra de poder. La redención a semejanza de la creación tiene su palabra de poder. Jesús habla y queda hecho. La lepra no se cura con remedios humanos, pero desaparece enseguida ante el “quiero” del Señor. Para esta enfermedad no hay esperanza de cura; el cuerpo no puede hacer nada para su propia sanidad, pero la palabra de Jesús efectuó una sanidad duradera. El pecador está en una condición más miserable que la del leproso; que imite, pues, el ejemplo de este, y que vaya a Jesús, “rogándole e hincando la rodilla”. Que ejerza la poca fe que tiene, aunque no pueda decir otra cosa que: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”, y entonces no habrá necesidad de dudar acerca del resultado. Jesús sana a todo el que va a él y no lo echa fuera. Al leer la narración en que ocurre el texto de esta mañana, es digno de que notemos con piadosa atención el hecho de que Jesús tocó al leproso. Esta persona inmunda pasó por alto los reglamentos de la ley ceremonial y se metió en la casa, pero Jesús, lejos de reprenderlo, pasa él mismo por alto esa ley con el fin de entrevistarse con él. Jesús hizo con el leproso un intercambio, pues si bien lo limpió, contrajo, al tocarlo –según el Levítico- una contaminación. Así también Jesucristo fue hecho pecado por nosotros (aunque él no conoció pecado), a fin de que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. ¡Oh si los pobres pecadores fueran a Jesús, creyendo en el poder de su bendita obra de substitución, pronto conocerían el poder de su bondadoso toque! La mano que multiplicó los panes, que levantó a Pedro cuando se hundía, que sostiene a los santos afligidos, tocará a todo pecador que lo busque, y en un instante lo hará limpio. El amor de Jesús es la fuente de la salvación. Nos ama, nos mira, nos toca y vivimos.

SETIEMBRE 3 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¡Oh tú a quien ama mi alma!” Cantares 1:7.


ES bueno poder decir del Señor Jesús sin ningún “si” o “pero”: ¡Oh tú a quien ama mi alma! Muchos sólo pueden decir que creen que aman a Jesús; confían en que lo aman, pero sólo una experiencia superficial se satisfará con quedarse allí. Ninguno debe dar reposo a su espíritu hasta sentirse completamente seguro en un asunto de tan vital importancia. No tenemos que estar satisfechos con una esperanza superficial de que Jesús nos ama, y con una mera creencia de que nosotros lo amamos a él. Los santos de la antigüedad no hablaban, por lo general, con “peros” y “si”; con “espero” y “creo”, sino hablaban positiva y claramente. “Yo sé a quien he creído”, dice el apóstol Pablo. “Yo sé que mi Redentor vive”, dice Job. Asegúrate de que realmente amas a Jesús, y no quedes satisfecho hasta que puedas decir con certeza que tienes interés en él, el que, sin duda, ya tienes por haber recibido el testimonio del Espíritu Santo, y por haber sido sellado, por la fe, con el Consolador. El verdadero amor a Cristo es en todos los casos, obra del Espíritu Santo, y es él quien tiene que efectuarla en el corazón. El es la causa eficiente de ese amor, pero la razón lógica porque amamos a Jesús reside en él mismo. ¿Por qué amamos a Jesús? Porque él nos amó primero. ¿Por qué amamos a Jesús? Porque él se dio a sí mismo por nosotros. Nosotros tenemos vida por su muerte; tenemos paz por su sangre. Aunque era rico, por amor de nosotros se hizo pobre. ¿Por qué amamos a Jesús? Por la excelencia de su persona. Nosotros estamos satisfechos con la sensación de su hermosura, con la admiración de sus encantos y con el conocimiento de su infinita perfección. Su grandeza, su bondad y su amabilidad se combinan en un esplendente rayo, con el fin de fascinar al alma hasta que exclame: “Todo él es codiciable”. ¡Bendito amor es este, que une el corazón con cadenas más suaves que la seda, y, al mismo tiempo, más sólidas que el diamante!