Versículo para hoy:

viernes, 18 de agosto de 2017

Un movimiento global - Patricia de Saladín

Agosto 18. ¿Alguna vez has enmudecido de dolor?

"Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste porque era muy rico", 
Lucas 18:23
El joven rico dignatario se alejó de Jesús mudo de tristeza. No tuvo nada que responder frente a sus palabras. No tuvo ninguna duda acerca de lo que Él le dijo, ni sobre su significado y esto le causó un dolor que no podía expresar con palabras. ¿Alguna vez te has encontrado en esta situación? ¿La Palabra de Dios ha venido señalándote un área de tu vida en la que eres muy rico: Quizá ciertas cualidades personales, deseos e intereses, o posiblemente las relaciones emocionales e intelectuales? Si es tu caso, entonces con frecuencia habrás enmudecido de dolor. El Señor no te perseguirá ni te suplicará, pero cada vez que se encuentre contigo en el punto señalado, sencillamente te repetirá: “Si realmente hablas en serio, esas son las condiciones”.
"Vende todo lo que tienes". En otras palabras, despójate delante de Dios de todo lo que pueda considerarse una posesión hasta que sólo quede un ser humano consciente y luego entrégaselo a Él. Es ahí donde ocurre la verdadera batalla: En el reino de tu voluntad delante de Dios.
¿Estás más apegado a la idea de lo que Jesús desea, que a Él mismo? Si es así, pronto oirás una de sus duras, inflexibles y dolorosas declaraciones. Lo que Jesús dice es difícil y sólo es fácil cuando lo escuchan quienes tienen su misma naturaleza. Cuídate de permitir que algo suavice las duras palabras de Jesucristo.
Yo podría ser tan rico en mi pobreza personal, tan rico en mi conciencia de que no soy nadie, que nunca seguiría a Jesús. O puedo ser tan rico en el conocimiento de que soy alguien, que nunca seré su discípulo.
¿Estoy dispuesto a carecer el sentimiento de mi indigencia? Si no lo estoy, esa es la razón por la cual me desanimo. El desánimo es el amor propio desilusionado y el amor propio puede ser amor por mi devoción a Jesús y no a Él mismo.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.