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miércoles, 15 de junio de 2016

2 temporada Entendiendo Los Tiempos Cap #32 "Post-modernismo: la muerte de la verdad

Enseña a tus hijos a tener un impacto - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – JUNIO 15

“El que abre y ninguno cierra”. Apocalipsis 3:7.

JESÚS es el guarda de las puertas del paraíso; él colocó delante de toda alma creyente una puerta abierta que ningún hombre ni ningún demonio puede cerrarle. ¡Qué gozo será hallar que la fe en él es la llave de oro para las puertas eternas! Alma mía, ¿estás llevando por todas partes esta llave en tu pecho o estás confiando en alguna llave falsa que, al fin, fracasará? Oye esta parábola del predicador y recuérdala: El gran Rey hizo un banquete y proclamó por todo el mundo que ninguno entraría en él, salvo los que trajeran la flor más hermosa del mundo. Los espíritus de los hombres se adelantan por millares a la puerta y cada uno trae una flor que estima ser la reina del jardín, pero son echados en tropel fuera de la presencia real y no pueden entrar en la sala del banquete. Algunos traen en sus manos la mortal hierba mora de la superstición, o la pomposa adormidera de Roma, o la cicuta de la justicia propia, pero como estas flores no agradan al Rey, los que las llevan son cerrados fuera de las puertas de perla. Alma mía, ¿has arrancado la rosa de Sarón? ¿Llevas en tu pecho constantemente el lirio de los valles? Si es así, cuando llegues a las puertas del cielo, conocerás su valor, pues sólo tienes que mostrar la más selecta de las flores y el Portero abrirá. Ni por un momento te negará admisión, pues el Portero siempre abre a aquella Rosa. Tu camino al trono de Dios lo hallarás con la Rosa de Sarón en tus manos, pues el cielo no posee nada que sobrepuje su radiante belleza, y de todas las flores que florecen en el Paraíso, no hay ninguna que pueda rivalizar con el lirio de los valles. Alma mía, ten, por la fe, en tus manos la roja Rosa del Calvario; llévala por amor, presérvala por la comunión, haz de ella tu todo en todo por una diaria vigilancia y serás grandemente bendecido, feliz más allá de toda imaginación. Jesús, sé mío para siempre: mi Dios, mi cielo, mi todo.

Charles Haddon Spurgeon.