Versículo para hoy:

domingo, 17 de enero de 2016


LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 17

“Y acaeció que levantándose David de su cama a la hora de la tarde, paseábase por el terrado de la casa real”. 2 Samuel 11:2.

En aquella hora David vio a Bath-sheba [Betsabé]. Nunca estamos fuera del alcance de la tentación. Tanto en el hogar como fuera de él estamos expuestos a encontrarnos con lo que nos incita a hacer el mal. Empezamos la mañana con peligro y las sombras de la tarde nos hallan aun en él. Los que son guardados por Dios están bien guardados, pero, ¡ay de aquellos que salen al mundo o se atreven a andar por sus propias casas desarmados! Los que piensan estar más seguros son los que están más expuestos al peligro. El escudero del pecado es la confianza en sí mismo. David tenía que haber estado ocupado en llevar a cabo las batallas del Señor, pero, en cambio, se quedó en Jerusalén y se entregó al descanso lujurioso, pues dice el texto que “se levantó de la cama a la hora de la tarde”. La ociosidad y la molicie son los chacales del diablo que le consiguen una abundante presa. En las aguas estancadas abundan microbios nocivos y los terrenos incultos pronto se cubren de espinas y abrojos. ¡Dios nos conceda el amor de Cristo “que constriñe”, para que nos conserve activos y útiles! El rey de Israel dejó perezosamente su lecho al caer la tarde, y, enseguida, cayó en tentación. Debo, pues, tener cuidado y vigilar diligentemente la puerta. ¿Es posible que el rey ha subido al terrado de su casa para estar a solas y meditar? Si fuere así, ¡qué advertencia nos es dada aquí a fin de que no consideremos ningún lugar, por más secreto que sea, como un santuario libre de pecado! Mientras nuestros corazones sean igual al yesquero y las chispas sean tantas, es necesario que usemos de toda diligencia, en todos los lugares, para prevenir un incendio. Satán puede subir a las azoteas y entrar a nuestras cámaras secretas, y, aún cuando pudiésemos cerrar fuera a ese demonio, nuestras propias corrupciones, serían suficientes para obrar nuestra propia ruina, si la gracia no lo impidiera. Lector, cuidado con las tentaciones de la tarde. ¡Oh!, bendito Espíritu guárdanos esta noche de todos los males. Amén.

Charles Haddon Spurgeon.