Versículo para hoy:

jueves, 8 de junio de 2023

JUNIO 8 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

SOLDADO que luchas bajo la bandera del Señor Jesús, observa este versículo con santo gozo, pues como fue en la antigüedad así es en nuestros días: si la guerra es de Dios la victoria es segura. Los hijos de Rubén y de Gath, y la media tribu de Manasés, no pudieron alistar ni siquiera cuarenta y cinco mil soldados, y sin embargo en la batalla con los Agarenos les tomaron cien mil personas, porque clamaron a Dios en la guerra, y fuéles favorables porque esperaron en Él. El Señor no libra ni con muchos ni con pocos hombres. Si somos sólo un puñado de soldados, debemos salir en el nombre de Jehová, pues el Señor de los Ejércitos es nuestro Capitán. Estos traían escudo, espada y arco, pero no pusieron su confianza en esas armas. Tenemos que usar todos los medios apropiados, pero nuestra confianza debe descansar únicamente en el Señor, pues Él es la espada y el escudo de su pueblo. La verdadera razón de su extraordinario éxito residía en el hecho de que “la guerra era de Dios”. Amado, cuando combatas el pecado interno o externo, o el error de doctrina o de conducta, la impiedad en lo alto o en lo bajo, los demonios y sus aliados, estás haciendo la guerra del Señor, y, salvo que Él sea vencido, no necesitas temer la derrota. No te acobardes ante un número superior de enemigos, no retrocedas ante las dificultades e imposibilidades, no titubees ante las heridas o la muerte, hiere con la espada de dos filos del Espíritu de Dios, y los muertos yacerán a montones. La batalla es del Señor y Él entregará a sus enemigos en nuestras manos. Con paso resuelto, mano fuerte, corazón intrépido y ardiente celo, lancémonos al combate y las huestes del mal volarán como el tamo ante el ventarrón.
¡Estaos firmes,
Soldados de la cruz!
Alzad hoy la bandera
En nombre, en nombre de Jesús.

JUNIO 7 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON


TÚ tienes buenas razones para aborrecer el mal, porque ¡mira cuánto mal te ha hecho ya! ¡Qué mundo de perjuicio el pecado introdujo en tu corazón! El pecado te cegó para que no puedas ver la belleza del Salvador; te ensordeció para que no oigas las tiernas invitaciones del Redentor. El pecado desvió tus pies hacia el camino de la muerte y derramó veneno en la misma fuente de tu ser; manchó tu corazón y lo hizo “engañoso más que todas las cosas y perverso”. ¡Qué criatura eras tú antes que se interpusiese la gracia divina, cuando el mal había hecho en ti todo el mal que pudo! Eras un hijo de ira como los demás; corrías con la multitud para hacer mal. Así éramos todos nosotros; pero Pablo nos recuerda que “ya somos lavados, ya somos santificados, ya somos justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios”. En realidad, tenemos mucha razón de aborrecer el mal cuando, echando una mirada retrospectiva, descubrimos sus obras mortales. Tanto daño nos hizo el mal, que nuestras almas se hubiesen perdido, si no hubiera mediado para redimirnos el omnipotente amor de Dios. Aun ahora el mal es un enemigo activo que siempre está acechando para dañarnos y para llevarnos a la perdición. De modo que, cristiano, si no deseas aflicciones, aborrece el mal. Si no quieres sembrar tu camino de espinas y plantar ortigas en tu almohada, aborrece el mal; pero si quieres vivir una vida feliz y morir en paz, entonces camina por los senderos de la santidad, aborreciendo el mal hasta el fin. Si en verdad amas a tu Salvador y quieres honrarlo, aborrece el mal. No conocemos nada mejor para que el cristiano se cure del amor al mundo que la continua comunión con el Señor Jesús. Permanece mucho con Jesús, y te será imposible tener amistad con el mundo.