Versículo para hoy:

miércoles, 12 de junio de 2019

Cómo orar por tus hijos, día 4 - Nancy DeMoss de Wolgemuth



12 de junio – TRISTES Y MOLESTOS

Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros.     1 Juan 1:8-10.

El cristiano nunca peca con ese alarde tan grande del cual son culpables los no regenerados. Otros se revuelcan en las transgresiones y hacen de su vergüenza, su gloria; pero cuando el creyente cae, él guarda silencio, se entristece y se enoja. Los pecadores van a sus pecados como niños al huerto de su propio padre pero los creyentes se escabullen como ladrones que han estado robando el fruto prohibido. En un cristiano la vergüenza y el pecado siempre van de la mano. Si se emborracha de pecado, se avergonzará de sí mismo e irá a la cama como un perro sin raza azotado. Él no puede proclamar sus transgresiones como hacen algunos en medio de una multitud obscena, alardeando de sus hazañas malignas. Su corazón está destrozado en su interior, y cuando él ha pecado, pasa muchos, muchos días con los huesos doloridos.

Ni tampoco gana él con la plenitud de la deliberación que pertenece a otros hombres. El pecador puede sentarse durante todo un mes y pensar en la iniquidad que intenta perpetrar hasta que tiene los planes bien organizados y ha madurado su proyecto, pero el cristiano no puede hacer eso. Puede que ponga el pecado en su boca y se lo trague en un instante, pero no puede seguir dándole vueltas. Aquel que puede organizar y tramar una transgresión sigue siendo un hijo verdadero de la vieja serpiente.

A través de la Biblia en un año: 1 Reyes 20-22

FUENTE: Charles H. Spurgeon -Tomado del libro “A los Pies del Maestro”, Compilado por Audie G. Lewis.