Versículo para hoy:

miércoles, 10 de agosto de 2016

Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué existe el mal? - José Santiago

Glorificando a Dios a través de la soltería - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – AGOSTO 10

“El Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados”. Mateo 9:6.

HE aquí una de las más poderosas habilidades del gran Médico: ¡Tiene poder para perdonar pecados! Mientras vivió aquí, aun antes que pagase el rescate, antes que la sangre fuese rociada en el propiciatorio, Jesús tenía poder para perdonar. ¿No lo tendrá ahora, después de haber muerto por el pecador? ¡Qué poder debe residir en Aquel que pagó puntualmente todas las deudas de su pueblo hasta el último centavo! Ahora, que terminó con la transgresión y venció el pecado, tiene Jesús ilimitado poder. Si lo dudas, ¡míralo mientras se levanta de entre los muertos, contémplalo en su creciente esplendor, ya elevado a la diestra de Dios! Óyelo mientras intercede delante del eterno Padre, mostrando sus heridas, presentando los méritos de su sagrada pasión. ¡Qué poder para perdonar hay aquí! “Subió a lo Alto y tomó dones para los hombres”. “El fue ensalzado para dar arrepentimiento y remisión de pecados”. Los más rojos pecados son quitados por el carmesí de su sangre. Querido lector, cualquiera sea, en estos momentos, tu maldad, Cristo tiene poder para perdonar, poder para perdonarte a ti y a millares como tú. Con una palabra lo hará. El no tiene nada más que hacer para lograr tu perdón; pues toda la obra de expiación está terminada. El puede, en contestación a tus lágrimas, perdonar tus pecados hoy y hacértelo saber. El puede alentar en tu alma, en este mismo momento, una paz con Dios que sobrepuja todo entendimiento, la cual brotará de la perfecta remisión de tus múltiples iniquidades. ¿Crees esto? Yo confío que tú lo crees. ¡Puedes experimentar ahora el poder de Jesús para perdonar pecados! No pierdas el tiempo; acude al Médico de almas, pero ve presto a él con palabras como estas:
¡Lávame! ¡Lávame!
En tu sangre Cordero de Dios;
Y con alma limpia me presentaré
Ante tu tribunal de luz.

Charles Haddon Spurgeon.