Versículo para hoy:

jueves, 16 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

2. RAZONES POR LAS QUE LOS CRISTIANOS DEBEN DEDICARSE A GUARDAR EL CORAZÓN  

-primera parte-

1. La gloria de Dios está muy implicada

La maldad del corazón es algo que provoca mucho al Señor. Los eruditos observan correctamente que los pecados externos son “pecados de gran infamia”, pero los internos son “pecados de más profunda culpa”. ¡Cuán severamente ha declarado el gran Dios su ira desde el cielo contra la maldad del corazón!

El crimen por el que fue acusado el mundo antiguo fue la maldad del corazón. “Y vio que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Por esto Él envió el juicio más temible que se había infligido desde el principio de los tiempos. No encontramos que fuesen sus asesinatos, adulterios, o blasfemias, lo que se alegó contra ellos (aunque estaban contaminados por estas cosas), sino la maldad de su corazón.

Aquello que hizo que Dios se inclinase a abandonar su heredad particular en las manos del enemigo fue la maldad de sus corazones. “Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” (Jeremías 4:14). Dios tomó nota particular de la maldad y vanidad de sus pensamientos, y a causa de esto los Caldeos vendrían sobre ellos: “El león sube de la espesura,... y ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación” (Jeremías 4:7).

Por el pecado de sus pensamientos es que Dios arrojó a tierra a los ángeles caídos y los guarda con “prisiones eternas” para el juicio del gran día (Judas 1:6). Mediante esta expresión se implica claramente algún tipo de juicio extraordinario para el que están reservados, ya que los prisioneros que tienen más cadenas sobre ellos son probablemente los malhechores más grandes. ¿Y cuál fue su pecado? la maldad espiritual.

Muchas de las maldades del corazón molestan tanto a Dios que Él rechaza con indignación las obras que algunos hombres realizan. “El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo” (Isaías 66:3). ¿En qué palabras podría expresarse más el  aborrecimiento de un Dios santo por las acciones de una criatura? El asesinato y la idolatría no son peores en lo que a esto respecta que sus sacrificios, a pesar de que materialmente los ofrecen como Él dispuso. ¿Y qué es lo que hizo que sus sacrificios fuesen tan viles? Las palabras siguientes nos informan sobre esto: “su alma amó sus abominaciones”.

Es tal la maldad de los solos pecados del corazón, que las Escrituras a veces apuntan a la dificultad para perdonarlos. El corazón de Simón el mago no era correcto. Tenía pensamientos innobles sobre Dios y las cosas del mismo: El apóstol le ordenó “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. ¡Las maldades del corazón nunca son poca cosa! Debido a ellas Dios es ofendido y provocado. Es por esta razón, que cada cristiano ha de guardar su corazón con toda diligencia.

2. La sinceridad de nuestra profesión de fe depende mucho del cuidado que tengamos guardando el corazón.

Una persona que no tiene cuidado del área de su corazón, es bastante probable que sea un hipócrita en su profesión cristiana, sin importar lo eminente que sea en el exterior.

Tenemos un ejemplo impactante de esto en la historia de Jehú. 2 Reyes 10:31 dice “Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón”. El contexto nos informa del gran servicio realizado por Jehú contra la casa de Acab y Baal, y también la gran recompensa temporal dada por Dios por ese servicio, que alcanzó a sus descendientes hasta la cuarta generación, sentándose estos en el trono de Israel. Sin embargo en estas palabras es censurado como un hipócrita: Aunque Dios aprobó y recompensó la obra, aborreció y rechazó a la persona que lo hizo por ser hipócrita. ¿Dónde vemos la hipocresía de Jehú? En que no se preocupó de andar en los caminos del Señor con su corazón. Es decir, todo lo hizo de manera poco sincera, y por motivos egoístas: y aunque la obra que hizo fue materialmente buena, al no purgar su corazón de esas inclinaciones egoístas mientras las realizaba, se convirtió en un hipócrita. Y aunque Simón parecía una persona a la que el apóstol normalmente no podría rechazar, su hipocresía fue descubierta rápidamente. A pesar de mostrar piedad y apegarse a los discípulos, mortificar los pecados del corazón era algo extraño para él. “Tu corazón no es recto delante de Dios” (Hechos 8:21).

Es cierto que hay una gran diferencia entre los cristianos en cuanto a su diligencia y destreza en lo que respecta al cuidado del corazón. Algunos conversan más con él, y tienen más éxito que otros. Pero el que no presta atención a su corazón y no tiene cuidado de ponerlo bien ante Dios, no es otra cosa que un hipócrita. Ezequiel 33:31 dice “Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia”. He aquí una compañía de hipócritas formales, como se evidencia de la expresión como pueblo mío, como si fueran, pero no lo son. ¿Y qué los hizo ser así? Su exterior estaba bien. Había posturas reverentes, palabras elevadas, aparente deleite en los mandamientos “tú eres a ellos como cantor de amores” (Ezequiel 33:32), sí, pero en todo ello sus corazones no estaban con Dios, sino dirigidos por sus propios deseos. Iban tras su propia codicia. Si hubiesen guardado sus corazones con Dios, todo habría ido bien. Pero al no importarles en qué dirección iba su corazón cuando estaban cumpliendo con sus deberes, pusieron la semilla de su hipocresía.

Si algún alma recta deduce al leer esto que “soy un hipócrita también, porque muchas veces mi corazón se aparta de Dios en mis deberes; hago lo que puedo, pero no soy capaz de mantener mi corazón cerca de Dios”, le diría que la solución está en esas mismas palabras. Si dices “hago lo que puedo, pero aun así no puedo mantener mi corazón con Dios”, si verdaderamente haces lo que puedes, tienes la  bendición de alguien recto, a pesar de que Dios considere adecuado ejercitarte mediante la aflicción de un corazón descompuesto.

En los pensamientos y fantasías de las mejores personas sigue existiendo algo de descontrol para  mantenerlas humildes. Pero si se preocupan de evitarlo y de ejercer oposición cuando estos pensamientos aparecen, y se lamentan después de que lo hacen, ya es suficiente para decir que en ellos no reina la hipocresía. Esta preocupación se distingue en parte en colocar la palabra en el corazón para evitar estos pensamientos “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” (Salmos 119:11). También en los esfuerzos por hacer que el corazón se conecte con Dios y en pedir la gracia de Dios para evitarlo al comenzar con los deberes. Es un buen síntoma el ejercitar tal precaución, y es evidencia de rectitud oponerse a estos pecados tan pronto se levantan. “Odio los pensamientos vanos”. “El Espíritu es contra la carne”. La tristeza revela la rectitud del corazón. Si, como Ezequías, nos sentimos humillados por la maldad de nuestro corazón, no tenemos razón por ello para cuestionar su integridad. Pero si permitimos que el pecado se instale silenciosamente en el corazón, y dejamos que el corazón se aleje de Dios habitualmente y sin control, es un síntoma verdaderamente peligroso y triste.

miércoles, 15 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

  
 El método que se propone para mejorar el cuidado de nuestro corazón es el siguiente:

·       Primero: Preguntarnos qué es lo que implica y supone guardar el corazón.

·       Segundo: Exponer distintas razones por las que los cristianos deben hacer de esto un asunto principal en sus vidas.

·       Tercero: Ver los momentos de nuestra vida que requieren que guardemos el corazón de forma especial.

·       Cuarto: Aplicar todo.

1-¿QUÉ ES LO QUE IMPLICA Y SUPONE GUARDAR EL CORAZÓN?

Guardar el corazón necesariamente presupone una obra previa de regeneración, que ha puesto el corazón en orden y ha hecho que tenga una inclinación espiritual. Si el corazón no es puesto en un marco adecuado primero por la gracia, no hay medio que lo pueda mantener bien con Dios. El ego es el centro del corazón no regenerado, y es lo que lo inclina y lo motiva en todos sus planes y acciones. Mientras esto sea así, es imposible que ningún medio externo lo mantenga con Dios. El ser humano en su estado original era un todo espiritual uniforme, puesto en un camino recto y bueno. Ningún pensamiento o facultad estaba desordenada: su mente tenía un conocimiento perfecto de los requisitos de Dios, su voluntad cumplía perfectamente con ellos. Todos sus apetitos y su potencial estaban en subordinación obediente. Sin embargo, por su apostasía, el ser humano se ha convertido en una criatura rebelde que se opone a su Creador:

è Se opone a Dios como PRIMERA CAUSA, al elegir la auto dependencia.

è Se opone a Dios como el MAYOR BIEN al amarse a sí mismo.

è Se opone a Dios como el MAYOR SEÑOR al elegir su propia voluntad.

è Se opone a Dios como FIN ÚLTIMO al buscar su propio interés.

 Así pues, el ser humano camina en un desorden enorme, y todas sus acciones son irregulares. Pero por la regeneración, el alma desordenada se endereza. Las Escrituras expresan este gran cambio como la renovación del alma a la imagen de Dios, en la cual la auto dependencia es eliminada por la fe, el amor por uno mismo por el amor de Dios, la voluntad propia por la sujeción y obediencia a la voluntad de Dios, y el buscar lo nuestro por el negarnos a nosotros mismos. El entendimiento entenebrecido es iluminado, la voluntad rebelde es dulcemente sometida, y los apetitos insubordinados conquistados gradualmente. El alma que el pecado corrompió en todos sus aspectos, es restaurada por la gracia. Si presuponemos todo esto, no será fácil entender en qué consiste guardar el corazón, que no es otra cosa que el cuidado constante y diligente de un hombre renovado por preservar su alma en esa posición santa a la que le ha llevado la graciaPorque, aunque la gracia ha rectificado el alma en una gran medida, y le ha dado un temperamento habitualmente celestial, el pecado la vuelve a descomponer. Aun los corazones tocados por la gracia son como instrumentos musicales, que han de ser afinados de forma exacta, porque pequeñas cosas los pueden desafinar. Si los dejamos aparte por un tiempo, necesitarán ser afinados antes de poder tocar otra lección.

Si los corazones en gracia están en buena disposición para cierto deber, pueden estar torpes, insensibles y desordenados cuando se trata de otro distinto. Por tanto, cada obligación requiere una disposición particular del corazón. Job 11:13 “Si dispusieras tu corazón, y extendieras a él tus manos”, guardar el corazón es, entonces, guardarlo cuidadosamente del pecado que lo desordena, y mantener esa disposición espiritual que lo capacita para una vida de comunión con Dios. Esto incluye seis aspectos particulares:

1. Observar frecuentemente la disposición del corazón.

Las personas carnales y meramente formales no prestan atención a esto. No pueden comunicarse con sus propios corazones. Hay personas de cuarenta y cincuenta años que apenas han hablado una hora en total con sus propios corazones. Es difícil conseguir que alguien se reúna consigo mismo y haga esto, pero las personas santas saben que estos soliloquios son muy saludables. Los paganos podrían decir: “El alma se hace sabia cuando se sienta en silencio”. Es como si al sufrir una bancarrota no se preocupasen por mirar el estado de sus cuentas.

Pero un corazón íntegro sabe si está avanzando o retrocediendo. “Meditaba en mi corazón” (Salmos 77:6) dice David. No podremos guardar el corazón hasta que lo examinemos y entendamos.

2. Humillarse profundamente por las maldades y desorden del corazón.

Ezequías se humilló a sí mismo por el orgullo de su corazón. Como consecuencia se ordenó al pueblo abrir sus manos en oración a Dios, siendo conscientes de la enfermedad de sus propios corazones. Por esta misma razón muchos corazones íntegros se han postrado delante de Dios. “Oh, ¡qué corazón tengo!”. Los santos en su confesión apuntan al corazón, al lugar que duele: “Señor, he aquí la herida”. Guardar bien el corazón es como guardar un ojo. Si un poco de polvo entra en el ojo, no parará de parpadear y lagrimear hasta que lo haya sacado. De la misma forma un corazón íntegro no puede descansar hasta que haya sacado fuera sus problemas y derramado sus quejas delante del Señor.

3. Suplicar fervorosamente y orar al instante pidiendo gracia para enderezar y purificar el corazón cuando el pecado lo ha contaminado.

Salmos 19:12 “Líbrame de los [errores] que me son ocultos”, Salmos 86:11 “Afirma mi corazón para que tema tu nombre”. Los santos siempre han puesto peticiones como estas delante del trono de la gracia de Dios. Este es el motivo por el que más le ruegan. Cuando piden misericordias externas, sus corazones pueden estar más descuidados. Pero cuando se trata del corazón mismo, expanden su espíritu al máximo, llenan sus bocas de argumentos, lloran y hacen súplicas: “Oh ¡cómo me gustaría tener un mejor corazón! ¡Un corazón que amase más a Dios y odiase más el pecado, que me hiciese caminar mejor con Dios. ¡Señor, no me niegues un corazón así. Sin importar lo que me niegues, dame un corazón que te tema, que te ame y se deleite en ti si tengo que mendigar mi pan en lugares desiertos”.

Se dice de un conocido santo, que cuando estaba confesando pecados nunca dejaba de confesarse hasta que sentía quebrantamiento de corazón por ese pecado, y que cuando estaba orando por una misericordia espiritual, no paraba hasta que hubiese saboreado esa misericordia.

4. Imponerse un fuerte compromiso sobre uno mismo para caminar con Dios más cuidadosamente, y evitar las ocasiones en las que el corazón puede verse inducido a pecar.

Hacer votos deliberados y bien aconsejados es, el algunos casos, muy útil para guardar el corazón contra algún pecado en especial. “Hice pacto con mis ojos” dice Job (Job 31:1). Por este medio hombres santos han impactado sus almas y han evitado contaminarse.

5. Tener un celo santo y constante sobre nuestros corazones.

Un celo rápido por uno mismo es algo que preserva muy bien del pecado. El que guarda su corazón debe tener despiertos los ojos del alma para ver surgir cualquier emoción desordenada y tumultuosa. Si sus emociones se desatan y se ve incitada a las pasiones, el alma debe descubrirlo a tiempo y eliminarlo antes de que vaya a más. “¿Haces bien en esto alma mía? ¿Dónde está tu compromiso?” Feliz es el hombre que teme siempre. Por este temor del Señor se apartan los hombres del mal, se sacuden la pereza, y se guardan de la iniquidad. El que guarda su corazón debe comer y beber con temor, regocijarse con temor, y pasar cada momento de su estancia en este mundo con temor. Todo es poco por guardar al corazón del pecado.

6. Ser conscientes de la presencia de Dios con nosotros, y poner al Señor siempre ante nosotros.

Muchos han visto que este es un medio poderoso para mantener rectos sus corazones, y hacer que teman el pecado. Cuando el ojo de nuestra fe mira el ojo de la omnisciencia de Dios, no nos atrevemos a dejar que nuestros pensamientos y emociones sean vanos. El santo Job no dejaba que su corazón se rindiese a pensamientos impuros y vanos. ¿Qué es lo que le daba motivación para una circunspección tan grande? Él nos dice en Job 31:4: “¿No ve él mis caminos, Y cuenta todos mis pasos?” En frases como esta las almas en gracia expresan el cuidado que tienen de sus corazones. Son cuidadosas de evitar que se desate la corrupción en tiempos de tentación. Son cuidadosas de preservar la dulzura y consuelo que tienen en Dios en cualquier deber. Este es el trabajo más difícil, constante e importante del cristianismo.

El trabajo sobre el corazón es realmente difícil. Realizar nuestros deberes espirituales con un espíritu descuidado y distraído no cuesta demasiado. Pero ponerse delante del Señor y sujetar los pensamientos vanos y dispersos a una atención fervorosa y constante sí que nos costará. Conseguir facilidad y destreza de lenguaje en oración y expresar lo que queremos decir en frases adecuadas y decentes es fácil, pero conseguir que el corazón se quebrante por el pecado al confesarlo, mezclado con la gracia mientras bendices a Dios por ella, sentirte de verdad avergonzado y humillado por aprehender la infinita santidad de Dios y mantener el corazón en ese estado, no solo en el momento, sino después, seguro que nos va a costar gemidos y dolor del alma. Reprimir los actos externos de pecado y componer el área externa de nuestra vida de manera encomiable no es una gran labor. Incluso las personas carnales, siguiendo los principios comunes, pueden hacerlo. Pero matar la raíz de corrupción dentro de nosotros, establecer y mantener un gobierno santo sobre nuestros pensamientos, y hacer que todas las cosas funcionen de manera correcta y ordenada en el corazón no es fácil. Es también un trabajo constante. Guardar el corazón es una obra que nunca se termina hasta el final de la vida. No hay ningún momento o condición en la vida de un cristiano en el que se interrumpa este trabajo. Mantener la vigilancia sobre nuestros corazones es como cuando Moisés mantenía las manos arriba mientras los amalecitas y los israelitas luchaban (Éxodo 17:8-16). Tan pronto como las manos de Moisés se cansaban y bajaban, Amalec prevalecía. Ser intermitentes en la vigilancia de sus corazones costó a David y a Pedro muchos días y noches tristes. Además es el asunto más importante de la vida cristiana. Sin esto no somos nada más que formalistas. Todas nuestras palabras, dones y deberes no significarán nada. Dios nos pide “Dame hijo mío, tu corazón” (Proverbios 23:26). A Dios le agrada llamar regalo a lo que en realidad es una deuda. Concede a sus criaturas el don de entregar el corazón, de recibirlo de ellas como si fuera un regalo. Pero si no le damos el corazón, no le importa lo demás que le demos.

Solo hay valor en lo que hacemos en la medida en que nuestro corazón está puesto en ello. Con respecto al corazón, Dios parece que dijese lo mismo que José dijo de Benjamín: “No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano [Benjamín] con vosotros”. Entre los paganos, cuando un animal se ofrecía como sacrificio, lo primero que el sacerdote miraba era el corazón, y si no era adecuado, el sacrificio era rechazado. Dios rechaza todos los deberes (por muy gloriosos que sean en otros aspectos) que se le ofrecen sin el corazón. El que realiza sus deberes sin el corazón, es decir, sin prestar atención, tiene la misma aceptación ante Dios que aquel que los realiza con un corazón doble, es decir, hipócritamente.

martes, 14 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

PROVERBIOS 4:23, EXPLICACIÓN DEL TEXTO


“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana
la vida”. Proverbios 4:23

El corazón del ser humano es su peor parte antes de ser regenerado, pero es la mejor después de la regeneración. Allí se asientan nuestros principios y la fuente de nuestros actos. El ojo de Dios está puesto sobre nuestro corazón, y también deberían estarlo nuestros propios ojos la mayoría del tiempo. La mayor dificultad en la conversión es ganar el corazón para Dios, y la mayor dificultad después de la conversión es mantener el corazón con Dios. Es ahí donde yace la fuerza misma de la relación con Dios; es ahí donde el camino que lleva a la vida se vuelve angosto, y donde la puerta del cielo se vuelve estrecha. El objetivo de este versículo es darnos dirección y ayuda, y nos proporciona dos cosas:

1- UNA EXHORTACIÓN: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón”.
2- LA RAZÓN O MOTIVO PARA HACERLO: “Porque de él mana la vida”.

En la parte de exhortación consideraremos dos aspectos:

1.     Nuestro deber.

2.     La forma de cumplir con él.

1. Nuestro deber

Guarda tu corazón. El corazón que se menciona aquí no se refiere a la noble parte del cuerpo que los filósofos llaman “La primera que vive y la última que muere”, sino que se refiere al corazón como metáfora, lo que en las Escrituras a veces representa una facultad particular y noble del alma. En Romanos 1:21 se menciona al decir que su necio corazón, es decir, su necio entendimiento, fue entenebrecido. Salmos 119:11 se refiere a la memoria cuando dice “En mi corazón he guardado tus dichos”, y 1 Juan 3:20 se refiere a la conciencia, que incluye tanto la luz del entendimiento como el reconocimiento de la memoria al decir: Si nuestro corazón nos reprende, es decir, si nuestra conciencia, cuyo oficio es reprender, nos reprende.
Pero en este versículo hemos de tomarlo de forma más general, como refiriéndose al alma al completo, al hombre interior. El alma es para el hombre lo que el corazón es para el cuerpo, y la santidad es para el alma lo que la buena salud es para el corazón. El estado de todo el cuerpo depende de la salud y vigor del corazón, y el estado eterno del hombre al completo depende de la buena o mala condición del alma.
Por “guardar el corazón” hemos de entender el uso diligente y constante de todos los medios santos que existen para preservar el alma del pecado, y mantener su dulce y libre comunión con Dios.
Decimos constante porque la razón que se da en el versículo extiende el deber de cuidar el corazón a todos los estados y condiciones de la vida cristiana, y hace que siempre sea obligatorio. Si el corazón debe guardarse porque de él fluyen todos los asuntos de la vida, entonces mientras esos asuntos de la vida sigan fluyendo de él, estaremos obligados a guardarlo.
Lavater compara el texto con una guarnición sitiada, acosada por muchos enemigos en el exterior, y con peligro de ser entregada desde dentro por los ciudadanos traicioneros que hay en ella. Los soldados tienen que vigilar este peligro, o sufrir el dolor de la muerte. Y aunque la expresión «guarda tu corazón» parece imponernos el trabajo a nosotros, no implica que seamos suficientes para hacerlo. Somos tan capaces de gobernar y ordenar nuestros corazones en nuestras propias fuerzas como lo seríamos de detener el sol en su órbita o de hacer que un río corriese en sentido contrario. Si pudiésemos hacerlo, también podríamos ser nuestros propios salvadores y guardadores, pero Salomón habla con propiedad cuando dice guarda tu corazón, porque el deber es nuestro, aunque el poder es de Dios. El poder que tengamos dependerá de la fuerza motivadora y ayudadora de Cristo. La gracia en nuestro interior depende de una gracia que no es nuestra, “Separados de mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5). Hasta aquí es nuestro deber.

2. La forma de cumplir con nuestro deber

La forma de cumplir nuestro deber es sobre toda cosa guardada, es decir, con toda diligencia. El texto original hebreo es muy enfático: guardar con todo lo que se pueda, o, guarda y guarda, pon una guardia doble. Esta vehemencia con la que se insta a cumplir nuestro deber implica claramente lo difícil que es guardar nuestro corazón, lo peligroso que es descuidarlo.
El motivo para este deber es muy obligado y serio: “porque de él mana la vida”. El corazón es la fuente de todas las operaciones de la vida, es el resorte y el origen del bien y el mal, como el resorte de un reloj que pone todos los engranajes en movimiento. El corazón es el tesoro, las manos y la lengua son
el escaparate. Lo que está en ellas viene del corazón, y las manos y la lengua siempre comienzan donde el corazón termina. El corazón trama, y los miembros lo ejecutan: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).

Por tanto, si el corazón se equivoca en su trabajo, los miembros se equivocarán en el suyo, porque los errores del corazón son como los errores de la primera mezcla, que no pueden rectificarse después, o como cometer un error al preparar las letras y sellos en una imprenta, que hacen que se produzcan muchas erratas en todas las copias que se imprimen.

¿Cuán importante es entonces el deber cuyo cumplimiento puede verse en las consecuencias?
La guarda y control del corazón en toda situación es una de las actividades principales en la vida de un cristiano.

Un filósofo dijo que es difícil contener las aguas dentro de unos límites, y lo mismo se podría aplicar al corazón. Dios le ha puesto límite, pero ¿cuántas veces no traspasamos, no solo los límites de la gracia y de nuestra relación con Dios, sino incluso los límites de la razón y de la honestidad común y corriente?
Esto justifica que nos esforcemos y estemos vigilantes hasta el día que muramos. No es tener limpias las manos lo que nos hace cristianos, porque los hipócritas también pueden mostrar manos limpias, sino la vigilancia purificadora y el ordenamiento correcto del corazón. Esto es lo que produce tantas quejas tristes y cuesta tantos gemidos y lágrimas. Fue el orgullo del corazón de Ezequías el que lo hizo tumbarse en tierra, gimiendo ante el Señor (2 Crónicas 32:25-26)- Fue la hipocresía que invadía el corazón de David la que lo hizo clamar “Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, Para que no sea yo avergonzado” (Salmos 119:80). Fue el sentir que su propio corazón se dividía y se distraía en el servicio de Dios lo que le hizo derramarse en oración diciendo: “Afirma mi corazón para que tema tu nombre” (Salmos 86:11).

lunes, 13 de mayo de 2024

EL MISTERIO DE LA PROVIDENCIA – JOHN FLAVEL


 CAPÍTULO 7: PROBLEMAS PRÁCTICOS

 QUINTA CUESTIÓN

Finalmente, ¿Cómo puede el creyente conformarse a la voluntad de Dios cuando ve que grandes problemas y tristezas se ciernen sobre él?

No importa cuán difícil nos parezca, podemos hacer esto por medio de Cristo quien nos fortalece. (Fil.4:13) Pero sin Él nada podemos hacer. Juan 15:5 No dice: “Sin mí pueden hacer muy poco”, sino “sin mí nada podéis hacer”. Pudiera ser que la enfermedad en nosotros o en nuestra familia se vuelva cada vez peor, y temamos que pueda terminar en la muerte; o pudiéramos estar alarmados ante la posibilidad de guerra o la pérdida de todas nuestras comodidades. Siempre estamos dispuestos a decir como la viuda dijo a Elías: “¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo?” (1 Rey.17:18) Entonces Satanás se aprovecha de nuestro corazón pecaminoso y hace que nuestros pensamientos sean más perturbadores añadiendo sus propias sugerencias; y no podemos discernir cuáles pensamientos son los nuestros y cuáles son los de él. Nuestra alma se debilita como un hombre que se desvela toda la noche pensando en el difícil viaje del día siguiente, y al día siguiente desmaya a la mitad del camino porque no descansó la noche anterior.

La gran preocupación del creyente debería ser la de aceptar la voluntad de Dios quietamente y encomendar el resultado de todos sus eventos a Él. En esta forma, David dijo a Sadoc el sacerdote: “Vuelva el arca de Dios a la ciudad. Si yo hallara gracia ante los ojos de Jehová, Él hará que vuelva, y me dejará verla y a su tabernáculo. Y si dijere: No me complazco en ti; aquí estoy, haga de mí lo que bien le pareciere.” (2 Sam.15:25-26)

Esta es una actitud hermosa y verdaderamente espiritual. Pero el rendir nuestras voluntades a Dios es difícil. Estaríamos seguros de paz, si solo pudiéramos conducir nuestros corazones a esto. Nos ayudarán a hacerlo, con la ayuda de Dios las siguientes sugerencias:

1. Trate de conseguir un profundo y firme sentido de la gran sabiduría de Dios y de nuestra propia necedad e ignorancia. “Su entendimiento es infinito.” (Sal.147:5) “Oh Jehová, muy profundos son tus pensamientos.” (Sal.92:5) ¡Cuán frecuentemente hemos sido forzados a decir que nuestra opinión estaba equivocada y que hemos cometido errores! A menudo somos guiados por otras personas quienes son más sabios y capaces que nosotros tales como doctores y abogados. Cuánto más deberíamos rendir nuestro humano razonamiento y nuestro pequeño entendimiento al gran Omnisciente y todo Sabio Dios. No es más que nuestro orgullo lo que hace que resulte difícil hacer esto.

2. Considere cuidadosamente la pecaminosidad de traer problemas a sí mismo con pensamientos ansiosos, como si existiera alguna duda respecto a si la providencia le haría bien. Estos pensamientos son el resultado del orgullo y la incredulidad, y son inútiles para beneficiarnos en manera alguna. No podemos hacer desistir a Dios de sus propósitos; no deberíamos dudar de su bondad.

3. Vea los ejemplos que hay en la Escritura de aquellos que se rindieron a sí mismos a la voluntad de Dios mucho más de lo que usted lo ha hecho. Cuando Dios llamó a Abraham a salir de su país hacia un futuro desconocido, obedeció de inmediato. Pablo sabía que cuando fue a Jerusalén estaba en gran peligro de prisión y muerte, pero él y los creyentes que él dejaba atrás pudieron decir: “Hágase la voluntad del Señor.” (Hech. 21:14) Aún mucho más grande es el ejemplo de nuestro amado Señor Jesús. Cuando el Padre le dio la copa de sufrimientos en sus manos en el jardín de Getsemaní, una copa de la gran y terrible ira de Dios, su gran tristeza le hizo clamar: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para tú; aparta de mí esta copa.” No obstante, sometiéndose a la voluntad del Padre dijo: “mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.” (Mar.14:36) ¿Cuál es su situación en comparación con la de Él?

4. Piense de las ventajas especiales de una voluntad conformada a la voluntad de
Dios. Hay un profundo contentamiento, un tipo de “sábado” o sentido de reposo en
el espíritu del hombre quien acepta plenamente la voluntad de Dios para su vida. 
Lutero dijo a alguien que fue grandemente conturbado en su espíritu: “El Señor hará 
todo para tú, y tu no harás más que reposar en Cristo”. Es por este medio que el 
Señor “a su amado dará el sueño.” (Sal.127:2) Aunque los creyentes viven en medio 
de muchos problemas, no obstante con mentes quietas se guardan a sí mismos en el 
silencio de la fe como si estuvieran dormidos. Esta actitud de sumisión a Dios hace al 
espíritu del hombre apto para la comunión con Dios, y acerca más las bendiciones. 
Entonces, ¡no más remordimientos, quejas y argumentaciones! 

Póstrate quietamente a los pies de tu Padre, y di en toda circunstancia y tiempo: “sea hecha la voluntad de Dios”.

viernes, 10 de mayo de 2024

EL MISTERIO DE LA PROVIDENCIA – JOHN FLAVEL

 
CAPÍTULO 7: PROBLEMAS PRÁCTICOS

 CUARTA CUESTIÓN

 ¿Cómo podemos permanecer quietos y calmados en espíritu cuando la providencia trae muchos cambios en nuestra vida?

La providencia trae cambios a la vida de muchas personas en todas partes del mundo. “Él multiplica las naciones, y Él las destruye; esparce a las naciones, y las vuelve a reunir.” (Job 12:23) Muchos han sido como Noemí cuya condición fue cambiada tan sorprendentemente, que el pueblo de Belén dijo: “¿No es esta Noemí?” (Ruth 1:19) Tal como el calor y el frío ponen a prueba la fuerza de nuestros cuerpos, así los cambios efectuados en nuestra vida por la providencia ponen a prueba la fuerza de la gracia de Dios en nuestros corazones. Ezequías fue un hombre bueno, pero su debilidad fue mostrada cuando la providencia le trajo el dolor y la enfermedad. (Isa. 38) El espíritu de David no fue siempre quieto y calmado cuando el peligro le acechaba. Él nos dice: “Y dije yo en mi prosperidad: No seré jamás conmovido... escondiste tu rostro y fui turbado.” (Sal.30:6-7) Pablo fue verdaderamente rico en la gracia cuando dijo: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” (Fil.4:12) Consideremos ahora cómo podemos mantener un alto grado de paz en nuestro corazón y mente en toda circunstancia:

1. Cuando nuestras circunstancias son confortables, recordemos siempre cuán mudables son todas las cosas. Las cosas en las cuales usted se gloría hoy le pueden ser quitadas mañana. “¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volverán al cielo.” (Prov.23:5) Ezequías se gloriaba de sus tesoros y el profeta le tuvo que decir que dentro de un corto período de tiempo perdería todos ellos. (Isa.39:2-7) Usted no sabe qué tan malo es su corazón hasta que alguna providencia parecida a ésta le hace ver cuán poco ama a Dios y cuánto ama todavía las cosas de este mundo. Cuando usted era más pobre de lo que es ahora ¿no conocía más y amaba más a su Dios?

2. Cuando todas las cosas parecen estar en contra nuestra, entonces podemos ir al otro extremo y necesitamos ayuda para mantener quietos nuestros corazones. Las providencias que acarrean problemas y tristezas son de mucho beneficio para el pueblo de Dios. De hecho, el pueblo de Dios no puede vivir espiritualmente sin ellas. Si no tiene problemas, el mejor cristiano pronto encuentra un triste retroceso y debilitamiento de la vida de Dios en su alma. Pero nada puede separar al pueblo de Dios en Cristo. “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia...?” (Rom.8:35) Job encontró que esto es cierto. (Job 19:25) El día más largo de aflicción tiene su final, y aún si miles de aflicciones le son destinadas, llegarán por fin a su término. Como Pablo dice: “Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria.” (2 Cor.4:17)

3. Cuando todas las cosas parecen inciertas y no sabemos por cual camino la providencia de Dios está obrando, debemos pensar cuán inútil es llenarnos de preocupación y ansiedad en tales momentos. “Mas ¿quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mat.6:27) Poniéndonos ansiosos solo desanimamos nuestros espíritus y perderemos nuestra paz. No podemos cambiar cosa alguna en nuestras circunstancias. Por otra parte, evitaremos muchos problemas y dolores esperando reposadamente hasta que veamos cómo la providencia está obrando los propósitos de Dios en nuestra vida. También debemos descansar nuestras mentes en la fidelidad de Dios. Tenemos la divina autoridad de su palabra, de que Él está comprometido a hacer que todo lo que concierne a nosotros termine en la felicidad. No solamente nuestra salvación eterna, sino también nuestros intereses en esta vida están completamente seguros en sus manos. Por lo tanto, esté quieto en la certidumbre del feliz resultado de sus dificultades actuales. “Encomienda (el hebreo significa echar encima) a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados.” (Prov.16:3)

jueves, 9 de mayo de 2024

EL MISTERIO DE LA PROVIDENCIA – JOHN FLAVEL

 CAPÍTULO 7: PROBLEMAS PRÁCTICOS

 TERCERA CUESTIÓN

¿Cómo puede un creyente saber que una providencia está obrando para su mayor bien, y que viene del amor de Dios?

Dios puede obrar a favor de su pueblo por medio de los peores males. (Rom.8:28) El pecado nunca puede hacerle bien a nadie, pero las providencias divinas pueden hacer que un evento en el cual el pecado está presente traiga bien a su pueblo. Nosotros no podemos saber de las cosas mismas que nos suceden si están obrando para nuestro bien o no. Muchas personas malvadas e incrédulas “logran con creces los antojos de su corazón.” (Sal.73:7) Entonces, no podemos juzgar el amor divino para con nosotros por el número de bendiciones naturales que recibimos.

La manera en que estas cosas nos suceden y el efecto que tienen sobre nosotros nos enseñarán si son enviadas del amor de Dios y si son para nuestro bienestar espiritual.

 1. Miremos primero a los eventos que nos traen problemas y tristeza. Podemos saber que realmente son bendiciones del amor de Dios cuando nos ocurren en las siguientes circunstancias:

 a. Nos llegan en el tiempo correcto, es decir, para guardarnos de caer en algún pecado o para restaurarnos de un espíritu negligente en el cual hemos caído. “Si es necesario, tengáis que ser afligidos...” (1 Ped.1:6).

b. Dios escoge ciertas aflicciones para nosotros las cuales son idóneas para nuestro particular carácter. A menudo nos quita aquel confort particular el cual nos ocupa mucho tiempo, y nos impide amar y deleitar nuestras almas en Dios. Él es como un médico que mide exactamente la fuerza de la medicina para el caso particular de alguien que está enfermo. “Con medida la castigarás en sus vástagos... de esta manera pues será purgada la iniquidad de Jacob.” (Isa.27:8-9)

c. Es una buena señal cuando los problemas vuelven nuestros corazones contra el pecado y no contra Dios. Cuando los hombres malvados están en problemas, se vuelven contra Dios. “Los hombres se quemaron con el grande calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas plagas.” (Apo.16:9) Pero los hombres buenos se condenan a sí mismos y dan gloria a Dios. “Tuya es Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy.” (Dan.9:7)

d. Una señal segura de que los problemas son enviados del amor de Dios es cuando limpian el corazón del pecado y dejan la vida más pura, más celestial y más humilde que antes. ¡Cuántos creyentes saben que esto es cierto! Después de que han pasado a través de algún problema fuerte, ya no ven más atractivo ni encuentran más sabor en el mundo que el sabor de la clara de un huevo. Tristemente, estos buenos efectos no duran y esto es el por qué Dios tiene que disciplinar a su pueblo una y otra vez.

e. Cualquier cosa que ayuda a incrementar nuestro amor a Dios tiene que provenir del amor de Dios hacia nosotros. Si su gracia está en nuestros corazones, nos aferraremos a Él cuando estemos en grandes problemas. Nos comportaremos como el salmista: “Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti... no se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos... nos cubriste con sombra de muerte.” (Sal.44:17-19)

f. Sabremos que Dios nos está bendiciendo en nuestros problemas cuando encontramos que Él nos está enseñando más del mal del pecado, la vanidad de esta vida, y la certeza de las cosas que “no pueden ser movidas”. “Bienaventurado el hombre a quien tú, Jehová castigares, y en tu ley lo instruyeres.” (Sal.94:12) El creyente nunca ve las cosas en forma más clara que cuando está bajo la disciplina de Dios.

2. Veamos los eventos que nos traen gozo y felicidad. Las circunstancias cómodas y felices no siempre significan que la bendición de Dios está sobre ellas. 

El éxito o la prosperidad que hacen que los hombres olviden a Dios, o que son usados para despertar los deseos de la carne o el orgullo del corazón no pueden ser un medio de bendición. Pero el bienestar y las misericordias que humillan el alma ante Dios comunicando un sentido de indignidad son sin lugar a dudas un medio de bendición.

 Jacob dijo: “Menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo.” (Gen.32:10) Tales misericordias harán que deseemos alejarnos del pecado y nos darán un amor más grande hacia Dios, pero nunca darán satisfacción en sí mismas. Si somos capacitados para servir a Dios con más disposición a causa de nuestras bendiciones y si somos más preocupados acerca de las necesidades de otros, entonces es una señal segura de que la bendición de Dios está en nuestro bienestar. Además, es cierto que si hemos obtenido alguna cosa buena como una respuesta a nuestras oraciones, entonces nos ha sido enviada del amor de Dios.

miércoles, 8 de mayo de 2024

EL MISTERIO DE LA PROVIDENCIA – JOHN FLAVEL

 

CAPÍTULO 7: PROBLEMAS PRÁCTICOS

 SEGUNDA CUESTIÓN

 ¿Cómo puede el creyente recibir ayuda para esperar en Dios, mientras que la providencia retrasa la respuesta a sus oraciones?

Hay dos maneras para considerar tales retrasos:

  1. Desde un punto de vista divino: los tiempos y las sazones están en la mano del Señor nuestro Dios. (Hech.1:7) 
  2. Desde nuestro punto de vista humano: esperamos una respuesta a nuestras oraciones más pronto. 

Nada puede ser más cierto ni exacto que el tiempo que Dios ha escogido para contestar una oración. Si comparamos Éxodo 12:41 con Hechos 7:17, veremos la razón por la cual la liberación del Israel de la esclavitud egipcia no pudo ser retrasada ni un día más. Fue porque el tiempo de la promesa había llegado. Frecuentemente nos desanimamos por los retrasos de la providencia y comenzamos a dudar de la fidelidad de Dios. Pero sus pensamientos no son los nuestros. (Isa.55:8) “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza.” (2 Ped.3:9) El Señor no calcula sus tiempos de obrar conforme a nuestra aritmética. Dios determina el tiempo, y aunque su respuesta pudiera ser retrasada mucho más de lo que pensábamos, no será ni un momento más tarde de su designio. Durante estos retrasos, el pueblo de Dios puede desanimarse mucho. Por medio de Isaías Dios había prometido que tendría misericordia de su pueblo en cautividad, pero ellos esperaron año tras año y no sucedió nada. “Pero Sión dijo: me dejó Jehová, el Señor se olvidó de mí.” (Isa.49:14) A David le sucedió lo mismo. Dios le había hecho tales promesas que fueron llamadas “las misericordias firmes a David”, y no obstante David pensaba que Dios ya se había olvidado de él. En el Salmo 13 dijo: “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?” (Vers.1)

 Hay tres razones principales por las cuales llegamos a desanimarnos de esta manera:

 1. Nos rendimos ante la incredulidad. No dependemos con plena confianza y seguridad de la incuestionable palabra de un Dios inmutable y fiel. Esta razón de desánimo es señalada en el Salmo 27:13, “Hubiera yo desmayado si no creyese.” En otras palabras , un corazón desanimado es una evidencia de incredulidad.

2. Miramos las cosas tales como aparecen a nuestros sentidos. Fue dicho de Abraham que “contra esperanza”, es a saber, contra cualquier probabilidad natural “creyó en esperanza... dando gloria a Dios.” (Rom.4:18 y 20) Nuestros espíritus se mantienen animados cuando no miramos las cosas que vemos con nuestros ojos naturales y cuando medimos todas las cosas por otra regla; es a saber, por el poder y la fidelidad de Dios. (2 Cor.4:16 y 18)

3. Satanás usa tales ocasiones para sugerir pensamientos duros contra Dios. Cuando nuestros espíritus están decaídos, estamos más propensos para escuchar a Satanás. El siempre trata de debilitar nuestras manos e impedirnos que esperemos en Dios.

 En vista de lo que hemos estado diciendo, es necesario que seamos vigilantes y que dejemos todo en las manos de Dios esperando pacientemente por su salvación. Para ayudarnos a hacer esto, propongo los siguientes pensamientos:

 1. Usted no tiene ninguna razón justificable para tener pensamientos duros contra Dios, porque es posible que Él no haya prometido las cosas que usted espera de Él. Usted pudiera haberse prometido a sí mismo ciertas cosas, por ejemplo: la prosperidad, la continuación de las bendiciones que actualmente disfruta. ¿Pero en dónde prometió Dios eso? La promesa de que Dios "no quitará el bien", es limitada a aquellos que “andan en integridad”. (Sal. 84:11) Escudriñe su propio corazón para ver si no se ha apartado de Dios en su vida de manera que Él estaría en lo justo al quitarle todas aquellas cosas que usted disfruta. En cualquier caso, todas las promesas de Dios son limitadas por la sabiduría y la voluntad divinas. 

¿Quién le dijo que esperara descanso, facilidad y deleite en este mundo? Dios nos ha dicho frecuentemente que deberíamos encontrar aflicción en este mundo (Jn.16:33), y que “es menester que por muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” (Hech.14:22) Todo lo que Dios ha prometido es que Él estará con nosotros en las tribulaciones, que suplirá nuestras necesidades reales, y que hará que todas las cosas nos ayuden a bien (Sal. 91:15; Isa. 41:17; Rom.8:28).

2. Si después de haber orado a Dios por bendiciones espirituales, usted ha esperado mucho tiempo y no ha recibido nada, le preguntaría ¿Qué tipo de bendiciones desea usted? Las bendiciones espirituales son de dos clases: 

      1. Aquellas que son necesarias para que la vida espiritual continúe. 
      2. Aquellas que incrementan nuestro gozo y consuelo. 

Las bendiciones del primer tipo son absolutamente necesarias y por lo tanto son seguras e infalibles promesas. “Haré con ellos pacto eterno, y no tornaré atrás de hacerles bien, pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.” (Jer. 32:40) Las bendiciones del segundo tipo son concedidas cuando Dios considera que serán para nuestro bien, y muchos de su pueblo han vivido por largo tiempo sin ellas.

3. Debería preguntarse a sí mismo ¿Cuál es su propósito en desear estas bendiciones? Pudiera ser que usted no recibe lo que pide, porque no lo pide con un motivo correcto. (Stg.4:3) A veces pedimos ser librados de problemas simplemente porque disminuyen nuestro placer en el mundo. De hecho, los problemas nos son enviados a fin de que vivamos una vida de mayor obediencia.

4. ¿Está usted realmente dispuesto a que la voluntad de Dios sea hecha? Lo que le agrada a usted es el disfrutar de sus deseos, pero Dios se agrada cuando usted solo desea hacer Su voluntad. Las bendiciones no le pueden ser concedidas, sino hasta que usted desee hacer la voluntad de Dios con todo su corazón. David tuvo que esperar un largo período de tiempo para recibir lo que le fue prometido, y mientras tanto su alma fue hecha como la de un “niño destetado”. (Sal.131:2) Si David y muchos otros han tenido que esperar mucho tiempo para las bendiciones de Dios, ¿Porqué no habría de esperar usted?

5. ¿Perderá usted cosa alguna por esperar pacientemente en Dios? Ciertamente que no. Es mucho mejor experimentar la gracia de Dios obrando en su vida que disfrutar las comodidades. El Señor le está dando una lección en la fe y la paciencia y logrando que usted esté más interesado en Su voluntad. Así, cuando las bendiciones deseadas nos llegan, serán de mucho más gozo por causa del ejercicio de la fe y de la oración.

6. Si las bendiciones que usted espera de Dios no son dignas de esperar por ellas, resulta tonto estar preocupado por no recibirlas. Todo lo que Dios espera de usted es que espere sus misericordias como un favor inmerecido. Piense en las muchas promesas hechas a aquellos que esperan en el Señor. “Bienaventurados todos los que le esperan.” (Isa.30:18); y “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas.” (Isa.40:31)

7. Recuerde cuán largo tiempo Dios esperó antes que usted se volviera a Él y obedeciera su palabra. ¿No es justo que Dios le haga esperar por sus bendiciones? Nuestra incredulidad ha hecho que Él clame: “¿Hasta cuándo no me han de creer?” (Núm. 14:11) y “¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” (Jer.4:14)

 8. El hecho de que usted se ha cansado de esperar es en sí un mal muy grande. Probablemente usted habría recibido sus misericordias más pronto, si su espíritu hubiese estado más quieto y dispuesto a someterse a Su voluntad.


martes, 7 de mayo de 2024

EL MISTERIO DE LA PROVIDENCIA – JOHN FLAVEL

 

CAPÍTULO 7: PROBLEMAS PRÁCTICOS

PRIMERA CUESTIÓN

¿Cómo puede un creyente descubrir la voluntad de Dios en circunstancias confusas y difíciles?

Primero debemos considerar lo que entendemos por “la voluntad de Dios”. La voluntad de Dios consiste de dos aspectos: primero, hay la voluntad secreta de Dios y segundo, la voluntad revelada de Dios. “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros.” (Deut.29:29) Nosotros solamente podemos preocuparnos por la voluntad revelada de Dios, la cual nos es revelada a cada uno de nosotros en Su palabra y en Sus obras.

1. Hay una enorme variedad en las cosas reveladas. Los asuntos más importantes relativos a la fe cristiana nos son enseñados claramente en Su palabra, pero aquellos aspectos menos importantes algunas veces son más difíciles de entender.

2. Hay una gran diferencia en las personas a las cuales Dios revela su voluntad. Algunos parecen hombres fuertes, otros parecen niños. (1 Cor.3:1) Algunos son muy capaces para entender lo que deberían hacer y otros no pueden entender tan fácilmente.

3. Las formas en que Dios revela su voluntad a los hombres también son muy distintas. En los tiempos del Antiguo Testamento Dios mostraba a los hombres lo que deberían hacer en una forma personal y especial, como por ejemplo cuando escogió a Saúl para ser rey. (1 Sam.9:15-17) Otro caso es el de David cuando preguntó al Señor si debería ir a pelear contra los filisteos. (1 Sam.23:2 y 4) Pero ahora, tenemos toda la Biblia como nuestra guía y no debemos esperar que Dios nos conceda revelaciones especiales. Debemos escudriñar las Escrituras y en los casos en donde no hay ninguna regla particular para guiarnos, deberíamos aplicar los principios generales de la Escritura a nuestro problema particular. 

Pudiera ser que todavía existan dudas acerca de “qué hacer”. En tal caso no debemos considerar solo la providencia por sí misma para descubrir la voluntad de Dios. La forma más segura es considerar la providencia en relación con los mandamientos y las promesas de la Biblia. Cuando usted ha orado buscando la guía divina y resulta que la providencia concuerda con su propia conciencia y con la mejor luz que usted puede ver en la Biblia, entonces usted lo puede tomar como un impulso para que usted siga adelante en el camino indicado. Pero si la providencia parece favorecer cualquier cosa que está en contra de las normas de la Escritura, entonces usted no debe ir por ese camino. Si usamos solamente la providencia como una regla para conducirnos, entonces un hombre malvado que peca con éxito podría decir que fue guiado por Dios.

Las siguientes reglas le ayudarán a descubrir la voluntad de Dios:

1. Tener un temor verdadero de Dios en su corazón y ser realmente temeroso de ofenderle. “El secreto de Jehová es para los que le temen, y a ellos hará conocer su Pacto.” (Sal.25:14)

2. Estudiar más la Palabra de Dios y menos los asuntos del mundo. La palabra es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino. (Sal.119:105) Esta nos mostrará qué hacer y qué peligros evitar.

3. Poner en práctica lo que ya sabe. “El que quisiera hacer su voluntad, conocerá de la doctrina...” (Jn.7:17) “Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos.” (Sal.111:10).

4. Orar para tener luz y entendimiento; ruegue al Señor para que le guíe y no le deje caer en pecado. (Vea Esdras 8:21)

5. Seguir la providencia entre tanto que concuerde con la Biblia y no más allá de esto. En el día de aflicción es tiempo de humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Por otra parte, cuando la providencia nos trae bendiciones es tiempo de regocijarnos en Dios. “En el día del bien goza del bien.” (Ecle.7:14) Deberíamos ser sabios para aprender lo que Dios nos está enseñando en las diferentes clases de providencias que nos sobrevienen.