Versículo para hoy:

miércoles, 6 de enero de 2016

Cultiva el gusto por la Palabra de Dios - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 6

“Y la mano de Jehová había sido sobre mí la tarde”. Ezequiel 33:22.

QUIZÁS se habla aquí de juicio, y, si es así, debo considerar el motivo de esta visita y prestar atención a la disciplina y al que la decreta. No soy el único que es castigado en la noche; debo, pues, someterme con alegría a la aflicción y esforzarme con toda solicitud para sacar provecho de ella. Pero la mano del Señor puede hacerse sentir en otro modo, fortaleciendo al alma y elevando el espíritu hacia las cosas eternas. ¡Oh!, qué dicha experimentaría yo si pudiese sentir que el Señor contiende conmigo en ese sentido. El sentido de la divina presencia y de su permanencia en nosotros lleva al alma hacia el cielo como sobre alas de águila. En tales ocasiones nos sentimos llenos hasta el borde de gozo espiritual y olvidamos los cuidados y tristezas de la tierra; lo invisible está cerca y lo visible pierde el poder que tiene sobre nosotros. El siervo, que es el cuerpo, aguarda al pie del monte, mientras que el espíritu, que es el dueño, adora en la cumbre, en la presencia del Señor. ¡Oh!, qué bendito momento de divina comunión me puede ser concedido esta tarde. El Señor sabe que yo mucho lo necesito. Esta es la razón porque su mano sanadora debiera reposar sobre mí. Su mano puede mitigar el calor de mis ardientes sienes y detener la agitación de mi angustiado corazón. Aquella gloriosa mano derecha que ha formado el mundo, puede de nuevo crear mi mente; la infatigable mano que soporta los gigantescos pilares de la tierra puede sostener mi espíritu; la mano amorosa que abarca a todos los santos me puede acariciar y la poderosa mano que quebranta al enemigo puede someter mis pecados. ¿Qué motivos hay para que yo no sienta esta tarde el toque de esa mano? Ven, alma mía, dirígete a tu Dios con el poderoso argumento de que las manos de Jesús fueron traspasadas para tu redención, y, sin duda, tú sentirás sobre ti aquella misma mano que una vez tocó a Daniel y lo hizo arrodillar para que pudiese ver las visiones de Dios.

Charles Haddon Spurgeon.