Versículo para hoy:

lunes, 11 de marzo de 2024

MARZO 11 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 Por supuesto que no estás satisfecho en este mundo. Esto es una señal de que has sido diseñado para el mundo venidero.

Es algo que se encuentra en nuestros bosquejos teológicos, pero no vivimos como si realmente lo creyéramos. Todos decimos creer que lo que vemos no es todo lo que existe. Todos decimos creer en la vida después de la muerte. Nuestra teología formal contiene el hecho de un cielo nuevo y una tierra nueva, pero tendemos a vivir con la ansiedad y preocupación que distingue a los que creen que lo que vemos es todo lo que existe.

Este es el problema real y actual: si no mantienes los ojos de tu corazón enfocados en el paraíso venidero, tratarás de convertir este mundo caído en el paraíso que jamás será. En el corazón de cada ser humano hay un anhelo por el paraíso. El llanto de un bebé que se ha caído es un llanto de alguien que anhela el paraíso. Las lágrimas del pequeño alumno que fue rechazado por sus compañeros son lágrimas de alguien que anhela el paraíso. El dolor de la soledad que experimenta una persona sin amigos o familiares es el dolor de alguien que anhela el paraíso. La herida que siente la pareja cuyo matrimonio se disuelve es la herida de aquellos que anhelan el paraíso. La tristeza que el anciano siente en su cuerpo decaído es la tristeza de alguien que anhela el paraíso. Todos tenemos este anhelo, aun cuando no lo percibimos, ya que nos fue dado por el Creador. Él ha puesto la eternidad en cada uno de nuestros corazones (Eclesiastés 3:11). Nuestras lágrimas son más que lágrimas de dolor; también son lágrimas que anhelan algo mejor y que quieren estar satisfechas más que cualquier otra cosa en este mundo caído.

Cuando olvidas esto es cuando intentas convertir este mundo en el paraíso que nunca será. Tu matrimonio no será un paraíso. Tu trabajo no será un paraíso por mucho tiempo. Tus amistades nunca serán el paraíso que tu corazón anhela. El mundo a tu alrededor no será un paraíso. Tus hijos no obtendrán el paraíso por ti. Aun tu iglesia no cumple con los estándares del paraíso. Si eres hijo de Dios, el paraíso ha sido garantizado para ti, pero no aquí, no ahora. Todas las cosas que te decepcionan sirven para recordarte que este mundo no es todo lo que hay y para causar que anheles el paraíso venidero. Las flores que se marchitan te recuerdan que este no es el paraíso. El pecado que te asedia debe recordarte que este no es el paraíso. Las enfermedades que te infectan sirven para recordarte que este no es el paraíso. Ten esperanza, ya que el paraíso vendrá, y deja de pedirle a este mundo caído que sea el paraíso que nunca podrá ser.

Para profundizar y ser alentado: 1 Corintios 4

MARZO 10 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 Las cosas fuera de ti, sin importar lo difíciles que sean, no son tan peligrosas como el desastre dentro de ti, y para eso tienes la gracia de Jesús a tu disposición.


Escucha las palabras de Jesús:

De nuevo Jesús llamó a la multitud. "Escúchenme todos", dijo, "y entiendan esto: Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina". Después de que dejó a la gente y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre la comparación que había hecho. "¿Tampoco ustedes pueden entenderlo?", les dijo. "¿No se dan cuenta de que nada de lo que entra en una persona puede contaminarla? Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y después va a dar a la letrina". Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos. Luego añadió: "Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona". (Marcos 7:14-23).

Jesús está diciendo algo muy poderoso. No puedes derrotar el desastre del pecado al separarte de personas o experiencias pecaminosas. Ahora, eso puede ser algo bueno, pero nunca erradicará el problema de tu pecado. Si pudieras derrotar al pecado al separarte de sus manifestaciones externas, la encarnación de Jesús no sería necesaria. Mira, no somos monjes medievales. Ellos pensaban que la manera de derrotar al pecado era mediante la separación del mundo exterior. Sabemos que esos monjes replicaban los mismos males de los cuales huían. ¿Sabes cuál era el gran error de los monasterios? La respuesta es muy sencilla: admitían humanos. Cuando humanos entraban al monasterio, sus corazones pecaminosos entraban tras ellos y gracias a eso recreaban todas las cosas de las cuales estaban huyendo.

Jesús nos llama a humillarnos y a admitir que el mayor peligro para cada uno de nosotros no reside fuera de nosotros, sino en la iniquidad de nuestro propio corazón. Una vez que hayas admitido eso, empezarás a entusiasmarte en cuanto a la gracia de Dios en Jesucristo. Si tu mayor problema está fuera de ti, realmente no necesitas la gracia de Dios; solo necesitas un cambio en tu situación o tus relaciones. Ahora comprendo por qué a muchas personas que se denominan cristianas no les entusiasma la gracia. Si crees que el ambiente es tu problema, no apreciarás la gracia, pero una vez que admites que tú eres tu mayor problema, serás capaz de celebrar la gracia que te rescata de ti mismo.

Para profundizar y ser alentado: Romanos 3:21-31