Versículo para hoy:

viernes, 15 de julio de 2016

Vengo pronto - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – JULIO 15

“Apareció primeramente a María Magdalena”. Marcos 16:9.

JESÚS “apareció primeramente a María Magdalena”, no sólo, probablemente, por su gran amor, sino porque como lo indica el texto, ella había sido un trofeo especial del poder libertador de Cristo. Aprendamos de esto que la magnitud de los pecados cometidos antes de nuestra conversión no debiera hacernos pensar que no podemos ser especialmente favorecidos con el más alto grado de comunión. Ella era una persona que había dejado todo para transformarse en una fiel servidora del Salvador. El era su primer y principal objeto. Muchos que estaban del lado de Cristo, no tomaron la cruz de Cristo. Pero ella la tomó. Ella invirtió sus bienes para subvenir a las necesidades del Señor. Si queremos ver mucho de Cristo, sirvámosle. Dime quienes son los que se sientan más frecuentemente bajo la bandera de su amor y beben profundos tragos de la copa de la comunión y estoy seguro de que serán los que dan más, los que sirven mejor y los que permanecen más unidos al sangrante corazón de su querido Señor. Pero observa cómo Cristo se revela a esta mujer apesadumbrada con una sola palabra: “María”. Ella necesitó que él pronunciara una sola palabra y, en seguida, lo conoció; y su corazón manifestó lealtad por otra palabra, de la que estaba demasiado lleno para decir más. Aquella palabra debía ser la más apropiada para la ocasión, pues implica obediencia. Ella dijo: “Maestro”. No hay ningún estado de ánimo para el cual esta confesión de lealtad será demasiado fría. No; cuando tu espíritu arda más con el fuego celestial entonces dirás: “Yo soy tu siervo, rompiste mis prisiones”. Si tú puedes decir “Maestro”, si sientes que su voluntad es tu voluntad, entonces estás en un lugar de felicidad y santidad. El tuvo que decir “María”, de lo contrario tú no hubieras podido decir “Rabboni”. Observa, pues, en todo esto, cómo Cristo honra a los que lo honran; cómo el amor atrae a nuestro Amado; cómo sólo es necesario una palabra suya para cambiar nuestro llanto en regocijo; cómo su presencia alumbra el corazón.

Charles Haddon Spurgeon.