Versículo para hoy:

domingo, 1 de mayo de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – MAYO 1

“Yo soy la rosa de Sarón”. Cantares 2:1.

TODO lo que pueda haber de belleza en el mundo material, Jesús lo posee en el mundo espiritual en un grado infinitamente superior. Entre las flores, la rosa es considerada como la más fragante; pero Jesús es mucho más hermoso en el jardín del alma que lo que la rosa pueda serlo en los jardines de la tierra. Él ocupa el primer lugar como el más bello entre diez mil. Él es el sol; los otros son las estrellas. Los cielos y el día son oscuros al lado de él, porque el Rey en su belleza sobrepuja todo. “Yo soy la rosa de Sarón”. Esta era la mejor y la más rara de las rosas. Jesús no sólo es “la rosa” sino la “rosa de Sarón”, así como él llama “oro” a su justicia y añade: “oro de Ofir”, lo mejor de lo mejor. Él es positivamente hermoso y superlativamente el más hermoso. Hay variedad en sus encantos. La rosa es hermosa a la vista y su perfume es agradable y refrigerante; así también cada uno de los sentidos del alma: el gusto, el tacto, el oído, la vista o el olfato espiritual, hallan su pertinente placer en Jesús. Aun el recuerdo de su amor es agradable. Toma la rosa de Sarón, quítale los pétalos uno por uno y guárdalos en el florero de la memoria y hallarás mucho después que cada uno de esos pétalos conserva su fragancia y llena la casa de perfume. Cristo satisface completamente el gusto más refinado de los espíritus más cultos. El más destacado aficionado en perfumes se siente completamente satisfecho con la rosa; y cuando el alma haya llegado a su más alto grado de genuino gusto, aun entonces se sentirá satisfecha con Cristo; más aún: estará mejor capacitada para apreciarlo. El mismo cielo no tiene nada que sobrepuje a la rosa de Sarón. ¿Qué emblema puede exponer plenamente su belleza? El lenguaje humano y las cosas terrenales son insuficientes para revelar a Jesús. Los más exquisitos encantos de la tierra unidos, reflejan débilmente su gran preciosidad. ¡Bendita rosa, florece en mi corazón para siempre!

Charles Haddon Spurgeon.