Versículo para hoy:

martes, 8 de noviembre de 2016

Confesando a Jesús como Señor y glorificando a Dios

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Un examen de orgullo - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – NOVIEMBRE 8

“El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?” Marcos 14:14.

EN los días de la pascua, Jerusalén era una gran posada. En esta ocasión cada padre de familia había invitado a sus amigos, pero ninguno invitó al Salvador y, él, por otra parte, no tenía casa propia. Fue por su poder sobrenatural que halló para sí un aposento alto en el cual observar la fiesta. Lo mismo acontece hoy día. Con excepción de aquellos cuyos corazones él renovó con su poder sobrenatural, Jesús no es recibido por los hijos de los hombres. Para el príncipe de las tinieblas todas las puertas se abren de par en par, pero Jesús tiene que limpiar para sí un camino o una choza en las calles. Fue por medio del misterioso poder ejercido por nuestro Señor que el dueño de esa casa no presentó objeción, sino, en el acto, alegre y gozosamente, abrió su casa. No sabemos quién era ni qué era este hombre, pero notamos que en seguida aceptó el honor que el Redentor se propuso conferirle. De la misma manera se llega a conocer aún hoy quiénes son los elegidos y quiénes no lo son. Porque cuando se predica el Evangelio, algunos lo combaten y no lo quieren aceptar; en cambio otros, lo reciben de buena voluntad, seguro indicio de que en esas almas se está realizando una obra secreta y que Dios las ha elegido para vida eterna. ¿Deseas, querido lector, recibir a Cristo? Entonces no hay dificultad en el camino. Cristo será tu huésped. Su mismo poder está obrando en ti, moviendo tu voluntad. ¡Qué honor hospedar al Hijo de Dios! El cielo de los cielos no lo puede contener, pero, sin embargo, él se digna hallar casa en nuestros corazones. Nosotros no somos dignos de que él venga bajo nuestro techado, pero ¡qué indecible privilegio cuando se digna entrar!, pues entonces él realiza una fiesta y hace que participemos con él de bocados delicados. Nos sentamos así en un banquete donde las viandas son inmortales y confieren inmortalidad a los que se alimentan de ellas. ¡Bendito entre los hijos de Adán quien hospeda al Señor de los ángeles!

Charles Haddon Spurgeon.