Versículo para hoy:

miércoles, 8 de junio de 2016

La corona de vida - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – JUNIO 8

"Ahora verás si te sucede mi dicho o no”. Números 11:23.

DIOS había hecho a Moisés una positiva promesa de que por espacio de todo un mes alimentaría a un vasto ejército en el desierto con carne. Moisés, siendo sorprendido con un acceso de incredulidad, considera los medios externos y así no puede conocer cómo la promesa puede cumplirse. Moisés miró a la criatura más bien que al Creador. Pero, ¿aguarda el Creador que la criatura cumpla la promesa a favor de él? No. Dios, que hace la promesa, siempre la cumple por su propia omnipotencia sin ayuda alguna. Si él habla, su palabra puede considerarse como un hecho, obrado por él mismo. El cumplimiento de su promesa no depende de la cooperación de la débil fuerza del hombre. En seguida, podemos notar el error que cometió Moisés. Y, sin embargo, ¿cuán frecuentemente nosotros hacemos lo mismo? Dios ha prometido suplir nuestras necesidades y nosotros esperamos que la criatura haga lo que Dios prometió hacer, y, luego, al conocer que la criatura es débil y frágil, nos entregamos a la incredulidad. Pero, ¿por qué recurrimos a ese lugar? ¿Recurrirías tú a la cima de los Alpes en busca de calor estival? ¿Irías al polo norte para cosechar frutas maduradas al sol? Sin embargo, al hacer esto, no obrarías más neciamente que cuando recurres al débil por fuerza y a la criatura para que haga la obra del Creador. Pongamos, pues, esta cuestión sobre una base razonable. El fundamento de la fe no es la suficiencia de los medios visibles para el cumplimiento de la promesa, sino es la completa suficiencia del Dios invisible, que con toda seguridad hará conforme a lo que ha dicho. Si nos atrevemos a entregarnos a la desconfianza, después de ver claramente que el obrar corresponde al Señor y no a la criatura, la pregunta de Dios vendrá a nosotros con poder: “¿Hase acortado la mano de Jehová?” Puede acontecer también, en su misericordia, que con la pregunta fulgure sobre nuestras almas esta bendita declaración: “Ahora verás si te sucede mi dicho o no”.

Charles Haddon Spurgeon.