Versículo para hoy:

jueves, 16 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

2. RAZONES POR LAS QUE LOS CRISTIANOS DEBEN DEDICARSE A GUARDAR EL CORAZÓN  

-primera parte-

1. La gloria de Dios está muy implicada

La maldad del corazón es algo que provoca mucho al Señor. Los eruditos observan correctamente que los pecados externos son “pecados de gran infamia”, pero los internos son “pecados de más profunda culpa”. ¡Cuán severamente ha declarado el gran Dios su ira desde el cielo contra la maldad del corazón!

El crimen por el que fue acusado el mundo antiguo fue la maldad del corazón. “Y vio que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Por esto Él envió el juicio más temible que se había infligido desde el principio de los tiempos. No encontramos que fuesen sus asesinatos, adulterios, o blasfemias, lo que se alegó contra ellos (aunque estaban contaminados por estas cosas), sino la maldad de su corazón.

Aquello que hizo que Dios se inclinase a abandonar su heredad particular en las manos del enemigo fue la maldad de sus corazones. “Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” (Jeremías 4:14). Dios tomó nota particular de la maldad y vanidad de sus pensamientos, y a causa de esto los Caldeos vendrían sobre ellos: “El león sube de la espesura,... y ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación” (Jeremías 4:7).

Por el pecado de sus pensamientos es que Dios arrojó a tierra a los ángeles caídos y los guarda con “prisiones eternas” para el juicio del gran día (Judas 1:6). Mediante esta expresión se implica claramente algún tipo de juicio extraordinario para el que están reservados, ya que los prisioneros que tienen más cadenas sobre ellos son probablemente los malhechores más grandes. ¿Y cuál fue su pecado? la maldad espiritual.

Muchas de las maldades del corazón molestan tanto a Dios que Él rechaza con indignación las obras que algunos hombres realizan. “El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo” (Isaías 66:3). ¿En qué palabras podría expresarse más el  aborrecimiento de un Dios santo por las acciones de una criatura? El asesinato y la idolatría no son peores en lo que a esto respecta que sus sacrificios, a pesar de que materialmente los ofrecen como Él dispuso. ¿Y qué es lo que hizo que sus sacrificios fuesen tan viles? Las palabras siguientes nos informan sobre esto: “su alma amó sus abominaciones”.

Es tal la maldad de los solos pecados del corazón, que las Escrituras a veces apuntan a la dificultad para perdonarlos. El corazón de Simón el mago no era correcto. Tenía pensamientos innobles sobre Dios y las cosas del mismo: El apóstol le ordenó “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. ¡Las maldades del corazón nunca son poca cosa! Debido a ellas Dios es ofendido y provocado. Es por esta razón, que cada cristiano ha de guardar su corazón con toda diligencia.

2. La sinceridad de nuestra profesión de fe depende mucho del cuidado que tengamos guardando el corazón.

Una persona que no tiene cuidado del área de su corazón, es bastante probable que sea un hipócrita en su profesión cristiana, sin importar lo eminente que sea en el exterior.

Tenemos un ejemplo impactante de esto en la historia de Jehú. 2 Reyes 10:31 dice “Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón”. El contexto nos informa del gran servicio realizado por Jehú contra la casa de Acab y Baal, y también la gran recompensa temporal dada por Dios por ese servicio, que alcanzó a sus descendientes hasta la cuarta generación, sentándose estos en el trono de Israel. Sin embargo en estas palabras es censurado como un hipócrita: Aunque Dios aprobó y recompensó la obra, aborreció y rechazó a la persona que lo hizo por ser hipócrita. ¿Dónde vemos la hipocresía de Jehú? En que no se preocupó de andar en los caminos del Señor con su corazón. Es decir, todo lo hizo de manera poco sincera, y por motivos egoístas: y aunque la obra que hizo fue materialmente buena, al no purgar su corazón de esas inclinaciones egoístas mientras las realizaba, se convirtió en un hipócrita. Y aunque Simón parecía una persona a la que el apóstol normalmente no podría rechazar, su hipocresía fue descubierta rápidamente. A pesar de mostrar piedad y apegarse a los discípulos, mortificar los pecados del corazón era algo extraño para él. “Tu corazón no es recto delante de Dios” (Hechos 8:21).

Es cierto que hay una gran diferencia entre los cristianos en cuanto a su diligencia y destreza en lo que respecta al cuidado del corazón. Algunos conversan más con él, y tienen más éxito que otros. Pero el que no presta atención a su corazón y no tiene cuidado de ponerlo bien ante Dios, no es otra cosa que un hipócrita. Ezequiel 33:31 dice “Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia”. He aquí una compañía de hipócritas formales, como se evidencia de la expresión como pueblo mío, como si fueran, pero no lo son. ¿Y qué los hizo ser así? Su exterior estaba bien. Había posturas reverentes, palabras elevadas, aparente deleite en los mandamientos “tú eres a ellos como cantor de amores” (Ezequiel 33:32), sí, pero en todo ello sus corazones no estaban con Dios, sino dirigidos por sus propios deseos. Iban tras su propia codicia. Si hubiesen guardado sus corazones con Dios, todo habría ido bien. Pero al no importarles en qué dirección iba su corazón cuando estaban cumpliendo con sus deberes, pusieron la semilla de su hipocresía.

Si algún alma recta deduce al leer esto que “soy un hipócrita también, porque muchas veces mi corazón se aparta de Dios en mis deberes; hago lo que puedo, pero no soy capaz de mantener mi corazón cerca de Dios”, le diría que la solución está en esas mismas palabras. Si dices “hago lo que puedo, pero aun así no puedo mantener mi corazón con Dios”, si verdaderamente haces lo que puedes, tienes la  bendición de alguien recto, a pesar de que Dios considere adecuado ejercitarte mediante la aflicción de un corazón descompuesto.

En los pensamientos y fantasías de las mejores personas sigue existiendo algo de descontrol para  mantenerlas humildes. Pero si se preocupan de evitarlo y de ejercer oposición cuando estos pensamientos aparecen, y se lamentan después de que lo hacen, ya es suficiente para decir que en ellos no reina la hipocresía. Esta preocupación se distingue en parte en colocar la palabra en el corazón para evitar estos pensamientos “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” (Salmos 119:11). También en los esfuerzos por hacer que el corazón se conecte con Dios y en pedir la gracia de Dios para evitarlo al comenzar con los deberes. Es un buen síntoma el ejercitar tal precaución, y es evidencia de rectitud oponerse a estos pecados tan pronto se levantan. “Odio los pensamientos vanos”. “El Espíritu es contra la carne”. La tristeza revela la rectitud del corazón. Si, como Ezequías, nos sentimos humillados por la maldad de nuestro corazón, no tenemos razón por ello para cuestionar su integridad. Pero si permitimos que el pecado se instale silenciosamente en el corazón, y dejamos que el corazón se aleje de Dios habitualmente y sin control, es un síntoma verdaderamente peligroso y triste.