La seguridad mantiene en pie al hijo de Dios bajo las peores pérdidas de seres queridos y le ayuda a sentir: "Todo está bien". El alma segura puede decir: "Aunque seres queridos me han sido arrebatados, sin embargo, Jesús es el mismo y está vivo para siempre. Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado" (2 R. 4:26; He. 13:8; Ro. 6:9; 2 S. 23:5).
La seguridad hace posible que el hombre alabe a Dios y sea agradecido con él, aun estando en la cárcel, como Pablo y Silas en Filipos. Puede darle cantos al creyente, aun en la noche más oscura, y gozo cuando todo está en su contra10 (Job35:10; Sal. 42:8).
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10 Estas fueron las palabras de John Bradford en prisión poco antes de su ejecución: "No tengo ningún pedido. Si la reina me otorga la vida, le daré las gracias; si me la quita, le daré las gracias; si me quema en la hoguera, le daré las gracias; si me da condena perpetua, le daré las gracias". Esta fue la experiencia de Rutherford cuando fue exiliado a Aberdeen: "Qué ciegos son mis adversarios que me enviaron a una sala de banquetes y no a una prisión ni a un lugar de exilio". "Mi prisión es un palacio para mí y la sala de banquetes de Cristo". -Letters.
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La seguridad hace posible que el hombre duerma tranquilo, aun con la perspectiva de morir al día siguiente, como Pedro en el calabozo de Herodes. Le enseña a decir: "En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado"(Sal. 4:8).
La seguridad hace posible que el hombre se regocije de padecer afrentas a causa de Cristo, como lo hicieron los apóstoles cuando los pusieron en la cárcel en Jerusalén (Hch. 5:41). Le recuerda que puede experimentar lo que enseña Jesús en el Sermón del Monte: "Gozaos y alegraos" (Mt. 5:12) y que hay en el cielo un excelente peso de gloria que compensará todo lo demás (2 Co. 4:17).
La seguridad hace posible que el creyente enfrente una muerte violenta y dolorosa sin temor, como lo hizo Esteban en los primeros tiempos de la iglesia de Cristo y como Cranner, Ridley, Hooper, Latimer, Rogers y Taylor en sus respectivos países. Le trae a la mente los textos "No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer" (Lc. 12:4). "Señor Jesús, recibe mi espíritu"(Hch. 7:59)11.