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martes, 29 de noviembre de 2016

Principios para interactuar con la ley y el Antiguo Testamento - José Mercado

Buenas noticias para personas imperfectas - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – NOVIEMBRE 29

“Especias aromáticas para el aceite de la unción”. Éxodo 35:8.

MUCHO se usaba este aceite de la unción bajo la ley y, lo que él representaba, es de capital importancia para el Evangelio. Si queremos servir al Señor aceptablemente nos es indispensable la presencia del Espíritu Santo, pues es él quien nos unge para todo santo servicio. Sin su ayuda, nuestros servicios religiosos son sólo una vana oblación, y nuestra experiencia, una cosa muerta. Sin una unción, tampoco valen nada las oraciones, las alabanzas, las meditaciones y los esfuerzos de los cristianos en particular. Una unción santa es el alma de una vida piadosa; la ausencia de esa unción es la más grave de todas las calamidades. Presentarse delante del Señor sin unción, sería como si un levita cualquiera entrase por sí mismo en la función sacerdotal: los servicios religiosos del tal serían más bien pecados que servicios aceptables. Nunca nos aventuraremos a celebrar servicios religiosos sin la santa unción. El óleo de la unción desciende sobre nosotros desde la gloriosa Cabeza. Por eso nosotros, que somos como los bordes de sus vestiduras, participamos de una abundante unción. Con el fin de hacer el aceite de la unción, los entendidos componían las especias aromáticas con el arte más refinado, para mostrarnos cuán ricos son los influjos del Espíritu Santo. Todas las cosas buenas se hallan en el divino Consolador. Incomparable consolación, infalible instrucción, inmortal vivificación, espiritual energía y divina santificación, todo está mezclado con otras cosas excelentes en aquel sagrado colirio, el celestial aceite de la unción del Espíritu Santo. Este aceite comunica una deliciosa fragancia al carácter de aquel sobre quien es derramado. Nada semejante puede hallarse ni en los tesoros del rico ni en los secretos de los sabios. Nadie puede imitarlo; sólo procede de Dios, quien lo da gratuitamente a toda alma, por medio de Jesucristo. Busquemos esa unción, pues podemos obtenerla esta misma noche. ¡Oh, Señor, unge a tus siervos!

Charles Haddon Spurgeon.