Versículo para hoy:

sábado, 6 de agosto de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – AGOSTO 6

“Toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén”. Salmo 72:19.

ES esta una amplia petición. Para interceder por una ciudad es necesario un esfuerzo de fe y hay ocasiones cuando una oración por una sola persona es suficiente para hacernos titubear. ¡Pero, de cuán largo alcance era la agonizante intercesión del salmista! ¡Cuán amplia! ¡Cuán sublime! “Toda la tierra sea llena de su gloria”. No exceptúa un solo país aunque esté aplastado por el pie de la superstición; no excluye una sola nación, aunque sea bárbara. Esta oración es elevada a favor de los caníbales y de los civilizados; a favor de todos los climas y de todas las razas. Alcanza a toda la redondez de la tierra y no omite a ningún hijo de Adán. Debemos levantarnos y obrar a favor de nuestro Maestro, de lo contrario no podemos ofrecer honestamente esta oración. Esta petición no es hecha con corazón sincero si no nos esforzamos, con la ayuda de Dios, para extender el reino de nuestro Señor. ¿No hay algunos que son negligentes tanto para orar como para trabajar? Lector, ¿es tuya la oración del salmista? Vuelve tus ojos al Calvario. Contempla al Señor de la vida clavado en una cruz, con la corona de espinas en sus sienes y con su cabeza, manos y pies sangrando. ¡Qué!, ¿puedes contemplar este milagro de milagros, la muerte del Hijo de Dios, sin sentir en tu pecho una admirable adoración que ningún lenguaje puede expresar? Y cuando percibes la sangre aplicada a tu conciencia y conoces que él ha borrado tus pecados, si no te levantas del lugar donde estás arrodillado y clamas “toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y amén”, no eres un hombre. ¿Puedes inclinarte delante del Crucificado en amoroso homenaje y no desear que tu Maestro sea el Señor del mundo? ¡Vergüenza sobre ti, si pretendes amar a tu Príncipe y no deseas verlo gobernador universal! Tu piedad no tiene valor si ella no te lleva a desear que la misma gracia que te ha sido concedida a ti sea concedida a todo el mundo. Señor, ha llegado el tiempo de la siega: mete tu hoz y cosecha.

Charles Haddon Spurgeon.