Versículo para hoy:

miércoles, 7 de febrero de 2024

FEBRERO 7 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 La adoración congregacional tiene el propósito de humillarte al señalar la profundidad de tu necesidad y de cautivarte al señalar la gloriosa provisión de Dios.

Todos lo hacemos a nuestra manera. Rara vez pasa un día sin que lo hagamos. Incluso lo hacemos en medio del servicio de adoración. Pero es peligroso hacerlo. No nos lleva a nada bueno. No nos agrada cuando otras personas lo hacen, pero fallamos en reconocer cuántas veces lo hacemos nosotros mismos. Tratamos de convencernos a nosotros mismos de que somos mejores de lo que realmente somos. Todos queremos creer que no somos tan pecadores como parece. Nos comparamos con otras personas que parecen ser más pecadoras que nosotros. Reescribimos nuestra historia para parecer mejores de lo que realmente somos. Nos evaluamos a nosotros mismos, reflejándonos en el espejo de otros, en lugar de vernos en el espejo que en verdad es preciso: el espejo de la Palabra de Dios. Enumeramos nuestras buenas obras para sentirnos bien. Argumentamos con otros y con nosotros mismos que lo que parece ser pecado no lo es en absoluto. Todo esto es una ilusión delirante de nuestra propia justicia. Esto lo vemos en nuestras acciones diarias de expiación propia. Tratamos de convencernos de que en realidad no necesitamos la maravillosa gracia de un fiel y amoroso Salvador. En pocas palabras, todos intentamos retirarnos del mensaje radical que profesamos creer. Negamos con descaro nuestro propio pecado y minimizamos la única gracia que es capaz de darnos esperanza.
Dios sabía que nuestra tendencia siempre es ir hacia el mundo. Él estaba completamente consciente de que, dentro de nosotros, aún radica nuestra propia "justicia". Dios sabía que tratamos de aparentar que estamos bien, incluso cuando sabemos que no es así. Por eso, Dios diseñó un medio para que seamos enfrentados, una y otra vez, con la profundidad de nuestro pecado y con el costoso sacrificio del Cordero, nuestro Salvador y Redentor, el Señor Jesucristo. Él ordenó que nos reuniéramos, una y otra vez, en un servicio de adoración con Su iglesia para ser enfrentados con la doble realidad de nuestra identidad de pecadores y, a la vez, hijos de Su gracia. Verás, cuando comprendes el regalo gratuito de la provisión de Dios por medio de Su gracia, no tienes que temer al admitir la profunda deuda de tu pecado, y es solo cuando admites lo desastroso de tu pecado que serás entusiasmado por la gracia de Jesucristo. La adoración congregacional nos enfrenta con el hecho de que somos peores de lo que pensamos y que la gracia de Dios es mucho más maravillosa de lo que jamás pudimos imaginar. Seguiremos necesitando ese recordatorio hasta que ya no pequemos más y estemos con Él y seamos como Él para siempre. Las reuniones de iglesia no son una obligación que los santurrones deben cumplir. No, es otro regalo de la misericordia de un Dios de gracia gloriosa (ver Hebreos 10:23-25).
Para profundizar y ser alentado: Romanos 3:9-20