Versículo para hoy:

domingo, 10 de enero de 2016

¿SALVOS POR GRACIA Y BENDECIDOS POR OBRAS? - Pr. Sugel Michelén

LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 10

“He de ver en mi carne a Dios”. Job 19:26.

OBSERVA el tema de la piadosa expectación de Job: “He de ver a Dios”. No dice: “Veré a los santos”, aunque, sin duda, eso será inefable felicidad, sino “he de ver a Dios”. No dice tampoco: “Veré las puertas de perla, miraré los muros de jaspe, contemplaré las coronas de oro”, sino “he de ver a Dios”. Esto es, la suma y la substancia del cielo; es la gozosa esperanza de todos los creyentes, para quienes es un placer verle ahora por la fe. A los creyentes les gusta contemplar a Jesús en la comunión y en la oración, y así, viéndolo como él es, serán hechos en todo semejantes a él. ¡Semejantes a Dios! ¿Qué más podemos desear? ¡Una visión de Dios! ¿Qué cosa superior a esta podemos ansiar? Algunos leen así el pasaje: “Sin embargo, he de ver a Dios en mi carne”, y aquella gloriosa contemplación. Y hallan aquí una alusión a Cristo como el “Verbo hecho carne”, y a aquella gloriosa contemplación que constituirá el esplendor de los últimos días. Sea o no esto así, la verdad es que Cristo será el objeto de nuestra eterna visión; ni tampoco deseamos nosotros un gozo que sea mayor que el gozo de contemplar a Cristo. No pienses que el contemplar a Cristo será para la mente una actividad limitada. El contemplarlo es sólo una fuente de placer; pero una fuente infinita. Todos sus atributos serán objeto de contemplación, y como él es infinito en todos los aspectos, no hay temor de agotamiento. Sus obras, sus dones, su amor por nosotros y su gloria en todos sus propósitos y en todas sus acciones; todo esto será un tema que será siempre nuevo. El patriarca miraba hacia esta visión de Dios como un goce personal. “Mis ojos lo verán y no otro”. Considera las reales perspectivas de la bienaventuranza del cielo; piensa que esa gloria será para ti. “Tus ojos verán al Rey en su belleza”. Todo esplendor terrenal palidece y se obscurece a medida que lo contemplamos, pero en estas palabras hay un esplendor que nunca puede empañarse, una gloria que nunca puede disminuir: Yo veré a Dios.

Charles Haddon Spurgeon.