Versículo para hoy:

martes, 16 de enero de 2024

ENERO 16 - Nuevas Misericordias Cada Mañana - Paul David Tripp

 No hay un solo día en que el pecado no asome su horrible cabeza y no hay un solo día en que las misericordias abundantes de Dios no sean nuevas.

Existen dos fundamentos que sostienen una vida que honra a Dios. Ambos deben ir de la mano; ninguno puede ser separado del otro. Todos los días evidenciamos la existencia de ambos. Estos son los dos fundamentos: todavía hay pecado en ti y Dios es abundante en misericordia. Tú y yo debemos pararnos sobre estos dos fundamentos. Quitar el pie de uno o de otro es muy peligroso. Debido a que soy pecador, necesito misericordia, y debido a que Dios es misericordioso, puedo enfrentar la realidad de mi pecado.

Las palabras de Nehemías 9 nos describen a todos: "Les advertiste que volvieran a tu ley, pero ellos actuaron con soberbia y no obedecieron tus mandamientos" (v 29). Tal vez fue una palabra sin pensar, un acto egoísta, un pensamiento orgulloso, un momento de envidia, un segundo de lujuria, un acto voluntario de desobediencia, una actitud de venganza o un pequeño momento de robo; tal vez deseaste más tu gloria que la de Dios, torciste la verdad, caíste en la adicción o trataste de encubrir tu pecado. Todos los días evidenciamos esta realidad en nuestras vidas. Ninguno de nosotros está libre de pecado todavía. Todos continuamos cayendo con nuestras palabras, pensamientos, deseos y acciones. Admitir esto es humillante pero importante, ya que es solo cuando admitimos lo profundo y complicado que es nuestro problema que podemos regocijarnos sobre el rescate que solo la misericordia de Dios puede proveer.

Dios no nos deja en nuestros pecados. Nehemías 9 continúa diciendo: "Sin embargo, es tal Tu compasión que no los destruiste ni abandonaste, porque eres Dios clemente y compasivo" (v 31). Puedes tener la valentía de admitir tu pecado precisamente porque Dios es rico y abundante en misericordia. Dios es misericordioso no porque seas bueno, sino porque eres pecador, y Él sabe que, debido a tu condición, no puedes ayudarte a ti mismo. Ser pecador significa que tú mismo eres el mayor peligro que jamás enfrentarás y que es imposible que huyas de ti mismo. Solo tienes una esperanza. Necesitas que alguien poderoso, sabio y misericordioso intervenga en tu vida y perdone tus pecados, que progresivamente te libre del dominio del pecado. Esa misericordia tiene nombre: el Señor Jesucristo, y Su misericordia siempre es nueva, diseñada especialmente para las batallas de cada día.

Para profundizar y ser alentado: Efesios 2:1-10