Versículo para hoy:

lunes, 24 de octubre de 2016

Plantando semillas en la vida de tu hijo - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – OCTUBRE 24

“Comenzó a lavar los pies de los discípulos”. Juan 13:5.

EL Señor Jesús ama tanto a los suyos que todos los días está haciendo por ellos muchas cosas que equivalen a lavar sus sucios pies. El acepta sus más humildes acciones, siente sus más profundas aflicciones, oye sus más débiles deseos y perdona todas sus transgresiones. El es aún el siervo como también el Amigo y el Maestro de ellos, y no sólo realiza actos elevados a favor de los mismos, como el llevar la mitra en su frente, las preciosas y brillantes joyas en su pectoral y el levantarse para interceder por ellos, sino que, con humildad y paciencia, va con el lebrillo y la toalla adonde están los suyos. Realiza esto cuando día tras día quita nuestras persistentes debilidades y pecados. La última noche, al doblar tus rodillas, confesaste con dolor que una buena parte de tu conducta no era digna de tu profesión, y aun esta noche tienes que lamentar de nuevo que has caído en la misma insensatez y pecado del que te libró hace tiempo una gracia especial. Pero, a pesar de todo, Jesús te tiene mucha paciencia. El oirá tu confesión de pecado y te dirá: “Quiero, sé limpio”. El te aplicará de nuevo la sangre del esparcimiento que habla de paz a tu conciencia y quita toda mancha. Es, sin duda, un gran acto de eterno amor el que se lleva a cabo cuando Cristo absuelve al pecador, una vez por todas, y lo coloca en la familia de Dios. Pero, ¡qué condescendiente paciencia demuestra el Salvador cuando, con mucha longanimidad, soporta las reiteradas insensateces de su descarriado discípulo, lavando día tras día y hora tras hora las múltiples transgresiones de su extraviado pero muy amado hijo! Desecar un diluvio de rebelión es algo maravilloso, pero soportar el constante gotear de repetidas ofensas; soportar con una paciencia que constantemente probada, eso es, en realidad, divino. Mientras hallamos confortación y paz en la limpieza cotidiana que nos hace el Señor, su legítimo efecto sobre nosotros será aumentar nuestra vigilancia y avivar nuestros deseos a favor de la santidad. ¿Es así?

Charles Haddon Spurgeon.