Versículo para hoy:

miércoles, 25 de octubre de 2023

OCTUBRE 25 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Por la verdad que está en nosotros, y será perpetuamente con nosotros”.
2 Juan 2.

UNA vez que la verdad de Dios logra entrar en el corazón humano, sometiendo enteramente al hombre, ningún poder humano o infernal puede, después, desalojarla. No consideramos esa verdad como un simple huésped, sino como la dueña de la casa. Este es un requisito cristiano necesario. No es cristiano el que no piensa así. Los que sienten el poder del Evangelio y experimentan la potencia del Espíritu Santo mientras él expone, aplica y sella la Palabra del Señor, preferirían ser deshechos antes que apartarse del Evangelio que les trajo salvación. En la seguridad de que la verdad estará con nosotros perpetuamente, hay miles de bendiciones. Esa verdad será para nosotros sostén en la vida, aliento en la muerte, canto en la resurrección y eterna gloria. Esta verdad es, además, un privilegio cristiano, sin el cual nuestra fe poco valdría. Algunas verdades, ya las hemos sobrepasado y las hemos dejado atrás, pues ellas sólo son rudimentos y lecciones para principiantes, pero no podemos considerar en la misma manera a la verdad divina, pues aunque es dulce alimento para los niños, es también, en el más alto grado, sólida vianda para los adultos. La verdad de que somos pecadores se nos presenta insistentemente para humillarnos y ponernos en guardia. La verdad más bendita de que “el que cree en el Señor Jesús será salvo”, permanece con nosotros como nuestra esperanza y nuestro gozo. Nuestra experiencia, lejos de hacernos soltar las doctrinas de la gracia, nos las ha hecho tomar más fuertemente. Nuestros motivos para creer en Cristo son ahora más poderosos y más numerosos que nunca; además, tenemos motivos para esperar que seguirá siendo así hasta que, al morir, recibamos al Salvador en nuestros brazos. Donde veamos este amor, estamos obligados a ejercer el nuestro. Ningún círculo estrecho puede contener nuestras simpatías.

OCTUBRE 24 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Llénanse de jugo los árboles de Jehová”. Salmo 104:16.

SIN savia, los árboles no pueden florecer, ni aun existir. La vitalidad es esencial para el cristiano. Para que podamos ser árboles del Señor debe, en nosotros, haber vida -ese principio vital- que nos comunica el Espíritu Santo. El mero nombre de cristiano es sólo cosa muerta; tenemos que estar llenos del espíritu de la vida divina. Esta vida es misteriosa. Nosotros no entendemos la circulación de la savia; no conocemos la fuerza por la cual asciende ni aquella por la que desciende. Así también la vida que está en nosotros es un sagrado misterio. La regeneración es obrada por el Espíritu Santo, que entra en el hombre y llega a ser la vida del hombre. Esta vida divina en el creyente se nutre, después, de la carne y de la sangre de Cristo, y se sostiene así con alimento divino, pero nadie puede explicarnos de dónde viene y adónde va. ¡Qué cosa secreta es la savia! Las raíces se introducen en el suelo con sus fibras, pero no las podemos ver cuando absorben los diversos gases o cuando transforman el mineral en vegetal. Esta obra se realiza bajo tierra, en oculto. Nuestra raíz es Cristo Jesús, y nuestra vida está escondida en él; este es el secreto del Señor. La raíz de la vida cristiana es, como la vida misma un secreto. ¡Cuán permanentemente activa es la savia en el cedro! En el cristiano, la vida divina está siempre llena de energía, pero esa energía no siempre lleva fruto, si no obra interiormente. Los dones del creyente no están todos en constante actividad, pero su vida interior nunca cesa de latir. El creyente no está siempre trabajando por el Señor, pero su corazón vive siempre en él. Como la savia se manifiesta produciendo las hojas y los frutos del árbol, así los dones de un verdadero cristiano se exteriorizan en su conducta y en su conversación. Si hablas con él, no puede dejar de hablar de Jesús. Si observas sus actos, verás que él ha estado con Jesús. Tiene en su interior tanta savia, que debe llenar con vida su conducta y conversación.

OCTUBRE 23 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿Queréis vosotros iros también?” Juan 6:67.

MUCHOS han dejado a Cristo y no han andado más con él. Pero, ¿qué motivos tienes tú para hacer un cambio? ¿Ha habido en el pasado algún motivo para ello? ¿No ha demostrado Jesús ser omnisuficiente? Él te dice esta mañana: “¿He sido un desierto para ti?” Cuando tu alma ha confiado únicamente en Jesús, ¿se ha visto confundida alguna vez? ¿No ha hallado siempre a tu Señor compasivo y generoso? La fe que has depositado en él, ¿no te dio toda la paz que tu espíritu podría desear? ¿Puedes siquiera soñar con un amigo mejor que él? Entonces no cambies al amigo antiguo y no procures uno nuevo y falso. Y en cuanto al presente, ¿hay algo en él que te obligue a dejar a Cristo? Cuando estamos duramente acosados por este mundo o por las más severas pruebas dentro de la Iglesia, hallamos muy agradable el recostarnos en el seno de nuestro Salvador. Este es el gozo que tenemos hoy: que somos salvos en él. Y si este gozo nos causa satisfacción, ¿por qué hemos de pensar en hacer un cambio? ¿Quién cambia el oro por la escoria? No dejaremos la luz del sol hasta que hallemos una luz mejor, ni dejaremos a nuestro Señor, hasta que aparezca un amigo más ilustre; y ya que esto nunca puede ser, lo asiremos fuertemente, y ataremos, como un sello, su nombre en nuestro brazo. Y en cuanto al futuro, ¿puedes insinuar algo que pueda sobrevenir que hará necesario que te rebeles o que desertes de la antigua bandera para servir bajo las órdenes de otro capitán? Pienso que no. Aunque la vida sea larga, él no cambia. Si somos pobres, ¿qué mejor que tener a Cristo para que nos haga ricos? Cuando estamos enfermos, ¿qué más queremos que Jesús haga suave nuestro lecho de dolor? Cuando muramos, ¿no está escrito que “ni la muerte ni la vida, ni lo presente ni lo porvenir nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”? Digamos con Pedro: “Señor, ¿a quién iremos?”

OCTUBRE 22 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

ESTE pasaje es un sistema de teología en miniatura. El que entiende su significado es un teólogo y el que puede profundizar en su plenitud es un verdadero maestro en Israel. Este pasaje es una consumación del glorioso mensaje de salvación que nos fue comunicado en Cristo Jesús, Redentor nuestro. Su significado gira en torno de las palabras: “de pura gracia”. Este es el medio glorioso, apropiado y divino por el cual el amor baja del cielo a la tierra; es este un amor espontáneo que fluye para los que ni lo merecen, ni lo compraron, ni lo buscaron. Esta es, en realidad, la única manera en que Dios puede amar a semejantes criaturas como nosotros. Este texto es un golpe mortal a toda suerte de pretendidas aptitudes. “Los amaré de pura gracia”. Ahora bien, si en nosotros hubiese alguna aptitud necesaria, entonces él no nos amaría de pura gracia; a lo menos, esa aptitud le quitaría a esta gracia algo de su valor. Pero el pasaje dice: “Los amaré de pura gracia”. Nosotros nos lamentamos diciendo: “Señor, mi corazón es muy duro”. Y el Señor responde: “Te amaré de pura gracia”. –“Pero, yo no siento, como quisiera, la necesidad que tengo de Cristo”. –“Yo no te amaré porque sientas tu necesidad; yo te amaré de pura gracia”. –“Pero, yo no siento aquel enternecimiento de espíritu que quisiera sentir”. –Recuerda esto: el enternecimiento de espíritu no es una condición para ser amado, pues no hay condiciones. El pacto de gracia no tiene ninguna limitación, de suerte que sin ninguna aptitud que nos recomiende, dispongámonos a confiar en la promesa de Dios que él nos hizo en Cristo Jesús, cuando dijo: “El que en él cree no es condenado”. Es una bendición saber que la gracia de Dios se nos ofrece gratuitamente en todos los tiempos, sin preparación, sin aptitud, sin dinero y sin precio. “Los amaré de pura gracia”.

OCTUBRE 21 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“El amor de Cristo nos constriñe”. 2 Corintios 5:14.

¿CUÁNTO debes a mi Señor? ¿Nunca ha hecho él algo por ti? ¿Te ha perdonado los pecados? ¿Te ha cubierto con el manto de justicia? ¿Ha puesto tus pies sobre una roca? ¿Enderezó tus pasos? ¿Ha preparado el cielo para ti? ¿Ha escrito tu nombre en el libro de la vida? ¿Te ha dado innumerables bendiciones? ¿Ha acumulado para ti un depósito de misericordias, que ojo no vio ni oído oyó? Entonces haz algo por Jesús que sea digno de su amor. No des al agonizante Redentor una mera ofrenda de palabras. ¿Cómo te sentirás cuando venga tu Maestro, si tienes que confesar que nada has hecho por él, sino que has guardado encerrado tu amor, igual que un pozo estancado, que no fluye ni para bien de los necesitados ni para bien de la obra de Dios? ¡Afuera con un amor de esa naturaleza! ¿Qué piensan los hombres de un amor que no se manifiesta en obras? Piensan esto: “Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto”.
¿Quién aceptará un amor tan débil que ni siquiera te mueve a realizar una simple obra de generosidad, de heroísmo o de celo? ¡Piensa en cómo él te amó y se entregó a sí mismo por ti! ¿Conoces el poder de aquel amor? Entonces, permite que como un poderoso viento quite de tu alma las nubes de la mundanalidad y disipe las nieblas del pecado. “Por amor a Cristo” sea esta la lengua de fuego que se asiente sobre ti. “Por amor a Cristo”: sea este el divino éxtasis y la celestial inspiración que te eleven de sobre la tierra, y sea este, además, el divino espíritu que te haga valiente como león y veloz como águila en la obra de tu Señor. El amor debiera dar alas a tus pies y fuerzas a tus brazos para trabajar. Firmes en Dios con una perseverancia que no ha de titubear, resueltos a honrarlo con una determinación que no vacilará, y empujados con un ardor que no ha de disminuir, manifestemos al mundo que el amor de Cristo nos constriñe. Que el divino imán nos atraiga hacia el cielo junto a él.

OCTUBRE 20 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Crezcamos en todas las cosas”. Efesios 4:15.

MUCHOS cristianos permanecen enanos en las cosas espirituales, de manera que siempre tienen el mismo aspecto. Existen, pero no “crecen en todas las cosas”. No se ve en ellos ninguna señal de progreso o de perfección. ¿Estaremos satisfechos con permanecer en la “hierba”, cuando podemos dar un paso adelante y ser “espiga”, y transformarnos, con el tiempo, en “grano lleno en la espiga”? ¿Quedaremos satisfechos con creer en Cristo y decir: “Estoy seguro”, sin desear, por experiencia propia, conocer más de la plenitud que hay en Él? No debería ser así. Como buenos negociantes del mercado del cielo tendríamos que anhelar ser enriquecidos con el conocimiento de Jesús. Es muy bueno cuidar la viña de los otros hombres, pero no tenemos que descuidar nuestro crecimiento y nuestra madurez espiritual. ¿Por qué en nuestros corazones ha de ser siempre invierno? Necesitamos, es verdad, una estación para la sementera, pero ansiamos que lleguen también la primavera y el verano, que nos traerán la promesa de una cosecha temprana. Si queremos ser maduros en la gracia tenemos que vivir cerca de Jesús, en su presencia, madurados por la luz de su rostro. Tenemos que mantener con él dulce comunión. Tenemos que dejar de mirar su rostro desde lejos y acercarnos a él, como hizo Juan, y recostar nuestra cabeza en su seno. Entonces nos hallaremos progresando en santidad, en amor, en fe, en esperanza; sí, en cada uno de los preciosos dones. Así como el sol presenta al ojo del viajero uno de los espectáculos más encantadores, cuando alumbra, al salir, los picos de las montañas y los circunda de luz, así también uno de los cuadros más preciosos del mundo espiritual lo tenemos cuando contemplamos la brillantez de la luz del Espíritu sobre la cabeza de algún creyente, hasta que refleje los rayos del Sol de Justicia, en primer lugar, sobre los escogidos, y después lleve ese reflejo bien alto para que todos lo vean.