Versículo para hoy:

domingo, 10 de abril de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – ABRIL 10

“Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios”. Hechos 27:23.

LA tempestad y la persistente oscuridad, unidas al inminente riesgo de naufragio, llevaron a la tripulación del barco a una situación triste. Un solo hombre, entre tantos, permaneció en perfecta calma, y, por su palabra, los demás se tranquilizaron. Pablo era el único hombre que tenía suficiente valor como para decir: “Señores, tened buen ánimo”. Había a bordo veteranos legionarios romanos y bravos marineros y, sin embargo, el pobre misionero judío tuvo más valor que todos ellos. El tenía un Amigo secreto que mantuvo elevado su coraje. El Señor Jesús envió un mensajero celestial a susurrar palabras de consolación en los oídos de su fiel siervo; por eso tenía un rostro resplandeciente y habló como un hombre tranquilo. Si tenemos al Señor, podemos aguardar oportunas mediaciones cuando nuestra situación esté en lo peor. Las tormentas no pueden ocultarnos a los ángeles ni la oscuridad impedirlos. Los serafines no reputan humillación el visitar al más pobre de la familia celestial. Si las visitas de los ángeles son pocas y escasas en tiempos ordinarios, serán frecuentes en nuestras noches de tempestad y de zozobra. Los amigos pueden abandonarnos cuando estamos en apremio, pero nuestras relaciones con los habitantes del mundo angélico serán más frecuentes. Y con la fuerza de las palabras amorosas traídas a nosotros desde el trono por el camino de la escala de Jacob, tendremos poder para hacer proezas. Querido lector, ¿es esta una hora de aflicción para ti? Entonces pide una ayuda especial. Jesús es el ángel del pacto, y si su presencia es ahora ardientemente buscada, no nos será negada. Que esa presencia produce alegría de corazón lo recuerdan los que, como Pablo, han tenido un ángel junto a ellos en una noche de tormenta cuando las anclas eran impotentes y las rocas estaban cerca. “¡Oh, ángel de mi Dios, acércate; en medio de la oscuridad, acalla mi temor. Ruge fuerte el tempestuoso mar; tu presencia, Señor, me confortará”.

Charles Haddon Spurgeon.