Versículo para hoy:

jueves, 3 de marzo de 2016

¿Eres una pared o una puerta? - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – MARZO 3

“Vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma”. Mateo 3:16.

COMO el Espíritu de Dios descendía sobre el Señor Jesús, la cabeza, así también, en su medida, desciende sobre los miembros del cuerpo místico. Su descendimiento viene a nosotros en la misma manera que vino sobre nuestro Señor. Hay frecuentemente una singular rapidez en cuanto a esto. Siempre tenemos conciencia que somos impelidos hacia delante, hacia el cielo, más allá de lo que esperamos. Sin embargo, no hay nada de la premura de la prisa terrenal, porque las alas de la paloma son suaves como veloces. La quietud parece esencial para muchas operaciones espirituales; el Señor está en la voz apacible y, como el rocío, su gracia desciende en silencio. La paloma fue siempre el preferido tipo de la pureza, y el Espíritu Santo es la santidad misma. Donde él mora, todo lo que es puro y amable y de buen nombre abunda y el pecado y la impureza desaparecen. La paz reina también donde la Santa Paloma viene con poder; ella lleva la rama de oliva que muestra que las aguas de la ira divina disminuyen. Benignidad es un seguro resultado del poder transformador de la Sagrada Paloma. Los corazones tocados por su benigno influjo son mansos y humildes desde ahora y para siempre. Sigue la sencillez, como cosa natural. Las águilas y los cuervos pueden cazar sus presas; la tórtola soporta el mal pero no lo devuelve. Debemos ser sencillos como palomas. La paloma es una imagen apropiada del amor, pues el arrullo de la tórtola está lleno de afecto. Así también el alma visitada por el Espíritu abunda en amor a Dios, en amor a los hermanos y en amor a los pecadores y, sobre todo, en amor a Jesús. El movimiento del Espíritu de Dios sobre la faz de las aguas, primero produjo orden y vida, y en nuestros corazones produjo y alentó nueva vida y luz. Bendito Espíritu, como descansaste sobre nuestro querido Redentor, reposa también sobre nosotros desde hoy y para siempre.

Charles Haddon Spurgeon.