Versículo para hoy:

martes, 13 de marzo de 2018

MARZO 14

“Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”. Isaías 66:13.
¡El consuelo de una madre! Ah, esto sí que es la ternura misma. ¡Cómo comprende la pena de su niño! ¡Cómo le estrecha a su seno y procura tomar toda su pena en su propio corazón! Él le puede decir todo, y ella simpatizará como ningún otro. De todos los consoladores, el niño prefiere a su madre, y aun hombres hechos lo han experimentado también.

¿Y condesciende Jehová a cuidar de su pueblo como una madre? Esto sí que es bondad. Podemos fácilmente comprender cómo puede ser un padre; ¿pero será también como una madre para nosotros? ¿No nos invita esto a una santa familiaridad, a la confianza sin reserva, al descanso sagrado? Cuando Dios mismo viene a ser “el Consolador”, ninguna prueba puede durar por mucho tiempo. Contémosle a Él nuestra pena, aun cuando no hallemos otro lenguaje que sollozos y suspiros. Él no nos menospreciará por nuestras lágrimas; nuestra madre no nos despreciaba. Él considerará nuestra flaqueza como lo hacía ella, y Él quitará nuestras faltas, pero de una manera más cierta y segura que podía haberlo hecho nuestra madre. No procuraremos soportar nuestras penas solos; sería cruel para quien tan benigna y cariñosamente quiere consolarnos. Empezamos el día con nuestro Dios amante, y ¿por qué no hemos de terminarlo en la misma compañía, ya que las madres no se cansan de sus niños?

FUENTE: Libro de Cheques del Banco de la Fe – Charles H. Spurgeon.

MARZO 13

“Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah! ¡Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y díjome Jehová: No digas soy niño; porque a todo lo que te enviaré irás tú y dirás todo lo que te mandare”. Jeremías 1:6-7.


Jeremías era joven y sentía una cortedad natural cuando el Señor lo envió con una comisión grande; pero el que lo mandó no quiso que dijera: “Soy niño”. Lo que él era en sí no debía mencionarse, sino perderse en la consideración de que él era escogido para hablar por Dios. No tenía que pensar ni inventar un mensaje, ni elegir los oyentes; tenía que halar lo que Dios le mandara, y hablar donde Dios le enviara, y esto lo haría con una fortaleza no suya.

¿No es este el mismo caso de algún predicador, o maestro joven, que tal vez lea estas líneas? Dios sabe cuán joven eres y cuán escaso es tu conocimiento y experiencia; pero si Él te elige, no te toca a ti retroceder ante el llamamiento celestial. Dios se glorificará en tu debilidad. Si fueras tan viejo como Matusalén, ¿de qué te servirían tus años? Si fueras un sabio como Salomón, tal vez te extraviarías como él.

Atente a tu mensaje, y esto será tu sabiduría; sigue tus órdenes de marcha y ellas serán tu prudencia.

FUENTE: Libro de Cheques del Banco de la Fe – Charles H. Spurgeon.