Versículo para hoy:

sábado, 16 de enero de 2016

PROVERBIOS 31: LA MUJER CONTRA-CULTURA - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 16

“Se quitará la vida al Mesías, y no por sí”. Daniel 9:26.

¡BENDITO sea su nombre!, no hay causa de muerte en él. Ni pecado original ni pecado presente lo ha manchado, y, por lo tanto, la muerte no tiene ningún derecho sobre él. Ningún hombre podría haberle quitado la vida con justicia, pues él no injurió a ningún hombre; y ningún hombre podía haberlo matado por la fuerza, si él no hubiese deseado entregarse para morir. Pero, he aquí, uno peca y otro sufre. La justicia fue ultrajada por nosotros, pero halló en él su satisfacción. Ni ríos de lágrimas, ni montañas de sacrificios, ni mares de sangre de bueyes, ni cerros de incienso hubiesen servido para la remisión de los pecados; pero Jesús fue muerto por nosotros, y la causa de la ira desapareció enseguida, porque el pecado había sido quitado para siempre. Aquí hay sabiduría, por la cual, la substitución, seguro y rápido camino de expiación, se divisaba. Aquí hay condescendencia, que envía al Mesías, el Príncipe, para que se ciña una corona de espinas y muera en cruz. Aquí hay amor, que lleva al Redentor a dar su vida por sus enemigos.
Sin embargo, no basta admirar el espectáculo del inocente que sangra por el culpable; tenemos que estar seguros de que también nosotros fuimos salvados por él. El propósito particular de la muerte del Mesías era la salvación de su Iglesia. ¿Tenemos nosotros parte y suerte entre aquellos por quienes él dio su vida en rescate? ¿Fuimos curados por sus llagas? Será terrible si nos privamos de una porción de su sacrificio; en ese caso, sería mejor no haber nacido. Aunque la pregunta es solemne, nos alienta saber que puede ser contestada claramente y sin error. Para todos los que creen en él, Jesús es un presente Salvador, y, sobre los tales, toda la sangre de la reconciliación fue esparcida. Que todos los que confían en los méritos de la muerte del Mesías se sientan gozosos, al recordarlo, y hagan que una santa gratitud los guíe a consagrarse por entero a su causa.

Charles Haddon Spurgeon.