Versículo para hoy:

martes, 6 de diciembre de 2016

Lutero, Calvino, Zuinglio y la Navidad - Will Graham

3. Espiritualidad, soltería y matrimonio - Sugel Michelén




2. Espiritualidad y trabajo - Sugel Michelén



La fe cristiana como cosmovisión - Sugel Michelén




Santidad en la Iglesia | Aviva Nuestros Corazones

LECTURAS VESPERTINAS – DICIEMBRE 6

“Ceñido por los pechos con una cinta de oro”. Apocalipsis 1:13.

“UNO semejante al Hijo del Hombre” apareció a Juan en Patmos, y el discípulo amado observó que vestía un cinto de oro. Un cinto, porque Jesús, mientras anduvo en la tierra, nunca estuvo desceñido, sino siempre listo para servir, y ahora, delante del trono eterno, no interrumpe su santo ministerio, sino, como un sacerdote, se ciñe con “el cinto del ephod”. Es alentador para nosotros saber que él no ha dejado de cumplir su ministerio a favor de nosotros, y el hecho de que él vive para siempre para interceder por nosotros es una de nuestras más seguras defensas. Jesús nunca se muestra holgazán. Sus vestiduras nunca están sueltas como si su ministerio hubiese terminado; al contrario, él promueve diligentemente la causa de su pueblo. Un cinto de oro, para demostrar la superioridad de su servicio, la realeza de su persona, la dignidad de su estado y la gloria de su galardón. Ya no clama más desde el polvo, sino que intercede con autoridad como Rey y como Sacerdote. Muy segura está nuestra causa en las manos de nuestro entronizado Melquisedec. Nuestro Señor da a todo su pueblo un ejemplo. Nosotros nunca debemos desatar nuestros cintos. Este no es tiempo de echarnos a descansar; es más bien tiempo de trabajo y de lucha. Necesitamos atar más y más estrechamente, en torno de nuestros lomos, el cinto de la verdad. Es este un cinto de oro; por eso será para nosotros un muy valioso ornamento, el que necesitaremos grandemente, pues un corazón que no está bien atado con la verdad como es en Jesús y con la fidelidad obrada por el Espíritu, se enredará fácilmente en las cosas de esta vida y será sorprendido por los lazos de la tentación. No vale nada que tengamos las Escrituras si no las atamos en derredor nuestro con un cinto que nos ciña por completo, conservando en orden todas las partes de nuestro carácter y uniendo todo nuestro ser. Si en el cielo Jesús no desata el cinto, mucho menos lo podemos hacer nosotros sobre la tierra. “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad”.

Charles Haddon Spurgeon.