Versículo para hoy:

viernes, 29 de enero de 2016

Enséñame a temer al Señor | Día 13 - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – ENERO 29

“Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde”. Génesis 8:11.

BENDITO sea el Señor por este otro día de gracia, aunque esté yo ahora fatigado con sus afanes. Al preservador de los hombres elevo mi canto de gratitud. La paloma no halló descanso fuera del arca y, por lo mismo, volvió a ella; y mi alma conoció hoy más plenamente que nunca que no hay satisfacción en las cosas terrenales. Sólo Dios puede dar descanso a mi espíritu. Mis negocios, mis posesiones, mi familia, mis conocimientos, todo está bien en su lugar, pero esas cosas no pueden satisfacer los deseos de mi naturaleza inmortal. “Vuelve a tu reposo, ¡oh!, alma mía, pues el Señor te ha tratado generosamente”. Fue en la hora de reposo, cuando las puertas del día se cerraban, que, con las alas fatigadas, la paloma volvió a su dueño. ¡Oh!, Señor, capacítame esta noche para volver a Jesús. La paloma no podía estar revoloteando toda la noche sobre las turbulentas aguas; tampoco puedo estar yo ni una hora más apartado de Jesús: descanso de mi corazón y hogar de mi espíritu. La paloma no descendió meramente sobre el techo del arca, sino entró en ella. Así quisiera mi ansioso espíritu considerar lo secreto del Señor, penetrar en el interior de la verdad, entrar dentro del velo y llegar a mi Amado. Debo ir a Jesús: Mi anheloso espíritu sólo quedará satisfecho con una comunión muy íntima y amorosa con él. Bendito Jesús, quédate conmigo, revélate y permanece conmigo toda la noche, de suerte que, cuando despierte, pueda estar aun contigo. Observo que la paloma traía en su pico una hoja de oliva, recuerdo de los días pasados y profecía de los futuros. ¿No tengo yo algún placentero recuerdo que traer a la memoria? ¿Alguna promesa de cariño? Sí, Señor mío, yo te presento mi agradecido reconocimiento por tus apacibles mercedes que has renovado todas las mañanas y repetido todas las tardes; y ahora te ruego que extiendas tu mano y pongas a tu paloma en tu pecho.

Charles Haddon Spurgeon.