Versículo para hoy:

martes, 18 de octubre de 2022

ANC Podcast | Una mirada a la vida de Balaam, día 4


Octubre 18 La clave para la devoción del misionero - OSWALD CHAMBERS

 "Pues ellos salieron por amor del nombre de Él", 3 Juan 7

Nuestro Señor nos ha hablado sobre cómo el amor hacia Él se debe hacer manifiesto. "¿Me quieres? Apacienta mis ovejas", ver Juan 21:17, esto es: "Identifícate con mis intereses en otras personas"; y no: "Identifícame a mí con tus intereses en otras personas". 1 Corintios 13:4-8 nos muestra las características de este amor. En realidad, se trata de la manifestación del amor de Dios. La verdadera prueba de mi amor por Jesús es de tipo práctico; todo lo demás es pura palabrería emocional. 

La fidelidad a Jesucristo es producto de la obra sobrenatural de redención que efectúa en mí el Espíritu. "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado", Romanos 5:5, y ese amor actúa eficazmente por medio de mí cuando entro en contacto con todas las personas que me encuentro. Yo permanezco fiel a su nombre, aunque todo hecho racional aparentemente lo desmienta y declare que Él no tiene más poder que la neblina matutina. 

La clave para la devoción del misionero es que no se apegue a nada ni a nadie que no sea nuestro Señor. Esto significa simplemente que nos separamos de las cosas externas que nos rodean. El Señor anduvo de una manera notable en medio de las circunstancias ordinarias de la vida. Pero interiormente estaba separado de todo, excepto de Dios. Con frecuencia el desprendimiento externo indica un apego interno secreto y creciente hacia aquello de lo cual nos separamos exteriormente. 

El deber de un misionero fiel consiste en mantener su alma abierta a la naturaleza del Señor Jesucristo y concentrada en ella. Los hombres y las mujeres que nuestro Señor envía para llevar a cabo sus empresas son comunes, muy humanos, pero controlados por la devoción a Él que produce el Espíritu Santo. 

ANC Podcast | Una mirada a la vida de Balaam, día 3


Octubre 17 Mayores obras - OSWALD CHAMBERS

"De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre", Juan 14:12

La oración no nos capacita para las obras mayores. Orar es la mayor obra. Sin embargo, consideramos la oración como un ejercicio racional de nuestros más elevados poderes con el fin de prepararnos para la obra de Dios. En las enseñanzas de Jesucristo, la oración es la obra que operó el milagro de la redención en mí, el cual reproduce el milagro de la redención en otras personas, por el poder de Dios. El fruto permanece firme por la oración, pero recuerda que ella se basa en la agonía redentora de Cristo, no en tu propia agonía. Debo ir a Dios como su hijo, como un niño, porque sólo un niño obtiene la respuesta a su oración; un hombre "sabio", no (ver Mateo 11:25). 

Sin importar dónde te encuentres, orar es batallar. Cualesquiera sean las circunstancias que Dios disponga, tu deber es orar. Nunca toleres este pensamiento: "No soy de ninguna utilidad donde estoy", porque ciertamente no puedes ser útil donde todavía no estás. Debes orar a Dios todo el tiempo en cualquier lugar y circunstancia que Él te haya puesto. Dios promete: "Todo lo que pidáis al padre en mi nombre, lo haré", Juan 14:13. Pero no queremos orar, a menos que sintamos una gran emoción. Esa es la forma más intensa de egoísmo espiritual. Debemos aprender a obrar de acuerdo con la dirección de Dios y Él nos dice que oremos. "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies", Mateo 9:38.

En el trabajo de un obrero no hay nada de emocionante, pero es él quien hace posibles las ideas del genio. Y es el obrero creyente el que hace posibles las ideas de su Maestro. Cuando trabajas en oración, desde el punto de vista divino, hay resultados todo el tiempo. ¡Qué sorpresa será para ti cuando se levante el velo y veas a todas las personas que cosechaste! Y todo porque te has acostumbrado a recibir las órdenes de Jesucristo.