Versículo para hoy:

martes, 27 de enero de 2015

El Sonido de la Verdad: Libros que recomendamos en el programa ENTENDIENDO...

En el programa de ENTENDIENDO LOS TIEMPOS del 21 de enero de 2015 exhortamos a nuestros seguidores a cultivar el hábito de leer buenos libros.

Oración intercesora de Cristo - Pr. Sugel Michelén

1- Jesús ora por Su glorificación
«Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese». JUAN 17:1-5.

«He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 
Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti;
porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,
y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.
Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos». Juan 17:6-26.

Fuente: SermonAudio

Incubando un plan diabólico - Nancy Leigh DeMoss

ENERO 27

"Porque de su plenitud tomamos todos". Juan 1:16.

ESTAS palabras nos dicen que en Cristo hay una plenitud. Hay una plenitud de esencial deidad, porque "en él habita toda la plenitud de la deidad". Hay una plenitud de humanidad, pues en él, corporalmente, aquella deidad se reveló. Hay en su sangre una plenitud de eficacia expiatoria, porque "la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado". Hay en su vida una plenitud de justicia que justifica, pues "ahora ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Hay en su ruego una plenitud de divina superioridad, pues "él puede salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". Hay en su muerte una plenitud de victoria, pues por la muerte destruyó al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo. Hay en su resurrección una plenitud de eficacia, pues por ella el Señor nos ha regenerado en esperanza viva. Hay en su ascensión una plenitud de triunfo, porque "subiendo a lo Alto, llevó cautiva la cautividad y dió dones a los hombres". Hay en verdad una plenitud de bendiciones de toda suerte. Una plenitud de gracia para perdonar, de gracia para preservar, de gracia para perfeccionar. Hay una plenitud para todas las ocasiones: una plenitud de consuelo en la aflicción, una plenitud de dirección en la prosperidad. Una plenitud de todos los atributos divinos: de la sabiduría, del poder, del amor. Una plenitud que es imposible valorar y mucho menos explorar. "Agradó al Padre que habitase en él toda plenitud". ¡Oh, qué plenitud será ésta de la cual todos reciben! Allí tiene que haber, en verdad, plenitud, pues, a pesar de que la corriente siempre fluye, el manantial crece tan abundante, tan rico y tan completo como siempre. Ven, creyente, satisface todas tus necesidades; pide abundantemente y recibirás con abundancia, pues esta plenitud es inagotable y está guardada donde todas las necesidades pueden alcanzarla, es decir, en Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros.

Fuente: LECTURAS MATUTINAS de Charles Haddon Spurgeon.