Versículo para hoy:

viernes, 10 de noviembre de 2023

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NOVIEMBRE 10 – LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“El eterno Dios es nuestro refugio”. Deuteronomio 33:27.

LA palabra refugio puede ser traducida por “mansión” o por “casa”, lo que da la idea de que Dios es nuestra morada y nuestro hogar. Hay en esta metáfora plenitud y dulzura, pues el hogar, aunque sea una humilde choza o una reducida casucha, es, sin embargo, querido a nuestro corazón; y mucho más querido es nuestro bendito Dios, en quien “vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Es en el hogar donde nos sentimos seguros; dejamos fuera al mundo y permanecemos en tranquila seguridad. Así también cuando estamos con nuestro Dios, no tememos al mal. El es nuestro escudo, nuestro asilo y nuestro permanente refugio. En el hogar descansamos. Es allí donde hallamos reposo después de los trabajos y de las fatigas del día. Y de la misma forma, nuestros corazones hallan descanso en Dios cuando, cansados con las luchas de la vida, nos volvemos a él y reposamos tranquilamente. En el hogar, dejamos nuestros corazones en libertad. No tememos ser mal entendidos ni tememos que alguien tuerza el sentido de nuestras palabras. Así también cuando estamos con Dios, podemos conversar libremente con él, pues si “el secreto de Jehová es para los que le temen”, los secretos de los que le temen deben ser y tienen que ser para su Señor. El hogar es, además, el lugar de nuestra más pura y verdadera felicidad. Tenemos en él un gozo que sobrepuja todo otro gozo. Es también a favor de nuestro hogar que trabajamos y obramos. Pensando en nuestro hogar, recibimos fuerzas para soportar las cargas diarias y para cumplir con nuestro cometido. Aun en este sentido podemos decir que Dios es nuestro hogar. El amor a él nos fortalece. Lo recordamos en la persona de su Hijo. Un vislumbre del rostro del Redentor nos constriñe a trabajar en su causa. Sabemos que tenemos que trabajar, pues tenemos hermanos que aun no son salvos, y por lo tanto, tenemos que alegrar el corazón de nuestro Padre, llevando al hogar a los hijos pródigos.

NOVIEMBRE 9 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Andad en él". Colosenses 2:6.

SI hemos recibido a Cristo en nuestros corazones, nuestra nueva vida manifestará el íntimo conocimiento que tiene de él, observando una conducta de fe en él. Andar denota acción. Nuestra religión no tiene que aprisionarse en nuestra cámara secreta; tenemos, más bien, que llevar a la práctica lo que creemos. Si un hombre anda en Cristo obrará como obraría Cristo, pues estando Cristo en él, con su esperanza, su amor, su gozo y su vida, el tal es el reflejo de la imagen de Jesús, y los hombres dicen de él: "Es igual a su Maestro; vive como Jesucristo". Andar significa progreso. "Así andad en él". Creyente, avanza de gracia en gracia; corre adelante hasta alcanzar el más alto grado de conocimiento que el hombre puede obtener en cuanto a nuestro Amado. Andar denota permanencia. Tenemos que gozar de una perpetua permanencia en Cristo. ¡Cuántos cristianos piensan que sólo por la mañana y por la noche deben tener comunión con Jesús, y que después, pueden entregar sus corazones al mundo durante el día! Es esa una manera muy pobre de vivir. Nosotros tendríamos que estar siempre con él, andar en sus pisadas y hacer su voluntad. Andar denota también hábito. Cuando hablamos de la conducta y de la conversación de un hombre nos referimos a sus hábitos y al constante tenor de su vida. Ahora bien, si nosotros por un tiempo gozamos de Cristo, y después lo olvidamos; si a veces decimos que es nuestro, y luego lo abandonamos, entonces no tenemos perseverancia, no andamos en él. Tenemos que estar constantemente unidos a él, no abandonándolo jamás. Tenemos que "vivir y tener nuestro ser en él". Persevera, cristiano, en el mismo camino en el que has empezado a andar, y como al principio Jesús fue la esperanza de tu fe, la fuente de tu vida, el motivo de tus actos y el gozo de tu espíritu, que siga siendo así hasta el fin. Que lo sea también cuando pases por el valle de la sombra de la muerte y entres en el descanso eterno.

NOVIEMBRE 8 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“De la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo”. Colosenses 2:6.

LA vida de fe está representada como recibiendo; acto este que denota precisamente lo opuesto a todo lo que signifique mérito.
Es sencillamente la aceptación de un don. Como la tierra embebe la lluvia, como el mar recibe los ríos, como la noche acepta la luz de las estrellas, así nosotros, no dando nada, participamos gratuitamente de la gracia de Dios. Los santos, por naturaleza, no son ni fuentes ni manantiales, sino sólo cisternas, en las que fluye el agua viva. Son vasos vacíos en los que Dios derrama su salvación. La idea de recibir denota tener sentido de la realidad. No se puede recibir una sombra; nosotros recibimos lo que es real. Así acontece con la vida de fe; por ella Cristo llega a ser real para nosotros. Mientras estamos sin fe, Cristo es para nosotros un mero nombre, una persona que vivió hace mucho tiempo, y que, por lo tanto, su vida es ahora para nosotros sólo una historia. Por un acto de fe Cristo llega a ser, para nuestros corazones, una persona real. Pero recibir significa también tomar posesión de algo. La cosa que recibo llega a ser mía; yo me apropio de lo que me ha sido dado. Cuando recibo a Jesús, él se convierte, en mi Salvador, tan mío que ni la vida ni la muerte me podrán apartar de él. Todo esto significa recibir a Cristo: recibirlo como el gratuito don de Dios, tener conciencia de su presencia en mi corazón y apropiármelo como mío. La salvación puede describirse como el ciego que recibe la vista, el sordo que recibe la facultad de oír; el muerto que recibe la vida. Pero nosotros no sólo recibimos estas bendiciones, sino que recibimos a Jesucristo mismo. Es verdad que él nos dio vida, nos dio perdón y nos atribuyó su justicia. Todas estas son cosas preciosas, pero no estamos satisfechos con ellas; nosotros hemos recibido a Cristo mismo. El Hijo de Dios ha sido derramado en nosotros, y nosotros lo hemos recibido y nos hemos apropiado de él ¡Qué corazón debe de tener Jesús, pues ni aun el cielo lo pudo contener!

NOVIEMBRE 7 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“He aquí que en las palmas te tengo esculpida”. Isaías 49:16.

NO hay duda de que una parte de la admiración que contienen las palabras: “He aquí”, es producida por la incrédula lamentación del versículo 14. Sión dijo: “Dejóme Jehová, y el Señor se olvidó de mí”. ¡Cuán asombrada parece estar la mente divina ante esta impía incredulidad! No hay otra cosa que sorprenda más que las dudas y los temores infundados del favorecido pueblo de Dios. Las amorosas palabras de reproche que pronuncia el Señor, debieran hacernos sonrojar. Dicen así: “¿Cómo puedo olvidarte si te tengo esculpida en las palmas de mis manos? ¿Cómo te atreves a dudar de que te recuerdo constantemente, si tu memoria está puesta en mi mismo ser? ¡Oh incredulidad, qué extraña maravilla eres tú! No sabemos de qué admirarnos más, si de la fidelidad de Dios o de la incredulidad de su pueblo. Él cumple mil veces con su promesa, y, sin embargo, la próxima dificultad que nos viene, nos hace dudar de él. El nunca falla, nunca se halla como fuente exhausta, ni como sol que se pone, ni como vapor que se disipa, y, sin embargo, nosotros estamos siempre acosados con ansiedades, atormentados con desconfianza y turbados con temores, como si Dios fuera el espejismo del desierto. “He aquí” es una expresión que se aplica para excitar la admiración. Aquí, en realidad, hay motivo para maravillarnos. Los cielos y la tierra bien pueden sorprenderse de que los rebeldes hayan conseguido acercarse tanto al corazón del amor infinito como para ser esculpidos en las palmas de sus manos. “Te tengo esculpida”. No dice: “Tengo esculpido tu nombre”. El nombre está también, pero eso no es todo: “A ti te tengo esculpida”. ¡Mira cuánto significa esto! He esculpido tu persona, tu imagen, tus circunstancias, tus tentaciones, tus debilidades, tus necesidades y tus obras. ¿Dirás otra vez que Dios te ha olvidado, sabiendo que has sido esculpido en sus propias palmas?

NOVIEMBRE 6 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Yo derramaré aguas sobre el secadal”. Isaías 44:3.

CUANDO un creyente ha caído en el abatimiento y en la melancolía, procura, frecuentemente, levantarse de ese estado, maltratándose con tristes y lúgubres temores. No es ese sin embargo el camino para levantarse del polvo, sino para continuar en él. El mismo efecto que produciría una cadena en las alas del águila cuando la queremos hacer volar, es el efecto que produce la duda cuando queremos crecer en la gracia. No es la ley sino el Evangelio lo que salva al alma arrepentida, y no es la servidumbre legal, sino la libertad del Evangelio la que puede restaurar al creyente desalentado. No son los temores serviles los que hacen retornar al que se apartó de Dios, sino la dulce invitación de amor que lo atrae hacia el seno de Jesús. ¿Tienes esta mañana sed del Dios vivo, y te sientes desdichado porque no puedes hallarlo para deleite de tu corazón? ¿Has perdido el gozo de la fe y oras diciendo: “Vuélveme el gozo de tu salud”? ¿Te sientes estéril como tierra seca? ¿No rindes a Dios los frutos que él tiene derecho a esperar de ti? ¿Sientes que no eres ni en la Iglesia ni en el mundo tan útil como debieras ser? Entonces aquí está la promesa que necesitas: “Yo derramaré agua sobre el sequedal”. Recibirás la gracia que tanto buscas, y la tendrás al alcance de tus necesidades. El agua refrigera al sediento: tú, pues, serás refrigerado y tus deseos quedarán satisfechos. El agua aviva la adormecida vida vegetal; tu vida también será vivificada con nueva gracia. El agua hincha los brotes y madura los frutos; tú también tendrás la gracia que hace fructificar, y serás fructífero en los caminos del Señor. Cualquiera de las buenas cualidades que hay en la gracia divina la gozarás plenamente. Recibirás en abundancia todas las riquezas de la divina gracia; estarás empapado en ellas. Y como las praderas algunas veces se inundan por el desbordamiento de los ríos, y los campos se convierten en lagunas, así serás tú.

NOVIEMBRE 5 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Ninguna arma forjada contra ti tendrá éxito”. Isaías 54:17.

ESTE día es notable en la historia de Inglaterra por las dos grandes liberaciones que Dios obró en nuestro favor. En este día, en el año 1605, fue descubierto el complot de los papistas para destruir las Cámaras del Parlamento. “Mientras ellos preparaban en profundas cavernas una trampa para nuestros gobernantes, Dios arrojó del cielo un penetrante rayo y la tenebrosa traición salió a la luz”.
En segundo lugar, hoy es el aniversario del desembarco del rey Guillermo III, en Torbay, en 1688, con lo cual la esperanza del poder papal se desvaneció y la libertad religiosa quedó asegurada. Este día debe ser celebrado no con el libertinaje de los jóvenes sino con el canto de los santos. Nuestros puritanos antecesores, con mucha devoción, hicieron de este día una ocasión especial de acción de gracias. Matthew Henry predicó varios sermones sobre este día. Nuestros sentimientos protestantes y nuestro amor a la libertad tendrían que hacernos observar esta fecha con santa gratitud. Que nuestros corazones y nuestros labios exclamen: “Con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, la obra que hiciste en sus días en los tiempos antiguos, oh Dios”. Tú has hecho de esta nación el hogar del Evangelio, y cuando el enemigo se ha levantado contra ella, tú la has protegido. Ayúdanos a ofrecerte repetidos cantos por tus reiteradas liberaciones. Concédenos más y más odio contra el Anticristo y apresura el día de su completa destrucción. Hasta entonces, y continuamente, creemos en esta promesa: “Ninguna arma forjada contra ti tendrá éxito”. ¿No tendría todo amante del Evangelio de Cristo que abogar hoy por el derrocamiento de las falsas doctrinas y por la propagación de la verdad de Dios? ¿No sería bueno que escudriñásemos nuestros corazones, y sacásemos de él el estorbo de la justicia propia que quizá está escondido en él?