Versículo para hoy:

domingo, 8 de mayo de 2016

RASGANDO EL VELO - A. W. Tozer

El “yo” es el velo opaco que nos oculta el rostro de Dios. Lo único que puede quitarlo es la experiencia espiritual, nunca la instrucción religiosa. Tratar de hacerlo así es como querer curar el cáncer con tratados de medicina. Antes que seamos librados de ese velo, Dios tiene que hacer una obra destructiva en nosotros. Tenemos que invitar a la cruz que haga su obra dentro de nosotros. Debemos poner nuestros pecados del “yo” personal delante de la cruz para que sean juzgados. Debemos estar dispuestos a sufrir cierta clase de sufrimientos, tales como los que sufrió Jesús cuando estuvo delante de Pilato.
Tengamos en cuenta que al hablar de rasgar el velo, estamos usando una figura poética que es placentera, pero la experiencia real en sí nada tiene de agradable. En la experiencia humana ese velo se forma de tejidos espirituales vivientes; está constituido de ese material sensible y vacilante que es nuestro ser. Cualquier cosa que lo toca nos hiere a nosotros con vivo dolor. Arrancar ese velo es hacernos daño, nos lastima y nos hace sangrar. Decir otra cosa es hacer que la cruz no sea cruz y la muerte no sea muerte. Nunca será divertido morir. Desgarrar la tela de que está compuesta la vida nunca dejará de ser doloroso. Pero eso es lo que la cruz significó para Jesús y es lo que debe significar para nosotros.
Tengamos cuidado de no tratar chapuceramente con nuestra vida interior con la esperanza de rasgar nosotros mismos el velo. Dios tiene que hacer eso. La parte nuestra debe ser entregarnos y confiar. Debemos confesar, desechar, resistir nuestros antojos y egoísmos, y darnos por co-crucificados con Cristo. Pero esta co-crucifixión no debe ser una laxa “aceptación” de Cristo, sino una verdadera obra hecha por Dios. No podemos conformarnos solamente con creer en una bonita y agradable doctrina de la crucifixión del yo. Si esto hiciéramos, estaríamos imitando a Saúl, que sacrificó algunas cosas, pero reservó para sí lo mejor del despojo.
Insistamos en que la obra sea hecha conforme a la mejor doctrina y también en la más completa
realidad. La cruz es tosca, y mortal, pero efectiva. No deja a las víctimas colgando indefinidamente de ella. Llega el momento cuando la obra queda consumada y la víctima muere. Es después de la muerte que viene el gozo de la resurrección y la alegría de ver rasgado el velo. Entonces olvidamos los dolores que ha costado, y disfrutamos de la gloria de la presencia del Dios vivo.
Señor, ¡cuán preciosos son tus caminos, y cuán inciertos y sombríos son los nuestros! Enséñanos a morir, para que nos levantemos después a novedad de vida. Rasga de alto abajo el velo de nuestro egoísmo, como rasgaste en dos el velo del templo. Nosotros nos acercaremos a ti en plena certidumbre de fe. Moraremos diariamente contigo aquí en la tierra, para acostumbrarnos a la gloria del cielo cuando lleguemos allá, para estar eternamente a tu lado. En el nombre de Jesús, amén.

TOZER A. W. (1948). ("La Búsqueda de Dios"). 

LECTURAS VESPERTINAS – MAYO 8

“Amístate con él”. Job 22:21.

SI queremos amistarnos con Dios como se debe, y estar en paz, tenemos que conocerlo como él mismo se ha revelado; no solo en la unidad de su esencia y subsistencia, sino también en la pluralidad de sus personas. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Que ninguno quede satisfecho hasta que conozca algo de las tres personas de quienes procede su ser. Esforcémonos por conocer al Padre. Oculta tu cabeza en su seno en profundo arrepentimiento y confiesa que no eres digno de ser llamado su hijo; recibe el beso de su amor; que el anillo, que es prenda de su eterna fidelidad, esté en tu dedo. Siéntate a su mesa y deja que tu corazón se alegre en su gracia. Luego avanza y procura conocer mucho del Hijo de Dios, que es el resplandor de la gloria de su Padre; pero que, sin embargo, en indecible condescendencia de gracia, se hizo hombre por causa nuestra. Conócelo en la peculiar complejidad de su naturaleza: Dios eterno y, sin embargo, hombre, sufriente y finito. Síguelo mientras anda sobre las aguas con el paso de la deidad y mientras se sienta en el pozo con el cansancio de la humanidad. No quedes satisfecho hasta que conozcas mucho de Jesucristo como tu Amigo, tu Hermano, tu Esposo, tu todo. No olvides al Espíritu Santo. Esfuérzate por obtener una clara visión de su naturaleza y carácter, de sus atributos y de sus obras. Contempla aquel Espíritu del Señor que al principio se movía sobre el caos y produjo el orden, y que ahora visita el caos de tu alma y crea el orden de la santidad. Contémplalo como el Señor y Dador de la vida espiritual, el Instructor, el Consolador y el Santificador. Mira cómo, a semejanza de la santa unción, desciende sobre la cabeza de Jesús y luego reposa sobre ti, que eres como el borde sus vestiduras. Tal inteligente, escritural y experimental creencia en la Trinidad en unidad es tuya, si tú verdaderamente conoces a Dios, y tal conocimiento trae en verdad paz.

Charles Haddon Spurgeon.