Les pido a los miembros de las congregaciones evangélicas en la actualidad que tengan muy presente lo que estoy diciendo. Si usted asiste a la iglesia del Sr. A o el Sr. B porque lo considera un predicador excelente, disfruta de sus sermones, no puede escuchar a ningún otro con el mismo gusto, ha aprendido muchas cosas desde que participa de su ministerio ¡y considera un gran privilegio ser uno de sus oyentes! Esto es muy bueno. Es un privilegio. Yo estaría agradecido si se multiplicaran por mil los pastores como el suyo. Pero, al final de cuentas la cuestión es: ¿Qué tiene usted en su corazón? ¿Ha recibido al Espíritu Santo? Si no, no está en mejores condiciones que la mujer de Lot.
Les pido a los empleados domésticos de familias cristianas que tengan muy presente lo que estoy diciendo. Es un gran privilegio vivir en un hogar donde reina el temor de Dios. Es un privilegio escuchar las oraciones familiares en la mañana y en la noche, oír regularmente la exposición de la Palabra de Dios, tener un domingo tranquilo y poder ir siempre a la iglesia. Estas son las cosas a las cuales aspirar cuando busca un empleo, son las cosas que constituyen un ambiente realmente bueno. Un buen salario y poco trabajo no compensan una constante mundanalidad, el no guardar el Día del Señor y la práctica del pecado. Pero cuídese de no contentarse con estas cosas. No crea que porque tiene todos estos beneficios espirituales irá camino al cielo. Tiene que haber gracia en su propio corazón, al igual que las extensas oraciones familiares. Si no, no está en mejores condiciones que la mujer de Lot.
Les pido a los hijos de padres cristianos que tengan muy presente lo que estoy diciendo. Es un gran privilegio ser hijo de padres consagrados y ser educados en medio de muchas oraciones. Es, ciertamente una bendición, que nos enseñen el evangelio desde nuestra primera infancia, escuchar acerca del pecado, Jesús, el Espíritu Santo, la santidad y el cielo, desde nuestros primeros recuerdos. Pero, oh, cuidado que esa semilla no caiga en terreno árido y sin fruto a la luz de todos estos privilegios. Tenga cuidado de que su corazón no permanezca duro, impenitente y mundano, a pesar de los muchos beneficios que disfruta. Usted no puede entrar en el reino de Dios dependiendo de la fe de sus padres. Tiene que comer el pan de vida usted mismo y tener el testimonio del Espíritu en su corazón. Tiene que tener arrepentimiento usted mismo, fe usted mismo, y santificación usted mismo. Si no, no está en mejores condiciones que la mujer de Lot.
Ruego a Dios que todos los cristianos profesantes actuales tomen a pecho estas cosas. Nunca olviden que los privilegios solos, no pueden salvarlos. La iluminación y el conocimiento, la predicación fiel, los medios abundantes de gracia y la compañía de gente santa, son grandes bendiciones y beneficios. ¡Dichosos los que los tienen! Pero, al final de cuentas, hay algo sin lo cual los privilegios son inútiles, ese algo es la gracia del Espíritu Santo. La mujer de Lot tenía muchos privilegios, pero no tenía la gracia.