Versículo para hoy:

viernes, 2 de diciembre de 2016

Sordera Selectiva - José Mendoza

No trate de mejorar los métodos de Dios - Ray Ortlund

Remedios preciosos contra las artimañas del diablo - Pr. Samuel Renihan

La gracia es belleza divina - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – DICIEMBRE 2

“He aquí, todo es vanidad”. Eclesiastés 1:14.

NADA puede satisfacer al hombre en todo su ser, salvo el amor del Señor y el Señor mismo. Los santos han procurado anclar en otras radas, pero fueron echados de tan funestos refugios. A Salomón, el más sabio de los hombres, se le permitió hacer experimentos en favor de todos nosotros y hacer por nosotros lo que nosotros no debemos atrevernos a hacer por nosotros mismos. Aquí tenemos su testimonio en sus textuales palabras: “Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, perseveró conmigo mi sabiduría. No negué mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo vanidad y aflicción de espíritu, y no hay provecho debajo del sol”. “Vanidad de vanidades, todo vanidad”. ¡Qué!, ¿todo es vanidad? ¡Oh!, favorecido monarca, ¿no hay nada de valor en todas tus riquezas? ¿Nada en aquel dilatado dominio que se extiende desde el río hasta la mar? ¿Nada en los magníficos palacios de Palmira? ¿Nada en “la casa del bosque del Líbano”? ¿No hay nada en tu música y baile, en tu vino y lujuria? – “Nada”, responde el monarca, “nada salvo aflicción de espíritu”. Este fue su veredicto cuando él había andado todo el camino del placer. Abrazar a nuestro Señor Jesucristo, permanecer en su amor y estar plenamente seguros de nuestra unión con él, esto es el todo en todo. Querido lector, no necesitas probar otras formas de vida para ver si son mejores que la vida del cristiano. Si recorres el mundo entero no tendrás ninguna visión semejante a la visión del rostro del Salvador. Si pudieras tener todas las comodidades de la vida, pero perdieras al Salvador, serías un desdichado. En cambio, si recibes a Cristo, entonces, aunque te pudrieras en un calabozo, juzgarías ese calabozo un paraíso; y aunque vivieras en la oscuridad o murieras de hambre, te sentirías satisfecho con el favor y la plenitud de la bondad del Señor.

Charles Haddon Spurgeon.