Versículo para hoy:

martes, 27 de septiembre de 2016

Dios llama a todo tipo de madres - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – SEPTIEMBRE 27

“Mi amado metió su mano por el agujero de la puerta y mis entrañas se conmovieron dentro de mí”. Cantares 5:4.

NO era suficiente golpear, pues mi corazón estaba cargado de sueño y, además, muy frío y desagradecido como para levantarse y abrir la puerta, pero el toque de su eficiente gracia ha hecho que mi alma se moviese. ¡Oh!, la paciencia demostrada por mi Amado, quien a pesar de haberse hallado cerrado fuera, permaneció a la puerta mientras yo dormía en el lecho de la pereza. ¡Oh!, la grandeza de su paciencia, al golpear una y otra vez, rogándome que le abriera. ¡Cómo podía yo desairarlo! ¡Vil corazón, sonrójate y confúndete! Pero la mayor de todas las demostraciones de su amor se evidenció en esto: que él mismo haya sido su propio portero y quitase con sus propias manos la tranca de la puerta. ¡Tres veces bendita sea la mano que condesciende a levantar la aldaba y a dar vuelta la llave! Ahora veo que nada sino el poder de mi Señor puede salvar a una perversa masa de maldad como soy yo. Los ritos fallan y aun el Evangelio no tiene efecto sobre mí hasta que la mano de mi Señor abra. Ahora veo también que su mano es buena donde todas las otras cosas no tienen éxito. El puede abrir cuando ninguna otra cosa lo haría. ¡Bendito sea su nombre!, siento aún ahora su bondadosa presencia. Bien pueden mis entrañas conmoverse por él, cuando pienso en todo lo que él sufrió por mí y también cuando pienso en mi mezquina retribución. Yo he permitido que mis afectos se extraviaran; he erigido rivales. ¡Oh!, el más bello y querido de los amados, yo te he tratado como trata a su marido una infiel esposa. ¡Oh!, mis crueles pecados; mi cruel egoísmo. ¿Qué puedo hacer? Las lágrimas son pobres para mostrar mi arrepentimiento; todo mi corazón bulle con indignación contra mí mismo. ¡Infeliz de mí, que traté a mi Señor, mi Todo en todo, mi muy grande gozo, como si fuera un extranjero! Jesús, tú perdonas sin reservas, pero esto no es suficiente. Impide que vuelva a serte infiel. Enjuga estas lágrimas con un beso y, después, limpia mi corazón y átalo a ti con siete cuerdas para que nunca más se extravíe.

Charles Haddon Spurgeon.