III. El carácter no bíblico del romanismo
En tercer lugar, estos tiempos requieren de nosotros que tengamos un sentido más claro y vivo del carácter del romanismo; que estemos convencidos de que dista mucho de ser bíblico y lleva el alma a la ruina. Este es un tema doloroso, pero es imperativo atacarlo de frente.
(1) Las verdades del caso son muy sencillas. Ningún observador inteligente puede dejar de ver que el tono del sentimiento público en Inglaterra en cuanto al romanismo ha cambiado muchísimo en los últimos años. El Padre Oakley, conocido y errado sacerdote, aliado del Cardenal Newman, asegura esto triunfalmente en una edición reciente de su libro Contemporary Review (Crítica contemporánea). Y lamento tener que admitir que, según mi opinión, dice la verdad. Ya no existe una aversión, animosidad ni desconfianza general hacia el papado, que una vez fue casi general en este país. Parece que ya no existe la claridad de antes en el sentimiento británico acerca del protestantismo. Algunos afirman estar cansados de toda la controversia religiosa y están dispuestos a sacrificar la verdad de Dios con tal de mantener la paz. Algunos consideran al romanismo, simplemente como una de las muchas expresiones religiosas inglesas, ni peor ni mejor que las demás. Algunos tratan de convencernos de que el romanismo ha cambiado y ya no es tan malo como lo era. Otros destacan audazmente las faltas de los protestantes y proclaman, a viva voz, que los romanistas son tan buenos como nosotros. Algunos opinan que está bien y es una muestra de liberalidad ser abierto, y argumentan que no tenemos derecho de creer que si una persona es sincera en cuanto a su credo, esté errada. No obstante, hay dos grandes verdades históricas: (a) que la ignorancia, la inmoralidad y la superstición reinaban soberanamente en Inglaterra hace 400 años bajo el papado y (b) que la Reforma fue la bendición más grande que Dios le dio a este país. ¡Estas son verdades que sólo a los papistas se les ocurría disputar cincuenta años atrás, pero que ahora es conveniente y está de moda olvidar! En suma, al ritmo que vamos, no sorprendería si, repentinamente, cambiaran las leyes y se permitiera que un papista usara la corona de Inglaterra.
(2) Las causas de este lamentable cambio no son difíciles de descubrir.
(a) Surgen en parte por el celo constante de la Iglesia de Roma misma. Sus agentes nunca descansan ni duermen. Van por mar y tierra para ganar un prosélito. Se inmiscuyen en todas partes, desde los palacios hasta las fábricas, para promover su causa.
(b) Se ha extendido inmensamente por las medidas del partido ritualista de la Iglesia Anglicana. Ese cuerpo enérgico y activo ha estado vilipendiando a la Reforma y burlándose exitosamente del protestantismo durante muchos años. Ha corrompido, cegado y envenenado la mente de muchos fieles con sus incesantes interpretaciones erróneas. Ha familiarizado gradualmente al pueblo con cada doctrina y práctica del romanismo: La presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía, la transubstanciación (creencia por la fe, no por los sentidos, de que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en la eucaristía), la misa, la confesión auricular y absolución sacerdotal, el carácter sacerdotal del ministerio, el sistema monástico y un estilo histriónico, sensual y llamativo de su culto público. ¡La consecuencia natural es que mucha gente sencilla no ve nada perjudicial en el papismo!
(c) Por último, pero no menos importante, es cómo la liberalidad falsa del tiempo en que vivimos ayuda a una tendencia hacia el catolicismo romano. Está de moda decir ahora que todas las sectas debieran considerarse iguales, que el estado no debería tener nada que ver con la religión, que todos los credos debieran ser considerados con el mismo respeto y que todas las religiones, en el fondo, comparten una verdad, ¡sea el budismo, islamismo o cristianismo! La consecuencia es que miríadas de gente ignorante comienzan a pensar que no hay nada realmente peligroso en los principios de los papistas, como no lo hay en los principios metodistas, independientes, presbiterianos o bautistas, y que tenemos que dejar tranquilo al romanismo y nunca exponer su carácter antibíblico que deshonra a Cristo.
(3) Las consecuencias de este cambio de actitud serán muy desastrosas y funestas a menos que se lo detenga. Dejar que el papado se extienda en Inglaterra, significará el final de toda nuestra grandeza nacional. Dios nos abandonará y nos hundiremos al nivel de Portugal y España. Significará que se desalentará la lectura de la Biblia, se prohibirá tener un criterio personal, aparecerán obstáculos y obstrucciones en el camino hacia la cruz de Cristo, se volverá a establecer la función sacerdotal, la confesión auricular en cada parroquia, los monasterios cundirán por todo el país. Las mujeres en todas partes se arrodillarán como esclavas a los pies de los clérigos, los hombres perderán su fe y serán escépticos, las escuelas y universidades pasarán a ser seminarios de los jesuitas, el libre pensamiento será denunciado y declarado anatema. Y con todo esto, gradualmente irá desapareciendo la valentía e independencia del carácter británico. Creo con firmeza que todo esto sucederá, a menos que se avive el sentimiento del valor intrínseco del protestantismo.
(4) Advierto a todo el que lee este escrito y, en particular, advierto a mis hermanos creyentes, que estos tiempos requieren que despertemos y nos mantengamos en guardia. Cuidémonos del romanismo y de cualquier enseñanza religiosa que, queriendo o no, le abre a este el camino. En nuestro país está desapareciendo gradualmente el protestantismo; le ruego que comprenda esta dolorosa verdad. Y le ruego, como cristiano y patriota, que resista la creciente tendencia a olvidad las bendiciones de la Reforma Inglesa.
Por Cristo, por la iglesia, por nuestra patria, por nuestros hijos, no volvamos a la ignorancia, a la superstición, a los artificios sacerdotales y a la inmoralidad romana. Nuestros antepasados probaron el papado durante siglos y, finalmente, se libraron de él con disgusto e indignación. No volvamos el reloj regresando a Egipto. No hagamos las paces con Roma hasta que Roma confiese sus errores y haga las paces con Cristo. Hasta que Roma haga eso, la reunificación de las iglesias occidentales, de la cual hablan algunos y nos la recomiendan, es un insulto al cristianismo.
Lea su Biblia y llene su mente de argumentos bíblicos. Un laicado que lee la Biblia es la manera más segura de defenderse contra el error. No temo por el protestantismo inglés si el laicado inglés cumple su deber. Lea sus treinta y un artículos en Apology (Apología) de Jewell y note cómo esos documentos prácticamente olvidados hablan de las doctrinas romanas. Lamentablemente, los clérigos somos a menudo los culpables. ¡No observamos el primer canon que manda predicar cuatro veces por año en contra de la supremacía del Papa! Con demasiada frecuencia, nos comportamos como si el "papa gigante" estuviera muerto y sepultado, y nunca lo mencionamos. Con demasiada frecuencia, por temor a ofender, no le mostramos a nuestra gente la naturaleza e impiedad real del papado.
Ruego a mi lector que, además de leer la Biblia y los Artículos, lea la historia y se entere de lo que Roma hizo en el pasado. Lea cómo pisoteó las libertades de nuestro país, saquearon los bienes de nuestros antepasados y mantuvieron a toda la nación en la ignorancia, la superstición y la inmoralidad. Lea cómo el Arzobispo Laud arruinó a la iglesia y al estado, y causó que él y el Rey Carlos fueran ejecutados en la horca por su esfuerzo necio, obstinado y desagradable a Dios de erradicar el protestantismo de la Iglesia Anglicana. Lea cómo el último rey de Inglaterra papista, Jacobo Segundo, perdió su corona por su audaz intento de arrasar con el protestantismo y volver a introducir el papado. Y recuerde que Roma nunca cambia. Es su gloria presumir que es infalible y que siempre lo será.
Lea también las condiciones alrededor del mundo en la actualidad. ¿Qué es lo que hizo de Italia y Sicilia lo que eran hasta hace poco? El papado. ¿Qué es lo que ha hecho de los estados sudamericanos lo que son? El papado. ¿Qué es lo que ha hecho de España y Portugal lo que son? El papado. ¿Qué es lo que ha hecho de Irlanda lo que es en Munster, Leinster y Connaught? El papado. ¿Qué es lo que hace que Escocia, los Estados Unidos y nuestra amada Inglaterra sean los países prósperos que son, y rogamos que lo sigan siendo? Respondo sin vacilar que es el protestantismo, la libertad de leer la Biblia y los principios de la Reforma. Por favor, ¡piénselo dos veces antes de descartar los principios de la Reforma! Piénselo dos veces antes de ceder a la tendencia prevaleciente de favorecer el papado y volver a Roma.
La Reforma...
-encontró a los ingleses sumidos en la ignorancia y los dejó poseyendo conocimiento,
-los encontró sin Biblias y puso una Biblia en cada parroquia,
-los encontró en las tinieblas y los dejó, comparativamente hablando, en la luz,
-los encontró sujetos a los sacerdotes y los dejó disfrutando la libertad que brinda Cristo,
-los encontró ignorantes en cuanto a la sangre de la expiación, la fe, la gracia y la verdadera santidad, y los dejó con la llave de estas bendiciones en las manos,
-los encontró ciegos y los dejó viendo,
-los encontró esclavos y los dejó libres.
¡Siempre demos gracias a Dios por la Reforma! ¡Encendió una luz que no debemos dejar que se apague nunca! ¡Digo bien cuando afirmo que estos tiempos requieren de nosotros un sentido renovado de las maldades del romanismo y del valor enorme de la Reforma Protestante!
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