Versículo para hoy:

miércoles, 21 de diciembre de 2016

La prueba decisiva del amor - Nancy DeMoss de Wolgemuth, Federico y Mayra Ortiz

El Mejor De Los Regalos | Emanuel Betances



LECTURAS VESPERTINAS – DICIEMBRE 21

“Y te vestí de bordado y te calcé con tejón y ceñíte de lino fino y te vestí de seda”. Ezequiel 16:10.

¡MIRA con qué incomparable generosidad el Señor provee de atavío a los suyos! Estos están tan bien adornados que casi se observa a la divina pericia produciendo un bordado sin igual, en el que todos los atributos tienen su parte, y en el que toda la belleza divina es revelada. Ningún arte puede compararse al arte desplegado en nuestra salvación; ningún hábil trabajo es igual al que se ve en la justificación de los santos. La justificación ha monopolizado las plumas eruditas de la Iglesia de todos los siglos, y será el tema admirado en la eternidad. En verdad, Dios “hizo esa obra primorosamente”. En toda esta elaboración está mezclada la utilidad con la durabilidad, la que puede compararse con nuestro estar calzados con tejón. El animal aquí mencionado es desconocido, pero su piel cubrió el tabernáculo y formó uno de los cueros más finos y fuertes que se conocen. La justicia que es de Dios por la fe, permanece para siempre y el que se calza con esta divina preparación andará por el desierto con seguridad y aun, quizás, pueda poner su pie sobre el león y el basilisco. La pureza y dignidad de nuestra vestidura están representadas por el lino fino. Cuando el Señor santifica a los suyos, estos se cubren, como los sacerdotes, de blanco inmaculado; ni aun la nieve misma sobrepasa esa blancura. Los tales son a los ojos de los hombres y de los ángeles seres puros y aún ante los ojos del Señor aparecen sin mancha. Además, ese atavío real es delicado y rico como la seda. Para adquirirlo, no se miró en gastos; no se le rehusó hermosura; no se le negó elegancia. ¿Qué, pues? ¿No sacamos de esto ninguna inferencia? Sin duda, hay gratitud que debe sentirse y gozo que debe expresarse. ¡Ven, corazón mío, no rehúses tu aleluya vespertino! ¡Afina tus flautas! ¡Toca tus cuerdas!

Charles Haddon Spurgeon.