Versículo para hoy:

lunes, 29 de abril de 2024

EL MISTERIO DE LA PROVIDENCIA – JOHN FLAVEL

CAPÍTULO 5: EL PLACER Y EL BENEFICIO QUE SE OBTIENEN DE CONTEMPLAR LO QUE DIOS HACE EN LA PROVIDENCIA

-Parte 2-

Estudiar lo que Dios hace en la providencia corregirá la incredulidad natural de nuestros corazones

Hay una incredulidad natural en los mejores corazones, la cual es incrementada cuando pensamos equivocadamente acerca de las obras de la providencia. Somos tentados a decir igual que el salmista: “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.” (Sal.73:12) Pero si somos cuidadosos en observar la manera en que Dios castiga a los hombres malvados, algunos de ellos en este mundo y todos ellos en el mundo venidero, nuestra fe será confirmada plenamente. Aquellas providencias las cuales muestran la sabiduría, el poder, el amor y la fidelidad de Dios en preservar y librar a su pueblo de todos sus peligros, temores y dificultades, son muy claras. El Señor se manifiesta a su pueblo por medio de estas cosas. (Sal.94:1) Piense en sus propias experiencias y pregúntese ¿Quién suplió todas sus necesidades en los tiempos difíciles? ¿Acaso no fue el Señor? “Ha dado alimento a los que le temen; para siempre se acordará de su pacto.” (Sal.111:5) ¿Cómo es que usted ha sobrevivido a través de tantos peligros, enfermedades y accidentes? No hay duda alguna de que Dios estaba presente en todas estas cosas y solo por su cuidado usted ha sido preservado. La mano de Dios también se ve claramente en las respuestas a sus oraciones. “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias.” (Sal.34:4 y 6) ¿No ha descubierto la mano de Dios guiando y dirigiendo sus caminos a fin de que bendiciones que usted nunca se imaginó le han sido otorgadas? Su pueblo le es muy querido a Dios, y Él hace todas las cosas a favor de ellos. (Sal.57:2)

Llevar un registro de lo que la providencia ha hecho será un apoyo real en los tiempos difíciles en el futuro.

Es mucho más fácil para la fe viajar por un camino muy conocido que trazar un camino nuevo donde no puede ver ni un paso adelante. El acto de la fe cuando por primera vez confiamos en Cristo fue el más difícil. Todos los actos subsecuentes de la fe son hechos más fáciles por nuestras primeras experiencias. Cuando llegamos a un tiempo de problemas nuevos, es de gran ayuda poder decir: “Esta no es la primera vez que he estado en estas profundidades, y he salido con bien antes.” Cuando los discípulos no tuvieron pan, Cristo les tuvo que recordar de los milagros que el hizo anteriormente. (Mat.16:8-11) Les llamó hombres de “poca fe” porque deberían haber confiado en Dios después de haber sido testigos de su poder en el pasado. Hay dos maneras en que mostramos nuestra incredulidad:

1-     Dudamos del poder de Dios.

2-     Dudamos de su voluntad para ayudarnos.

El pueblo de Israel pensó que algunas cosas le serían imposibles a Dios. ¿Podrá poner mesa en el desierto? ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? (Sal.78:19-20) Porque nosotros no vemos la forma en que el alivio vendrá, pensamos que no podemos esperar nada. Pero todos estos razonamientos de la incredulidad son vencidos si solo pensamos en nuestras anteriores experiencias. Dios nos ha ayudado, entonces puede ayudarnos ahora. Tiene el mismo poder y la misma capacidad que siempre ha tenido. 

La incredulidad también cuestiona si Dios será misericordioso ahora aunque lo ha sido en el pasado. David y Pablo razonaron relacionando lo que Dios había hecho antes a lo que haría ahora. (1 Sam. 17:36; 2 Cor.1:10) ¿Cuál cuestionamiento puede haber ahora, después de tantas y continuas pruebas en el pasado de la bondad de Dios?

La incredulidad pudiera decir: ¿Cómo puede una criatura tan mala y pecaminosa como yo, esperar que Dios haga tal o cual cosa para mí? Usted puede contestar: La misericordia de Dios me apareció primero, cuando era peor de lo que soy ahora; por lo tanto, aún esperaré que su bondad continúe conmigo, aunque no la merezca. “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.” (Rom.5:10)