Versículo para hoy:

jueves, 30 de junio de 2016

Siempre hay un remanente - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – JUNIO 30

“¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti”. Jeremías 32:17.

EN el mismo tiempo en que los caldeos cercaban a Jerusalén, y cuando la espada, el hambre y la pestilencia habían desolado la tierra, Dios ordenaba a Jeremías que comprara un campo y tuviera la escritura de la transferencia sellada y atestiguada. Era esta una compra rara para que la hiciera un hombre cuerdo. La prudencia no podría justificarla, pues era comprar con escasa probabilidad de que la persona que la compraba pudiera alguna vez gozar de la posesión. Pero para Jeremías era suficiente que su Dios se lo mandara, pues él bien sabía que Dios será justificado por todos sus hijos. El razonaba así: “¡Ah, Señor Dios, tú puedes librar esta nación de estos opresores; puedes aun hacerme sentar bajo mi vid y bajo mi higuera en la heredad que he comprado, porque tú hiciste los cielos y la tierra y nada hay difícil para ti”. El hecho de que osaran hacer cosas que la razón carnal condenaría dio dignidad a los primitivos cristianos. Ya sea un Noé, que tiene que construir un arca en la tierra seca; o un Abraham, que tiene que ofrecer a su único hijo; o un Moisés, que tiene que despreciar los tesoros de Egipto, o un Josué, que tiene que cercar a Jericó por siete días, sin el uso de armas, sino con el sonido de las bocinas de cuernos de carnero, todos obedecen la orden de Dios, que era contraria a los dictados de la razón carnal, y, como resultado de su obediencia, Dios les dio un rico galardón. Quiera Dios que tengamos en la religión de estos tiempos modernos una infusión más abundante de esta fe heroica en Dios. Si nos aventuráramos más a confiar en la simple promesa de Dios, entraríamos en un mundo de maravillas que aún desconocemos. Que el punto de confianza de Jeremías sea nuestro: nada es demasiado difícil para Dios, que creó los cielos y la tierra.

Charles Haddon Spurgeon.