Versículo para hoy:

sábado, 20 de mayo de 2023

MAYO 8 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"El que había sido sanado, no sabía quien fuese". Juan 5:13

CUANDO hay salud y felicidad los años son cortos, pero treinta y ocho años de enfermedad le habrán parecido muy largos al pobre hombre impotente. De manera que, cuando Jesús lo sanó con una palabra, mientras yacía junto al pozo de Betesda, sintió, con agrado, un gran cambio. Así también el pecador que ha estado por semanas y meses desesperadamente paralítico y suspira por salvación, es muy consciente del cambio, cuando Jesús pronuncia la palabra de poder, y le da, al creer, gozo y paz. El mal quitado es demasiado grande para que no notemos el alivio; la vida que se nos imparte es demasiado importante para que la poseamos sin sentirla; y el cambio operado es demasiado maravilloso para que no lo advirtamos. Sin embargo, el pobre hombre no conocía al autor de su cura. No conocía el carácter sagrado de su persona, los oficios que desempeñaba o la misión que lo había traído a estar entre los hombres. Mucha ignorancia queda en los corazones que, no obstante, sienten el poder de su sangre. No debemos condenar precipitadamente a los hombres por su falta de conocimiento, sino que donde podemos ver la fe que salva al alma, debemos creer que la salvación ha sido otorgada. El Espíritu Santo hace penitentes a los hombres, antes de hacerlos teólogos; y el que cree lo que sabe, pronto conocerá más claramente lo que cree. Sin embargo, la ignorancia es un mal, pues este pobre hombre fue muy molestado por los fariseos, y fue muy incapaz de discutir con ellos. Es bueno saber responder a los que contradicen, pero no podemos hacerlo si no conocemos claramente al Señor Jesús. Sin embargo, la cura de su ignorancia pronto siguió a la cura de su enfermedad, pues él fue visitado por Jesús en el templo. Y después de aquella manifestación, se le halló testificando "que Jesús era el que lo había sanado".

MAYO 7 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Le siguieron muchas gentes, y sanaba a todos”. Mateo 12:15

¡CUÁNTAS enfermedades espantosas eran presentadas a Jesús! Sin embargo, él no se enfadaba, sino atendía pacientemente a cada enfermo. ¡Qué variedad singular de males se juntó a sus pies! ¡Qué repugnantes úlceras y qué putrefactas llagas! Sin embargo, Jesús estaba pronto para hacer frente a toda nueva manifestación del monstruo del mal, y siempre salía victorioso. Vinieran de donde vinieran los dardos de fuego, él siempre los apagaba. El calor de la fiebre o el frío de la hidropesía; el letargo de la parálisis o la furia de la locura; la inmundicia de la lepra y la oscuridad de la oftalmía, todos conocían su poder y a sus órdenes, salían.
En todo lugar Jesús salía victorioso sobre el mal, y recibía el homenaje de los cautivos libertados. El vino, vio y conquistó en todo lugar. Y esta mañana es lo mismo. Cualquiera sea mi mal, el médico amado puede sanarme; y cualquiera sea el estado de los que puedo recordar en oración esta mañana, puedo confiar en que Jesús los sanará de sus pecados. Mi hijo, mi amigo, mis seres más queridos; por todos puedo esperar cuando recuerdo el poder sanador de mi Señor; y en cuanto a mí, aunque dura es la lucha que tengo con los pecados y las enfermedades, puedo, no obstante, estar de buen ánimo. El que sobre la tierra atendió los hospitales, dispensa aún su gracia y obra maravillas entre los hijos de los hombres. Voy a él enseguida. Lo alabo esta mañana al recordar cómo obró sus curas espirituales, que le dieron tanto renombre. Recordemos que lo hizo “llevando nuestras enfermedades”. “Por sus llagas fuimos nosotros curados”. La Iglesia que está en la tierra está llena de almas sanadas por nuestro Médico Amado; y los habitantes del cielo mismo confiesan que él los sanó a todos. Ven entonces, alma mía, publica las virtudes de su gracia, y haz que sean a “Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída”.

MAYO 6 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Moramos en él”. 1ª Juan 4:13

¿NECESITAS una casa para tu alma? ¿Preguntas cuánto cuesta? Cuesta menos de lo que la orgullosa naturaleza humana querrá dar. Esa casa se ofrece sin dinero y sin precio. ¡Ah, tú quisieras pagar un elevado alquiler! ¡Quisieras hacer algo para ganar a Cristo! Entonces no puedes tener la casa, pues se da “sin dinero y sin precio”. ¿Deseas tomar para siempre en arriendo la casa de mi Maestro, sin pagar nada, excepto el amarlo y servirlo siempre? ¿Quieres aceptar a Jesús y “morar en él”? Mira, esta casa está equipada con todo lo necesario. Está llena de mayores riquezas que las que puedes gastar en toda la vida. Aquí puedes tener íntima comunión con Cristo y gozarte en su amor; aquí hay mesas bien surtidas, con alimento suficiente para vivir siempre. En esta casa puedes hallar, cuando estás cansado, descanso con Jesús, y desde ella puedes mirar y ver el cielo mismo. ¿Quieres tener esa casa? Si estás sin casa ni hogar dirás: “Quisiera tener esa casa, pero ¿puedo tenerla?” Sí, puedes; hay una llave, es ésta: “Ven a Jesús”. “Pero –dirás- estoy demasiado andrajoso para estar en esa casa”. No te preocupes. Hay vestidos dentro de ella. Ven, si te sientes culpable y condenado; y aunque la casa sea demasiado buena para ti, Cristo pronto te hará lo suficientemente bueno para la casa. Te lavará y te limpiará y te pondrá en condiciones de cantar: “Nosotros moramos en él”. Creyente, tres veces feliz eres tú teniendo esa casa. Eres muy privilegiado, pues tienes una sólida habitación en la que estás seguro para siempre. Y morando en él, no sólo tienes una perfecta y sólida casa, sino una casa perdurable. Cuando este mundo se desvanezca como un sueño, nuestra casa subsistirá y permanecerá más indestructible que el mármol, más sólida que el granito, con existencia propia como Dios, pues esa casa es Dios mismo. “Nosotros moramos en él”.

MAYO 5 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo”. 2ª Corintios 6:16

¡QUÉ título hermoso: “Mi pueblo”! ¡Qué revelación animadora: “El Dios de ellos”! ¡Cuánto significan estas dos palabras: “Mi pueblo”! Aquí hay especialidad. El mundo entero es de Dios. El cielo, aun el cielo de los cielos es del Señor, y él reina en medio de los hijos de los hombres. Pero de aquellos a quienes ha elegido y ha comprado para sí, dice lo que no dice de otros: “Mi pueblo”. En esta palabra está encerrada la idea de propiedad. En una manera especial la “porción de Jehová es su pueblo; Jacob es la suerte de su heredad”. Todas las naciones que están sobre la tierra son suyas; el mundo entero está bajo su poder, sin embargo, su pueblo, sus escogidos, son más particularmente su posesión, pues él ha hecho por ellos más que por los otros. Él los ha comprado con su sangre; los ha llevado cerca de él; ha puesto sobre ellos su gran corazón; los ha amado con amor eterno, un amor que no será apagado por las muchas aguas, y que las revoluciones de los tiempos no podrán disminuirlo en el más mínimo grado. Querido amigo, ¿puedes por fe verte en aquel número? ¿Puedes mirar al cielo y decir: “Mi Señor y mi Dios: mío por aquel agradable parentesco que me autoriza a llamarte Padre; mío por aquella santificada comunión que me gozo en mantener contigo, cuando te place manifestarte a mí, como no lo haces con el mundo?” ¿Puedes leer el Libro Revelado y hallar allí los documentos de tu salvación? ¿Puedes leer tu título escrito con preciosa sangre? ¿Puedes, por humilde fe, prenderte de las vestiduras de Jesús y decir: “Mi Cristo”? Si puedes, entonces Dios dice de ti y de otros como tú: “Mi pueblo”, pues si Dios es tu Dios y Cristo es tu Cristo, el Señor tiene para contigo una especial y peculiar merced; eres el objeto de su elección, acepto en su Hijo amado.

MAYO 4 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“¿Ha de hacer el hombre dioses para sí? Mas ellos no son dioses”. Jeremías 16:20

LA idolatría era uno de los grandes pecados del antiguo Israel, y el Israel espiritual está afectado de una tendencia a la misma locura. La estrella de Remfán ya no alumbra más y las mujeres no lamentan más por Tammuz, pero Mammón todavía introduce su becerro de oro, y los altares del orgullo no son abandonados. El yo, en sus varias manifestaciones, se esfuerza por someter a sus elegidos bajo su dominio, y la carne levanta sus altares donde puede hallar espacio para ellos. Los hijos preferidos son, frecuentemente, causa de mucho pecado en los creyentes. El Señor se contrista cuando ve que los mimamos excesivamente. Vivirán para sernos causa de gran maldición, así como Absalón lo fue para David; o si no, nos serán quitados, dejando así desolados nuestros hogares. Si los cristianos quieren pasar noches de extenuante insomnio, que mimen a sus hijos.
Bien dice el pasaje que los dioses hechos por el hombre “no son dioses”, porque esos objetos de nuestro ridículo amor constituyen muy dudosas bendiciones, el solaz que nos pueden dar ahora es peligroso, y la ayuda que puedan comunicarnos en la hora de la aflicción es nula. ¿Por qué, entonces nos dejamos embelesar por las vanidades? Nos compadecemos del gentil que adora a un dios de piedra, pero sin embargo adoramos a un dios de oro. ¿Dónde está la superioridad entre un dios de carne y un dios de madera? El motivo, el pecado, la insensatez son los mismos ingredientes en ambos casos, sólo que en nuestro caso el crimen es más grave, porque tenemos más luz y pecamos frente a ella. Los paganos se inclinan ante una falsa deidad, pero ellos nunca conocieron al verdadero Dios. Nosotros cometemos dos males, puesto que olvidamos al Dios viviente y nos tornamos a los ídolos. ¡Que Dios nos libre de esta grave iniquidad!

MAYO 3 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"En el mundo tendréis aflicción". Juan 16:33

CREYENTE, ¿quieres saber la razón de esto? Mira hacia arriba, a tu Padre Celestial, y contémplalo tal cual es: puro y santo. ¿Sabes que un día serás como él es? ¿Quieres tú ser conforme a su imagen, sin ningún contratiempo? ¿No quieres, más bien, pasar por el crisol de la aflicción con el fin de purificarte? ¿Será fácil cosa librarte de la corrupción y hacerte perfecto, así como tu Padre que está en el cielo es perfecto? Luego, cristiano, torna tus ojos hacia abajo. ¿Sabes qué enemigos tienes debajo de tus pies? Tú, una vez, eras un siervo de Satanás, y ningún rey pierde de buen grado a sus súbditos. ¿Crees que Satanás te dejará solo? No, él estará siempre tras tuyo, pues "él anda como león rugiente, buscando a quien devorar". Espera aflicción, cristiano, cuando miras hacia abajo. Después mira alrededor de ti. ¿Dónde estás? Estás en un país enemigo y eres un peregrino y un advenedizo. El mundo no es amigo tuyo. Si lo fuese, no serías amigo de Dios, pues el que es amigo del mundo se constituye enemigo de Dios. Ten por cierto que hallarás enemigos por todas partes. Cuando duermas, recuerda que estás descansando en el campo de batalla; cuando camines, sospecha que hay una emboscada en cada esquina. Como los mosquitos -según se dice- pican más a los extranjeros que a los nativos, así también las aflicciones de la tierra son más severas para ti. Por último, mira dentro de ti, en tu propio corazón, y observa qué hay. El pecado y el yo todavía están allí. ¡Ah!, aunque no hubiese diablo que te tentara, ni enemigo que te combatiera, ni mundo que te engañara, hallarías, con todo, en ti mismo, suficiente mal para atormentarte terriblemente pues "engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso". Espera tribulación, entonces, pero no te desalientes por eso, pues Dios está contigo para ayudarte y fortalecerte. Él dijo: "Yo estaré con él en la angustia: lo libraré y lo glorificaré".

MAYO 2 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del mal". Juan 17:15

ES este un suceso agradable y bendito que experimentarán todos los creyentes en su debido tiempo: ir a estar con Jesús. En unos pocos años más los soldados del Señor, que ahora pelean la buena batalla de la fe, habrán terminado con el conflicto y entrarán en el gozo de su Señor. Pero, aunque Cristo ruega que su pueblo esté al fin con él, donde él está, no pide, sin embargo, que sea llevado enseguida del mundo al cielo. Al contrario, desea que quede aquí. Pero, ¡cuán frecuentemente el cansado peregrino eleva esta oración!: "¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría". Pero Cristo no ora así; él nos deja en las manos de su Padre hasta que, igual que el grano maduro, nos reunamos en el granero de nuestro Maestro. Jesús no ruega por nuestra pronta partida por la muerte, porque quedar en la carne, si no es provechoso para nosotros mismos, es necesario para los demás. Él pide que seamos guardados del mal, pero nunca pide que seamos admitidos en la herencia de gloria, hasta que lleguemos a la ancianidad. Los cristianos, cuando tienen alguna prueba, por lo regular desean morir. Preguntadles el porqué, y os dirán: "Porque nosotros desearíamos estar con el Señor". Tememos que no sea tanto el deseo de estar con el Señor cuanto el de verse libres de la prueba; de lo contrario, sentirían el mismo deseo en tiempos de bonanza. Desean ir al hogar celestial, no tanto por estar con el Señor cuanto por descansar. Es muy justo el deseo de partir, si lo podemos hacer en el mismo espíritu en que lo hizo Pablo, pues estar con Cristo es mucho mejor; pero el deseo de huir de la aflicción es egoísmo. Que nuestra preocupación y deseo sea más bien glorificar a Dios en nuestras vidas, en este mundo, hasta que a él le plazca, aun cuando sea en medio de fatigas, de conflictos y de sufrimientos; y dejemos en sus manos la hora de nuestra partida.

MAYO 1 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"La Iglesia que está en tu casa". Filemón 2

¿HAY una Iglesia en esta casa? Los padres, los hijos, los amigos, los sirvientes, ¿son todos miembros de ella? ¿O hay alguno inconverso todavía?
 Detengámonos aquí y hagámonos cada uno esta pregunta: "¿Soy yo un miembro de la Iglesia que está en esta casa?" ¡Cómo saltaría de gozo el corazón del padre y cómo se llenarían de santas lágrimas los ojos de la madre si desde el mayor hasta el menor fuesen todos salvos! Oremos por esta grande bendición hasta que el Señor nos la dé. Probablemente el objeto más querido de los deseos de Filemón fue el de que toda su casa fuese salva, pero esto, al principio, no le fue concedido totalmente. Tuvo un siervo perverso, llamado Onésimo, que después de agraviarlo, huyó de su casa. Las oraciones de su amo lo siguieron, y, al fin, Dios quiso que Onésimo fuese a escuchar la predicación de Pablo; su corazón fue tocado y volvió a Filemón, no sólo para ser un siervo fiel, sino un hermano amado, añadiendo así otro miembro a la Iglesia de la casa de Filemón. ¿Está ausente esta mañana algún hijo o sirviente inconverso? Hagamos una súplica especial para que el tal, al volver al hogar, alegre todos los corazones con la buena nueva de lo que la gracia ha hecho en él. ¿Hay algún inconverso entre los presentes? Que participe con ardor de este mismo ruego. Si hay en nuestra casa una Iglesia, dirijámosla bien, y obremos todos como delante del Señor. Entremos en los asuntos comunes de la vida con santidad, diligencia, benevolencia e integridad. Se espera más de una Iglesia que de una simple familia. En este caso, el culto familiar tiene que ser más sentido y más ferviente. El amor íntimo debe ser más cálido e intacto, y la conducta exterior tiene que ser más santificada y más cristiana. No tenemos que temer que lo reducido de nuestro número nos ponga fuera de la lista de las Iglesias, pues el Espíritu Santo ha anotado una familia-iglesia en el inspirado libro de las memorias.

ABRIL 30 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Y quejáronse todos los hijos de Israel”. Números 14:2

ENTRE los cristianos de hoy hay murmuradores como los hubo en la antigüedad, en el campamento de Israel. Hay quienes se quejan contra las pruebas, cuando les cae la vara de la aflicción. Preguntan: “¿Por qué soy afligido? ¿Qué he hecho para que se me castigue de esta manera?” Deseo dirigirte unas palabras, oh murmurador. ¿Por qué murmuras contra las disposiciones de tu Padre Celestial? ¿Puede él tratarte más duramente de lo que mereces? ¡Recuerda qué rebelde eras una vez, y sin embargo él te perdonó! Me parece que si él, en su sabiduría, cree conveniente corregirte, no tienes por qué quejarte. Al fin y al cabo, ¿eres herido tan severamente como lo merecen tus pecados? Considera la corrupción que hay en tu corazón, y entonces no te maravillarás de que haya tanta necesidad de la vara para sacarla a la luz. Pésate a ti mismo y mira cuánta escoria hay mezclada con tu oro. Y, viéndola, ¿piensas que el fuego es demasiado ardiente para quitar tanta escoria como la que hay en ti? ¿No demuestra ese espíritu tuyo, orgulloso y rebelde, que tu corazón no está enteramente santificado? ¿No son estas palabras de murmuración contrarias a la naturaleza santa y sumisa de los hijos de Dios? ¿No se necesita la corrección? Pero si tú quieres murmurar contra la corrección, ten cuidado, pues a los murmuradores les irá mal. Dios siempre castiga a sus hijos dos veces, si no soportan con paciencia el primer golpe. Pero sabe una cosa: “Dios no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres”. Todas sus correcciones las envía con amor para purificarte, y para llevarte más cerca de él. Si eres capaz de reconocer la mano de tu Padre, eso te ayudará a soportar la disciplina con resignación. “Porque el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo”. “Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como a hijos”. “No murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor”.

ABRIL 29 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Esperanza mía eres tú en el día malo”. Jeremías 17:17

EL camino del cristiano no siempre está alumbrado por el sol, pues tiene períodos de tinieblas y de tormentas. Es verdad que en la Palabra de Dios está escrito: “Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz”; y también es una gran verdad que la religión tiene por fin dar al hombre felicidad en la tierra y gloria en el cielo. Pero la experiencia nos dice que si bien la senda del justo es como la luz que va en aumento hasta que el día es perfecto, sin embargo algunas veces aquella luz se eclipsa. En ciertas ocasiones, las nubes cubren el sol del creyente, y él anda en las tinieblas y no ve la luz. Hay muchos que se han regocijado en la presencia de Dios por un tiempo; han estado al sol en las primeras etapas de la carrera cristiana; han andado a lo largo de “delicados pastos”, junto a “aguas de reposo”, pero, de repente, el glorioso cielo se nubló. En lugar de la tierra de Goshen, han andado por el desierto arenoso; en lugar de aguas cristalinas, hallaron aguas turbias, amargas al gusto, y dijeron: “En verdad, si fuera hijo de Dios no me pasaría esto”. ¡Oh, tú, que andas en tinieblas, no hables así! El mejor de los santos de Dios tiene que beber ajenjo; el más querido de sus hijos tiene que llevar la cruz. Ningún cristiano gozó de perpetua prosperidad; ningún creyente puede estar cantando siempre. Quizás el Señor te dio al principio una senda llana y despejada, porque eras débil y tímido. El templó el viento para el cordero trasquilado, pero ahora que eres más fuerte en la vida espiritual, tienes que entrar en la madura y escabrosa experiencia de los adultos hijos de Dios. Necesitamos vientos y tempestades para ejercitar nuestra fe, con el fin de que arranquen las ramas podridas de nuestra independencia y nos arraiguen más firmemente en Cristo. El día de la aflicción nos revela el valor de nuestra gloriosa esperanza.

ABRIL 28 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar”. Salmo 119:49

CUALQUIERA sea tu particular necesidad, puedes hallar, en seguida, en la Biblia, alguna promesa apropiada a ella. ¿Estás abatido y deprimido porque tu senda es áspera y tú te hallas cansado? Aquí está la promesa: “Él da esfuerzo al cansado”. Cuando halles una promesa como esta, llévala al que la prometió y pídele que la cumpla. ¿Estás buscando a Cristo y ansías tener comunión más íntima con él? Esta es la promesa que resplandece sobre ti como una estrella: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos”. Lleva continuamente al trono esta promesa; no ruegues por ninguna otra cosa, preséntate a Dios una y otra vez así: “Señor, tú lo has dicho; haz conforme a tu promesa”. ¿Estás acongojado por el pecado y cargado con la pesada carga de tus iniquidades? Presta atención a estas palabras: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí; y no me acordaré de tus pecados”. No tienes méritos propios que invocar para tu perdón; pero, en cambio, puedes invocar su pacto y él lo cumplirá. ¿Temes no ser capaz de proseguir hasta el fin, o que, después de haberte creído hijo de Dios, seas reprobado? Si pasas por tal situación, lleva la siguiente promesa al trono de la gracia: “Los montes se moverán, y los collados temblarán, mas no se apartará de ti mi misericordia”. Si has perdido la dulce sensación de la presencia del Salvador, y lo estás buscando con afligido corazón, recuerda esta promesa: “Tornaos a mí y yo me tornaré a vosotros”. “Por un pequeño momento te dejé; mas te recogeré con grandes misericordias”. Deléitate en la fe que tienes en la palabra misma de Dios, y acude al Banco de la Fe con el pagaré de tu Padre Celestial, y di: “Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar”.

ABRIL 27 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

“Dios, el Dios nuestro”. Salmo 67:6

ES sorprendente el poco uso que hacemos de las bendiciones espirituales que Dios nos da, pero es más sorprendente aun el poco uso que hacemos de Dios mismo. Aunque él es “Dios nuestro”, nosotros poco recurrimos a él y poco le pedimos. ¡Cuán rara vez pedimos consejo al Señor! ¡Cuántas veces emprendemos nuestros negocios sin buscar su dirección! En nuestras aflicciones, ¡cuán frecuentemente nos esforzamos por llevar solos nuestras cargas, en lugar de echarlas sobre Jehová, quien nos puede sostener! Y esto no es porque no podamos, pues el Señor parece decirnos: “Alma, yo soy tuyo; ve y saca provecho de mí como quieras; tú puedes venir libremente a mi alfolí, y cuanto más frecuentemente, tanto más bienvenida”. La culpa es nuestra si no nos apropiamos de las riquezas de nuestro Dios. Así que, ya que tienes un amigo que te invita, toma diariamente lo que te da. Nunca pases necesidad mientras tengas un Dios a quien recurrir; nunca temas ni desmayes mientras tengas un Dios que te ayuda; ve a su caudal y toma lo que necesites, hay allí todo lo que puedas necesitar. Aprende el divino arte de hacer que Dios sea el todo para ti. El puede darte todas las cosas, o, mejor aún, puede darse en lugar de todas las cosas. Permíteme, pues, que te inste a que hagas uso de tu Dios. Haz uso de él cuando ores. Ve a él frecuentemente, porque él es tu Dios. ¡Oh! ¿no quieres tú usar de tan grande privilegio? Vuela hacia él, cuéntale todas tus necesidades. Usa de él constantemente, por la fe, en todos los tiempos. Si alguna extraña disposición te ha entenebrecido, usa de Dios como de un sol; si algún fuerte enemigo te ha sitiado, halla en Jehová un escudo, pues él es sol y escudo a su pueblo. Si has perdido el camino en los laberintos de la vida, usa de él como de una guía, pues él te dirigirá. Seas tú lo que fueres, y cualquiera sea el lugar donde estés, recuerda que Dios es precisamente lo que necesitas, y que está justamente donde lo necesitas.

ABRIL 26 - LECTURAS MATUTINAS C. H. SPURGEON

"Haced esto en memoria de mí". 1 Corintios 11.24

Parece, entonces, que los cristianos pueden olvidar a Cristo! No habría necesidad para esta afectuosa exhortación, si no hubiese una recelosa suposición de que nuestros recuerdos resulten traidores. Esto no es una mera suposición, pues está demasiado confirmado en nuestra experiencia, no como una posibilidad, sino como un lamentable hecho. Parece casi imposible que los que han sido redimidos por la sangre del Cordero y han sido amados por el eterno Hijo de Dios con un amor eterno, olviden a aquel precioso Salvador. Pero si esto alarma al oído, es, ¡ay! demasiado evidente al ojo para que nos permita negar el crimen. ¡Olvidar al que nunca nos olvidó! ¡Olvidar al que derramó su sangre por nuestros pecados! ¡Olvidar al que nos amó hasta la muerte! ¿Será posible? Sí, no solo es posible, sino que la conciencia confiesa (lo que es una lamentable falta nuestra), que nosotros permitimos que Jesús, como si fuera un viajero, quede con nosotros una sola noche. Jesús a quien tendríamos que considerar como el eterno objeto de nuestras memorias, es sólo un visitante. La cruz, donde uno creería que permanece el recuerdo y donde la negligencia debería ser un intruso desconocido, es en cambio, profanada por los pies del olvido. ¿No te dice tu conciencia que esta es la verdad? ¿No notas en ti mismo que te has olvidado de Jesús? Alguna cosa terrenal te roba el corazón y tú te olvidas de aquel en quien tu afecto debiera ser puesto. Algún asunto carnal embarga tu atención, cuando en verdad debieras fijar tus ojos en la cruz. Es la constante agitación del mundo, la incesante atracción de las cosas terrenales, las que apartan al alma de Cristo. Mientras la memoria reserve alguna venenosa mala hierba, la Rosa de Sarón se marchitará. Resolvámonos a prender en nuestros corazones, con relación a Cristo, una celestial nomeolvides, y cuando estemos propensos a olvidar a Cristo, tomémonos fuertemente de él.