Versículo para hoy:

lunes, 14 de noviembre de 2022

Noviembre 14 Descubriendo los designios divinos - OSWALD CHAMBERS

"...El Señor me ha guiado en el camino..." Génesis 24:27

Deberíamos ser uno con Dios de tal manera que no necesitemos pedir su dirección continuamente. La santificación implica que somos hijos de Dios y la vida natural de un hijo es la obediencia. Sin embargo, como llega el momento en que escogemos desobedecer, de inmediato se produce un conflicto interno. En el nivel espiritual este conflicto es la amonestación del Espíritu de Dios. Cuando Él nos exhorta de esta forma, debemos detenernos en seguida y renovarnos en el espíritu de nuestra mente para discernir la voluntad de Dios (ver Romanos 12:2). Si hemos nacido de nuevo por el Espíritu, nuestra devoción a Dios se ve obstaculizada, o incluso interrumpida, porque continuamente le pedimos que nos dirija aquí y allá.... "El Señor me ha guiado". Mirando hacia atrás vemos la presencia de un designio asombroso. Si hemos nacido de Dios, veremos su mano que nos guía y le daremos el crédito. 

Todos podemos ver a Dios en situaciones excepcionales, pero es necesario cultivar la disciplina espiritual para verlo en cada detalle. Nunca creas que los acontecimientos "casuales" de la vida son algo menos que el orden establecido por Dios. Debes estar listo para descubrir sus designios en cualquier lugar y en todas partes. 

Ten cuidado de que tus convicciones se vuelvan una obsesión en ti, en lugar de consagrarte a Dios. Si eres un creyente que dice: "Nunca haré esto o aquello", con toda probabilidad eso será exactamente lo que Dios te pedirá. Durante su vida terrenal, nunca hubo un ser más inconsecuente que nuestro Señor, pero nunca lo fue con su Padre. La única coherencia de un creyente no es con respecto a un principio, sino a la vida divina. Esta vida es la que continuamente hace más descubrimientos acerca de la mente de Dios. Es más fácil ser fanático que coherentemente fiel, porque Dios humilla de manera asombrosa nuestro orgullo religioso, cuando somos fieles a Él.

Noviembre 13 Fe y experiencia - OSWALD CHAMBERS

"...El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí", Gálatas 2:20

Debemos luchar contra nuestros caprichos, sentimientos y emociones para entregarnos a una devoción absoluta al Señor Jesús; y debemos salir del atolladero conformado por el pequeño mundo de nuestras experiencias, para entregarnos en una devoción sin restricciones a Él. Piensa en lo que dice el Nuevo Testamento acerca de quién es Jesucristo. Luego piensa en la infame mezquindad de la fe que mostramos al decir: "¡No he tenido esta o aquella experiencia!” Piensa en lo que la fe en Jesucristo sostiene: que Él nos puede presentar sin mancha ante el trono de Dios, indescriptiblemente puros, absolutamente justos y totalmente justificados. Mediante una fe plena y reverente permanece "en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención", 1 Corintios 1:30. ¿Cómo podemos hablar de hacer un sacrificio por el Hijo de Dios? Somos salvos del infierno y la destrucción total, ¡y luego nos atrevemos a hablar de sacrificarnos! 

Continuamente debemos enfocar y afirmar nuestra fe en Jesucristo. No en el Jesucristo de las reuniones de oración, ni en el de los libros, sino en el Jesucristo del Nuevo Testamento que es Dios encarnado y quien debería hacernos caer a sus pies como muertos. Nuestra fe debe estar en Aquel de quien procede nuestra salvación. Jesucristo quiere de nosotros una absoluta, libre y completa devoción a Él. Nunca podremos experimentar al Señor, ni encerrarlo dentro de los confines de nuestro corazón, sino que nuestra fe se debe construir sobre una fuerte y decidida confianza en Él. 

Debido a nuestra confianza en las experiencias vemos que la firme intolerancia del Espíritu Santo se pronuncia contra la incredulidad. Todos los temores son pecaminosos y los creamos cuando rehusamos alimentar nuestra fe, ¿Cómo puede alguien que se ha identificado con Jesucristo tener dudas o temores? Nuestras vidas deberían ser un absoluto himno de alabanza como resultado de una fe perfecta, irreprensible y victoriosa.