Versículo para hoy:

martes, 16 de agosto de 2016

Ven a la luz - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – AGOSTO 16

“También nosotros que tenemos las primicias del Espíritu”. Romanos 8:23.

AQUÍ se declara una posesión actual. En este preciso momento nosotros tenemos las primicias del Espíritu. Tenemos arrepentimiento, piedra preciosa de primera agua; fe, inapreciable perla; esperanza, esmeralda celestial; amor, glorioso rubí. Ya somos hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús por la obra efectiva del Espíritu Santo. Se llama a esto primicia porque viene primero. Como la gavilla mecida era la primera de la cosecha, así la vida espiritual y todas las gracias que adornan esa vida son las primeras acciones del Espíritu de Dios en nuestras almas. Las primicias son la prenda de la cosecha. Tan pronto como los israelitas arrancaban el primer manojo de grano maduro, contemplaban con gozosa anticipación el tiempo cuando el carro había de chirriar bajo el peso de las gavillas. Así, hermanos, cuando Dios nos da cosas que son puras, amables y de buen nombre, como obra del Espíritu Santo, debemos considerarlas como presagio de la gloriosa venida. Las primicias fueron siempre santas al Señor, y nuestra nueva naturaleza con todas sus virtudes es también consagrada. La nueva vida no es nuestra; no debemos pues, atribuir sus excelencias a nuestros méritos. Esa vida es creación e imagen de Cristo y está destinada a su gloria. Pero las primicias no eran la cosecha, y las obras del Espíritu en nosotros en este momento no son su consumación; la perfección está aún por venir. No debemos jactarnos de que hayamos alcanzado y, en consecuencia, considerar la gavilla mecida como todo el producto del año. Debemos tener hambre y sed de justicia y suspirar por el día de completa redención. Querido lector, abre bien tu boca esta noche y Dios la llenará. Deja que la bendición que gozas en la actual posesión estimule en ti una sagrada avaricia por más gracia. Gime dentro de ti por altos grados de consagración y el Señor te los concederá, pues él puede hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos.

Charles Haddon Spurgeon.