Versículo para hoy:

jueves, 2 de junio de 2016

Sufrimiento con propósito - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – JUNIO 2

“Maestro bueno”. Mateo 19:16.

SI el joven del Evangelio usó este título al hablar con el Señor, ¿cuánto más lo puedo usar yo para dirigirme a él? El es, en verdad, mi Maestro, tanto porque me gobierna como porque me enseña. Me gozo en obedecer sus órdenes y sentarme a sus pies. Soy su siervo y su discípulo, y reputo un alto honor ser ambas cosas. Si me preguntaran por qué lo llamo “bueno” tendría lista la respuesta. Es verdad que “ninguno es bueno sino uno, es a saber, Dios”, pero, en tal caso, él es Dios y toda la bondad de la deidad resplandece en él. En mi experiencia lo he hallado bueno, tan bueno, en realidad, que todo el bien que tengo me ha venido por medio de él. El me fue bueno cuando yo estaba muerto en pecados, porque me resucitó por el poder de su Espíritu. El me ha sido bueno en todas mis necesidades, pruebas, luchas y aflicciones. Nunca pudo haber un Maestro mejor, porque su servicio es libertad y su gobierno, amor. La milésima parte de su bondad, como amo, la quisiera yo tener como siervo. Cuando me enseña como mi Rabbí es indeciblemente bueno; su doctrina es divina; sus maneras, condescendientes; su Espíritu es la dulzura misma. Ningún error mezcla en su instrucción; la áurea verdad que explica es pura y toda su enseñanza conduce a la bondad, santificando y edificando al discípulo. Los ángeles lo hallan buen Maestro y se deleitan en tributarle homenaje. Los santos de la antigüedad comprobaron que es un buen Maestro, y cada uno de ellos se gozó en cantar: “Yo soy tu siervo, oh Señor”. Mi humilde testimonio debe propender al mismo fin. Yo daré este testimonio delante de mis amigos y semejantes, pues, posiblemente, por mi testimonio, ellos serán guiados a buscar a mi Señor como el Maestro de ellos. ¡Dios quiera que así lo hagan! ¡Nunca se arrepentirán de tan sabia resolución! Si ellos tomaran su fácil yugo, se hallarían en un servicio tan regio que se alistarían en él para siempre.

Charles Haddon Spurgeon.