Versículo para hoy:

domingo, 27 de noviembre de 2016

LECTURAS VESPERTINAS – NOVIEMBRE 27

“La remisión de pecados por las riquezas de su gracia”. Efesios 1:7.

¿PODRÁ haber en cualquier idioma una palabra más dulce que la palabra “remisión”, cuando ella suena en los oídos de un pecador culpable como sonaban las notas de plata del jubileo en los oídos de un cautivo israelita? ¡Bendita, bendita sea para siempre aquella amada estrella del perdón que proyecta su luz en la celda de un condenado y da al que perece un rayo de esperanza en medio de su desesperación! ¿Puede ser posible que el pecado, mi pecado, pueda ser perdonado, perdonado enteramente y para siempre? Como pecador, merezco el infierno. No hay posibilidad de que me libere de él mientras el pecado permanezca en mí. Ahora bien, ¿puede el peso del pecado ser quitado y la roja mancha ser borrada? ¿Pueden las diamantinas piedras de mi prisión desprenderse alguna vez de su lugar o las puertas ser quitadas de sus bisagras? Jesús me dice que todavía puedo ser justificado. Bendita sea para siempre la revelación del amor expiador que no sólo me hace saber que el perdón es posible, sino que ese perdón está garantizado para todo el que descansa en Jesús. Yo he creído en la propiciación, he creído en Jesús crucificado y, por lo tanto, mis pecados son ahora y para siempre en mi lugar. ¡Cuánto gozo produce esto! ¡Qué felicidad ser perfectamente perdonado! Mi alma consagra todas sus virtudes a Jesús, quien, por su impagable amor, se hizo mi fiador y obró mi redención por medio de su sangre. ¡Qué riquezas de gracia exhibe el gratuito perdón! ¡Perdona totalmente, plenamente, gratuitamente y eternamente! Aquí hay una constelación de portentos. Y cuando pienso cuán horrendos fueron mis pecados, cuán preciosas las gotas de sangre que me limpiaron de ellos y cuán llena de gracia la forma por la cual el perdón me fue concedido, adoro a Dios con profundo agradecimiento. Me inclino delante del trono que me absuelve, abrazo la cruz que me liberta y, de aquí adelante, sirvo todos los días al Dios humanado por quien soy esta noche un alma perdonada.

Charles Haddon Spurgeon.