Versículo para hoy:

miércoles, 3 de agosto de 2016

Deja de ser una madre que solo ora por la seguridad de sus hijos - Kim Jaggers

Se te ha hecho una promesa - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – AGOSTO 3

“Y yendo Jesús”. Lucas 8:42.

JESÚS va, por entre la multitud, a la casa de Jairo para resucitar a su hija, que había muerto. Pero él es tan pródigo en bondad que obra otro milagro mientras está en camino. Esta vara de Aarón mientras produce renuevos de un milagro incompleto, produce también almendras de una perfecta obra de misericordia. En cuanto a nosotros, si nos hemos propuesto hacer algún bien, es suficiente con que vayamos directamente a él y lo realicemos. Sería imprudente gastar nuestras energías en el camino. Si nos apresuramos para salvar a un amigo que se está ahogando, no podemos agotar nuestras fuerzas para salvar a otro que se halla en idéntico peligro. Es suficiente que un árbol dé una clase dada de fruto; lo es también que cada uno cumpla su propia vocación. Pero nuestro Maestro no conoce límites que se opongan a su poder ni barreras a su misión. El tiene tal abundancia de gracia que, a semejanza del sol que alumbra a medida que recorre su órbita, su paso irradia bondad. El es una flecha de amor que no sólo alcanza su objetivo, sino también perfuma el aire a través del cual pasa. Siempre está saliendo virtud de Jesús; como perfumes de las flores delicadas. Y esa virtud siempre seguirá saliendo de él como el agua de una fuente. ¡Qué delicioso estímulo nos comunica esta verdad! Si nuestro Señor está pronto para sanar al enfermo y bendecir al necesitado, entonces, alma mía, no tardes en ponerte en su camino para que te bendiga. Si él es tan pródigo en dar, no seas tú tan negligente en pedir. Presta fina atención a su palabra ahora y en todos los tiempos, para que Jesús pueda hablar a tu corazón a través de ella. Acude adonde el Señor puede ser hallado, para que puedas conseguir su bendición. Cuando está presente para sanar, ¿no te sanará a ti? Pero, sin duda, él está presente ahora, pues siempre se allega al corazón que lo necesita. Y… ¿no lo necesitas tú? ¡Ah!, él sabe cuánto lo necesitas. ¡Oh tú, Hijo de David, vuelve tus ojos y mira el dolor que ahora está delante de ti y sana al que te suplica!

Charles Haddon Spurgeon.