Versículo para hoy:

sábado, 30 de septiembre de 2017

Septiembre 30.El encargo del llamamiento

"Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia", 
Colosenses 1:24
Nosotros hacemos de nuestra consagración espiritual un llamamiento. Pero cuando llegamos al punto de andar bien con Dios, Él echa todo a un lado y nos administra un dolor terrible para asegurar nuestra atención en algo que nunca soñamos, podría ser su llamamiento. Y por un momento resplandeciente vemos su propósito y decimos: "Heme aquí, envíame a mí", Isaías 6:8.
Este llamamiento no tiene nada que ver con la santificación personal, sino con volvernos pan partido y vino derramado. Pero Dios nunca podrá convertirnos en vino si le ponemos objeciones a los dedos que Él utiliza para exprimirnos. Decimos: "¡Si Dios pusiera su mano sobre mí de una manera especial para volverme pan partido y vino derramado!” Sin embargo, nos negamos a que Él utilice como exprimidor a alguien que nos desagrada, o a ciertas circunstancias sobre las cuales dijimos que jamás nos someteríamos. Nunca debemos tratar de elegir el escenario de nuestro propio martirio. Si nos vamos a convertir en vino, tendremos que ser exprimidos. Las uvas no se pueden beber y sólo se vuelven vino cuando se trituran.
Quién sabe cuál dedo, cuál pulgar ha estado usando Dios para exprimirte. ¿Has sido tan duro como el mármol y te has escapado? Entonces, todavía no estás maduro y si Dios te hubiera exprimido así, el vino sería notoriamente amargo. Ser una persona santa significa que los elementos de nuestra vida natural experimentan la presencia de Dios mientras Él los quebranta providencialmente para su servicio.
Debemos ser colocados en Él y amoldados a su forma, antes de que podamos ser pan partido en sus manos. Mantén una correcta comunión con Dios y déjalo hacer lo que quiera. Así verás que está produciendo la clase de pan y vino que beneficiará a sus otros hijos.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

viernes, 29 de septiembre de 2017

La batalla después de la batalla de Josué - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 29. La conciencia del llamado

"Porque me es impuesta necesidad; y ay de mí si no anunciara el evangelio",    1 Corintios 9:16
Somos propensos a olvidar el toque profundamente espiritual y sobrenatural de Dios. Si puedes decir con exactitud donde estabas cuando recibiste el llamamiento de Dios y todos los detalles al respecto, dudo que verdaderamente hayas recibido tal llamamiento. El llamamiento divino no viene de esa manera. Es mucho más sobrenatural. Percatarme de él puede suceder con la rapidez de un trueno, o gradualmente. Pero venga como viniere, siempre lo hace con un trasfondo sobrenatural, algo que no podemos expresar con palabras y que siempre va acompañado de un "resplandor". En cualquier momento puede irrumpir el repentino conocimiento de este llamado incalculable, sobrenatural y sorprendente que se apodera de tu vida: "Yo os elegí a vosotros", (Juan 15:16). El llamamiento de Dios no tiene nada que ver con la salvación y la santificación. No fuiste llamado a predicar el Evangelio por el hecho de ser santificado. El llamamiento a predicar las Buenas Nuevas es infinitamente diferente. Pablo lo describe como una necesidad que le fue impuesta.
Si has estado desdibujando el gran llamamiento sobrenatural de Dios en tu vida, revisa tus circunstancias.
Examina en dónde Él no ha ocupado el primer lugar y lo has reemplazado con tus ideas personales sobre el servicio y tus habilidades innatas. Pablo dijo: ¡Ay de mí si no anunciara el evangelio! Él comprendió que el llamamiento y la necesidad de anunciar el Evangelio eran tan fuertes, que ya nada más podía rivalizar con esa fuerza.
Si un hombre o una mujer reciben el llamamiento divino, no importa cuan desfavorables sean las circunstancias, al final todos los factores en juego servirán para el propósito de Dios. Si aceptas su propósito, Él lo sincronizará no sólo con tu vida consciente, sino con todas tus áreas profundas que no puedes alcanzar.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Dos montañas - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 28. El "ve" de una identificación incondicional

"Jesús... le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres... y ven, sígueme, tomando tu cruz", Marcos 10:21
El joven y rico dignatario tenía la pasión dominante de ser perfecto. Por eso, cuando vio a Jesucristo quiso ser como Él. Cuando nuestro Señor llama a un discípulo, nunca pone la santidad personal por encima de todo lo demás. Su principal consideración es la absoluta eliminación del derecho sobre mí mismo y mi identificación con Él, lo cual implica que la única relación que existe es la suya. Lucas 14:26 no tiene nada que ver con la salvación o la santificación, sino únicamente con identificarme incondicionalmente con Jesucristo. Muy pocos conocemos lo que significa el absoluto "ve" de la identificación con Jesús, el sometimiento y la sumisión a Él.
"Entonces Jesús, mirándolo, lo amó...", Marcos 10:21. Esta mirada de Jesús demandaba un corazón separado para siempre de toda lealtad hacia cualquier otra persona o cosa. ¿Alguna vez te ha mirado Jesús de esta manera? Su mirada penetra, transforma y cautiva. Donde te ha mirado eres tierno y flexible ante Él. Cuando eres duro, vengativo, obstinado en tu propia voluntad y siempre estás seguro de que lo más probable es que la otra persona no tiene la razón, pero tú sí, entonces hay áreas completas de tu naturaleza que nunca han sido transformadas por su mirada.
Una cosa te falta. Lo único "bueno", desde el punto de vista de Jesucristo, es la unidad con Él sin ningún obstáculo.
Vende todo lo que tienes. Debo humillarme hasta ser sólo un solo hombre consciente, sin que quede nada más. Fundamentalmente debo renunciar a toda clase de posesiones, no para obtener la salvación (porque la única forma para ser salvo es confiar absolutamente en Jesucristo), sino con el propósito de seguir a Jesús. Ven, sígueme. Y el camino es el que Él anduvo.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

El pródigo, el legalista y gracia para todos - Trillia Newbell



Un nuevo comienzo - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 27. El "ve" de la renuncia

"Señor, te seguiré adondequiera que vayas", Lucas 9:57


La actitud de nuestro Señor hacia aquel que le había hablado fue la de desanimarlo con severidad, porque Él sabía lo que había en el hombre. Nosotros diríamos: "¡Imagínate perder la oportunidad de ganar a ese hombre" "¡Qué barbaridad anularlo de esa forma y hacerlo volver desanimado!" Nunca te disculpes por el Señor. Sus palabras hieren y ofenden hasta que no queda nada que herir u ofender. Jesucristo no tuvo ninguna lástima con respecto a aquello que finalmente arruinaría a una persona en su servicio para Dios.
Sus respuestas no se basaban en un capricho ni en un pensamiento impulsivo, sino en el conocimiento de lo que hay en el hombre. Si el Espíritu de Dios trae a tu mente una palabra del Señor que te hiere, con seguridad hay algo en ti que Él quiere herir de muerte.
Lucas 9:58. Estas palabras destruyen el argumento de servir a Jesucristo porque es agradable. El rigor del rechazo no deja nada en pie, sólo a mi Señor, mi vida y el sentido de una esperanza desesperada. Él dice que debo dejar que los demás vayan y vengan, pero que yo me debo guiar únicamente por mi relación con Él. Luego añade: "...el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza".
Lucas 9:59. Este hombre no quería defraudar a Jesús ni herir a su padre. Cuando orientamos nuestro sentido de lealtad hacia nuestros parientes, en lugar de hacerlo primero hacia Jesucristo, Él queda en el último lugar. Ante un conflicto de lealtades, siempre obedece a Jesucristo cueste lo que cueste.
Lucas 9:61. Quien dice: "Te seguiré, Señor; pero...", es el que está impetuosamente listo, pero nunca va.
Aquel hombre tenía sus reservas acerca de ir. El exigente llamamiento de Jesucristo no da lugar a despedidas, las cuales son paganas, por la forma en que muchas veces las utilizamos. Una vez que Dios te llame, empieza a avanzar sin detenerte nunca.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

martes, 26 de septiembre de 2017

Una puerta de esperanza - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 26. La actitud de no inculpar

"Si...te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti...", Mateo 5:23
Este versículo dice: Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti...
No dice: "Si desentierras algo gracias a tu distorsionada sensibilidad", sino: si te acuerdas, es decir, si el Espíritu de Dios lo trae a tu mente consciente, "reconcíliate primero con tu hermano y, entonces, vuelve y presenta tu ofrenda", Mateo 5:24. Nunca obstaculices la profunda sensibilidad del Espíritu de Dios en ti cuando te esté instruyendo hasta en el detalle más pequeño.
"Reconcíliate primero con tu hermano". El mandamiento de nuestro Señor es sencillo: "Reconcíliate primero". Él dice: "Regresa por donde viniste y ve por el camino que se te indicó mediante la convicción que recibiste en el altar. Que tu actitud mental y tu disposición anímica hacia aquel que tiene algo contra ti haga de la reconciliación algo tan natural como respirar". Jesús no menciona a la otra persona; Él dice que tú debes ir. No tiene que ver con tus derechos. El sello distintivo del creyente es que puede hacer a un lado sus propios derechos y obedecer a Jesús.
"Y entonces vuelve y presenta tu ofrenda". El proceso de reconciliación está claramente definido.
Primero, la actitud heroica del sacrificio personal, después la súbita exhortación por medio de la sensibilidad del Espíritu Santo, luego parar en el punto de la convicción. A continuación, la obediencia a la Palabra de Dios, adoptando la actitud mental y el estado de ánimo de no culpar a la persona a quien le has fallado. Y finalmente, el ofrecimiento gozoso, sencillo y sin obstáculos de tu ofrenda a Dios.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

lunes, 25 de septiembre de 2017

Las consecuencias de codiciar - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 25. El "ve" de la relación

"A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos",    Mateo 5:41

Podemos resumir las enseñanzas de nuestro Señor de esta manera: La relación que Él exige es imposible, a menos que haya realizado una obra sobrenatural en nosotros. Jesucristo demanda que no haya el menor vestigio de resentimiento en el corazón de su discípulo, cuando este es enfrentado por la tiranía y la injusticia. No hay entusiasmo suficiente que pueda soportar la tensión que Jesucristo le impone a su obrero. Lo único que puede hacerlo es una relación personal con Él; una relación que haya sido examinada, purificada y probada hasta que quede un sólo propósito y yo pueda decir: "Estoy aquí para que Dios me envíe donde Él quiera". Cualquier cosa puede nublarse, pero jamás la relación con Jesucristo.
El Sermón del Monte no es un ideal inalcanzable, es una declaración de lo que me sucederá cuando Jesucristo haya reemplazado mi naturaleza por la suya. Él es el único que puede cumplir el Sermón del Monte.
Si hemos de ser discípulos de Jesús, lo lograremos de una manera sobrenatural. Mientras tengamos el firme propósito de ser discípulos, podemos estar seguros de que no lo somos. Jesús dijo: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros", Juan 15:16. Así es como empieza la gracia de Dios. Se trata de un constreñimiento del que no podemos escapar, el cual podemos desobedecer, pero no producir. El acercamiento hacia Él es una obra de la gracia sobrenatural de Dios y nunca podemos retroceder para descubrir dónde empieza esa obra. El Señor crea discípulos de manera sobrenatural sin basarse en nuestras habilidades naturales. Dios no nos pide que hagamos lo que se nos facilita por naturaleza, sino aquello para lo cual somos perfectamente aptos por su gracia. Y es ahí donde siempre se hará presente la cruz que debemos soportar.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Septiembre 24. El "ve" de la preparación

"Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano y entonces vuelve y presenta tus ofrendas", Mateo 5:23-24
Es fácil imaginar que llegaremos a un punto en nuestra vida donde estaremos completamente listos; pero la preparación no se produce de manera instantánea. De hecho, es un proceso que debe continuar ininterrumpidamente. Es peligroso estancarnos en nuestro nivel actual de experiencia. La vida cristiana exige preparación y más preparación.
El nuevo creyente se siente atraído de inmediato por el sentido de sacrificio. Lo que más nos atrae hacia Jesucristo, hablando en términos humanos, es la conciencia que tenemos de lo heroico. Pero el escrutinio de sus palabras súbitamente pone a prueba esta ola de entusiasmo. "Ve, reconcíliate primero con tu hermano". El "ve" de la preparación consiste en permitir que la Palabra de Dios te escudriñe. Tu sentido heroico del sacrificio no es suficientemente bueno. Lo que el Espíritu Santo detecta en tu vida es la naturaleza que nunca podrá serle útil. Sólo Dios podrá descubrir esa naturaleza en ti. ¿Tienes algo que ocultarle? Si es así deja que Él te escudriñe con su luz. Si hay pecado en tu vida, no solamente debes admitirlo, sino confesarlo. ¿Estás dispuesto a obedecer a tu Señor y Maestro, por mucho que sea humillado tu derecho sobre ti mismo?
Nunca pases por alto una convicción que venga del Espíritu Santo. El hecho de que Él la haya traído a tu mente significa que es lo suficientemente importante y, por eso, la está sacando a la luz. Mientras buscas algo grande a lo cual renunciar, Dios te está hablando de algo muy pequeño; pero detrás de eso se halla el principal baluarte de la obstinación: "No quiero renunciar a mi derecho a mí mismo". Sin embargo, precisamente este es el aspecto al cual Dios quiere que renuncies, si has de ser un discípulo de Jesucristo.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Septiembre 23. La meta del misionero

"Les dijo: Cuando lleguemos a Jerusalén...", Lucas 18:31
En la vida natural nuestras ambiciones cambian a medida que crecemos, pero en la vida cristiana la meta se nos indica desde el comienzo. El principio y el fin son exactamente iguales porque son el Señor mismo. Empezamos con Cristo y terminamos con Él. "Hasta que todos lleguemos...a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo", Efesios 4:13; y no hasta que lleguemos a la idea de lo que consideramos que debería ser la vida cristiana. La meta del misionero es hacer la Voluntad de Dios; no ser útil ni ganar a los perdidos. El misionero es útil y sí gana a los perdidos, pero la meta es hacer la voluntad de su Señor.
En la vida de nuestro Señor, Jerusalén fue la ciudad donde Él alcanzó en la cruz el punto culminante de la voluntad de su Padre. Y, a menos que vayamos con Jesús hasta ese lugar, no tendremos amistad ni compañerismo con Él. Nada pudo desanimar jamás a nuestro Señor en su camino hacia Jerusalén. Nunca se apresuró a salir de ciertas aldeas donde era perseguido, ni se demoró en otras donde lo bendecían. Ni la gratitud ni la ingratitud lo desviaron un ápice de su propósito de ir a Jerusalén.
"El discípulo no es más que su maestro ni el siervo mas que su señor", Mateo 10:24. En otras palabras, lo mismo que le sucedió al Señor nos sucederá en el camino a nuestra Jerusalén. Las obras de Dios se manifestarán a través de nosotros, la gente será bendecida y uno o dos darán gracias, aunque el resto demostrará una total ingratitud. Pero nada debe desviarnos de subir a nuestra Jerusalén.
"Lo crucificaron allí", Lucas 23:33. Eso fue lo que sucedió cuando el Señor llegó a Jerusalén y ese acontecimiento es la puerta de nuestra salvación. Sin embargo, los creyentes no terminan crucificados.
Por la gracia del Señor terminan glorificados. Mientras tanto, nuestra consigna es: "Yo también subo a Jerusalén".

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

viernes, 22 de septiembre de 2017

No hay pecado privado - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 22. El Señor y Maestro del misionero

"Vosotros me llamáis Maestro y Señor y decís bien, porque lo soy... De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor", Juan 13:13-16
Tener un señor y un maestro no es lo mismo que ser dominado y enseñado. Tener un señor y un maestro significa que hay alguien que me conoce mejor que yo mismo, que es más íntimo que un amigo. Alguien que entiende las más remotas profundidades de mi corazón y puede satisfacerlas completamente. Alguien que me ha dado la seguridad de que ha encontrado y resuelto todas las dudas, incertidumbres y problemas de mi mente. Esto es tener un maestro, nada menos: "Uno es vuestro Maestro, el Cristo", Mateo 23:8.
El Señor nunca me obliga a obedecerlo, ni toma medidas para forzarme a hacer su voluntad. En ciertas oportunidades quisiera que Dios me dominara y obligara a hacer lo que Él quiere, pero no lo hace; y, en otras, que me dejara tranquilo, pero tampoco lo hace.
"Vosotros me llamáis Maestro y Señor", pero ¿realmente lo es? Las palabras, "Maestro y Señor" tienen poca cabida en nuestro vocabulario. Preferimos los términos Salvador, Santificación y Sanador. Amor es la única palabra que verdaderamente describe la experiencia de ser dominado, pero, sabemos muy poco del amor tal y como Dios lo revela en su Palabra. Esto es evidente por la manera como empleamos la palabra obedecer. En la Biblia la obediencia se fundamenta en una relación de igualdad, como la de un hijo con su padre, por ejemplo. Nuestro Señor no fue simplemente el siervo de Dios, sino su Hijo. "Y aunque era Hijo aprendió lo que es la obediencia", Hebreos 5:8. Ser conscientes de que nos están dominando, es una prueba de que no tenemos ningún maestro y señor. Si esa es nuestra actitud hacia Jesús, estamos muy lejos de la relación que Él desea con nosotros. Él nos quiere en una relación en la que fácilmente sea nuestro Maestro y Señor, sin que nos demos cuenta; una relación en la que todo lo que sabemos es que somos suyos para obedecerlo.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

jueves, 21 de septiembre de 2017

La justicia y la misericordia perfectas de Dios - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 21. La predestinación del misionero

"Ahora, pues, Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo", Isaías 49:5
Lo primero que sucede después de comprender que hemos sido elegidos por Dios en Cristo Jesús es la destrucción de nuestros prejuicios, ideas intolerantes y patriotismos. De manera exclusiva nos volvemos siervos de los propósitos personales de Dios. Toda la raza humana fue creada para glorificarlo y gozarse en Él para siempre. El pecado la desvió hacia otro camino, pero no ha alterado en lo más mínimo la intención original del Señor. Y cuando nacemos de nuevo, comprendemos su gran propósito para la humanidad: que Dios nos creó para sí mismo. Darnos cuenta de que hemos sido elegidos por Él es el descubrimiento más gozoso de la tierra y debemos aprender a descansar en este maravilloso propósito creador de Dios. Lo primero que Él hará es "empujar" los intereses de la humanidad entera a través del canal de nuestro corazón. Y así entra en nosotros el amor de Dios, su misma naturaleza, la cual se concentra en Juan 3:16, "de tal manera amó Dios al mundo..."
Debemos siempre mantener abierta nuestra alma al propósito creador de Dios y nunca confundirlo con nuestras propias intenciones. Si lo hacemos, por mucho que nos duela Él las trastornará. Dios crea un misionero para que sea su siervo, alguien en quien Él se glorifica. Una vez nos demos cuenta de que mediante la salvación en Jesucristo somos hechos perfectamente aptos para su propósito, comprenderemos por qué Jesucristo es tan exigente e inflexible en sus demandas. Él exige de sus siervos absoluta rectitud, porque ha puesto dentro de ellos la misma naturaleza de Dios.
Ten cuidado de no olvidar el propósito divino para tu vida.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Enfrenta tus obstáculos - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 20. La regla que gobierna nuestra vida

"Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto", Mateo 5:48
La exhortación del Señor en los versículos 38 al 48 es a que seamos generosos en la manera de comportarnos con todos. Cuida de tu vida espiritual dejando de vivir según tus gustos y simpatías naturales. Todo el mundo los tiene. Algunas personas nos agradan y otras no. Sin embargo, no debemos permitir que esas afinidades y antipatías gobiernen nuestra vida cristiana. Pero, "si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros", 1 Juan 1:7, incluso con aquellos hacia quienes no sentimos ninguna simpatía.
El ejemplo de nuestro Señor no es el de una persona buena y ni siquiera el de un buen cristiano, sino el de Dios mismo. Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. En otras palabras, simplemente muéstrale a tus semejantes lo que Dios te ha mostrado. El Señor te dará muchas oportunidades para demostrar en la vida real si eres perfecto o no, como tu Padre que está en los cielos es perfecto. Ser un discípulo significa que te identificas de manera consciente con los intereses de Dios en otras personas. Jesús dice: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos si tenéis amor los unos por los otros", Juan 13:34-35.

La verdadera expresión del carácter cristiano no es hacer lo bueno sino ser semejante a Dios. Si su Espíritu te ha transformado interiormente, tu vida manifestará características divinas y no solamente buenas cualidades humanas. La vida de Dios en nosotros se expresa a sí misma como la vida de Él. No se trata de la vida humana que procura ser piadosa. El secreto en la vida de un cristiano es que, como resultado de la gracia de Dios, lo sobrenatural se vuelve natural en él. Esta experiencia es evidente en los detalles prácticos de la vida diaria, no en los momentos de comunión íntima con Dios. Cuando estamos en contacto con situaciones de crisis, hallamos, para nuestra sorpresa, que tenemos el poder de mantenernos maravillosamente tranquilos en medio de todo.


Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

martes, 19 de septiembre de 2017

Una respuesta humilde - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 19. ¿Continúas andando con Jesús?

"Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas",       Lucas 22:28
Es cierto que Jesucristo está con nosotros en nuestras tentaciones; pero, ¿andamos con Él en sus tentaciones? Muchos de nosotros dejamos de caminar con Jesús desde el instante en que experimentamos lo que Él puede hacer. Vigila el momento en que Dios cambia tus circunstancias y examina si andas con Jesús o estás de parte del mundo, la carne y el diablo. Llevamos su nombre, pero ¿continuamos caminando con Él? "Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él", Juan 6:66.
Las tentaciones de Jesús continuaron a lo largo de su vida terrenal y seguirán en el transcurso de la vida del Hijo de Dios en nosotros. ¿Vamos con Jesús en la vida que vivimos ahora mismo?
Tenemos la idea de que debemos protegernos de algunas de las circunstancias que Dios pone a nuestro alrededor. ¡Qué jamás ocurra esto! Él dispone nuestras circunstancias y sean cuales fueren, debemos imitarlas mientras permanecemos con Él en sus tentaciones. Estas son sus tentaciones; no las tentaciones que nos llegan a nosotros, sino las que le llegan a la vida del Hijo de Dios en nosotros. El honor de Jesucristo está en juego en nuestra vida corporal. ¿Permanecemos fieles al Hijo de Dios en todo lo que ataca su vida en nosotros?
¿Continúas andando con Jesús? El camino pasa a través de Getsemaní por la puerta de la ciudad y sigue hasta "fuera del campamento", Hebreos 13:13. El camino es solitario y continúa hasta que no quede el menor rastro de una pisada que podamos seguir, sino únicamente la voz que nos dice: "Sígueme". 

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Levanta tus ojos - Nancy DeMoss Wolgemuth

Septiembre 18. La tentación de Jesús y la nuestra

"No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado", Hebreos 4:15
Mientras no hayamos nacido de nuevo, la única clase de tentación que entendemos es la que se menciona en Santiago 1:14: "Cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido". Pero, por la regeneración se nos levanta a un reino diferente en el cual enfrentamos otras tentaciones, esto es, las que encaró nuestro Señor. Las tentaciones de Jesús no nos atraen mientras somos inconversos, porque no están de acuerdo con nuestra naturaleza humana. Sus tentaciones y las nuestras se mueven en esferas diferentes, hasta cuando nacemos de nuevo y llegamos a ser sus hermanos. Las tentaciones de nuestro Señor no son las de un hombre, sino las de Dios como hombre. Mediante la regeneración el Hijo de Dios se forma en nosotros y en nuestra vida física Él tiene el mismo entorno que tuvo en la tierra. Satanás no nos tienta simplemente para que hagamos cosas malas; lo hace para que perdamos eso que Dios nos ha infundido por medio de la regeneración, es decir, la posibilidad de ser de valor para Él. Satanás se presenta en el sentido de tentarnos a pecar, sino en el de cambiar nuestro punto de vista y el único que puede identificar esto como una de sus tentaciones es el Espíritu de Dios.
La tentación implica que un poder ajeno a nosotros pone a prueba lo que poseemos en nuestra personalidad, lo cual hace comprensible la tentación de nuestro Señor. Después de su bautismo Él aceptó la misión de quitar el pecado del mundo (Juan 1:29) y, de inmediato, el Espíritu de Dios lo puso en la máquina probadora del diablo. Pero Él no se dio por vencido y pasó por la tentación sin pecado, reteniendo completamente intactas las posesiones de su naturaleza espiritual.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Septiembre 17. ¿Qué es lo bueno de la tentación?

"No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana", 1 Corintios 10:13
En la actualidad la palabra "tentación" ha llegado a significar algo malo porque tendemos a emplearla mal. La tentación en sí no es pecado y se trata de algo con lo cual forzosamente debemos enfrentarnos por ser humanos. No ser tentados significaría que seríamos tan despreciables que estaríamos por debajo de toda consideración. Sin embargo, muchos de nosotros sufrimos tentaciones que no deberíamos soportar, sencillamente porque nos hemos rehusado a dejar que Dios nos eleve a un nivel superior donde enfrentaríamos tentaciones de otro orden.

La naturaleza interior del ser humano, es decir, lo que domina su personalidad, determina las tentaciones externas. La tentación se ajusta a la verdadera naturaleza del ser que la enfrenta y revela las posibilidades de esa naturaleza. Cada persona decide o fija el nivel de su propia tentación, porque ésta se presenta de acuerdo con el nivel de su naturaleza interior predominante.
La tentación me sugiere un posible atajo para la realización de mis más altos propósitos; no me dirige hacia lo que entiendo como malo, sino como bueno. La tentación me desconcierta por completo durante un rato, pues no sé si el asunto en cuestión es bueno o malo. Cuando cedo ante ella, he hecho de la concupiscencia un dios, y la tentación misma se convierte en la evidencia de que fue solamente mi temor el que antes evitó que pecara.
La tentación es algo inevitable y, de hecho, es esencial para equilibrar la vida de una persona. Ten cuidado de pensar que solo tú eres tentado. Lo que experimentas es la herencia común de la raza humana y no algo que nadie ha soportado antes. Dios no nos libra de las tentaciones, nos sostiene en medio de ellas (ver Hebreos 2:18 y 4:15-16).

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Septiembre 16. Orando a Dios en secreto

"Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto”, Mateo 6:6
La idea principal en el ámbito de la relación con Dios es: Mantén tus ojos en Él, no en la gente. Ser conocido como una persona de oración no es un motivo correcto. Consigue un lugar privado para hablar con Dios, un sitio donde nadie sepa que estás orando. Cierra la puerta y háblale en secreto. Que tu única motivación sea la de conocer a tu Padre celestial. Es imposible que vivas como un discípulo sin tener tiempos claramente establecidos de oración en privado.
"Y al orar no uséis vanas repeticiones", Mateo 6:7. Dios no nos oye porque oramos fervorosamente; sino sólo porque lo hacemos fundamentados en la redención. Él nunca se impresiona con nuestro fervor. Orar no es simplemente conseguir sus bendiciones; esta es la clase de oración más elemental. Orar consiste en lograr una perfecta comunión y unidad con Dios. Si el Hijo de Dios se ha formado en nosotros por la regeneración, Él nos continuará exhortando más allá del sentido común y cambiará nuestra actitud con respecto a lo que pedimos.
"Todo aquel que pide, recibe", Mateo 7:8. Nuestra oración es una palabrería santurrona en la que ni siquiera involucramos la voluntad. Y después decimos que Dios no nos contestó, cuando en realidad nunca le hemos pedido nada. Jesús dijo: "Pedid todo lo que queráis", Juan 15:7. Pedir significa que nuestra voluntad está involucrada. Siempre que nuestro Señor habló sobre la oración, lo hizo con la espléndida sencillez de un niño. Nosotros respondemos con una actitud crítica, diciendo: "Sí, pero Jesús dijo que debemos pedir". Recuerda que debemos pedir lo que está de acuerdo con el Dios que Jesucristo reveló.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Celebra la vida - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 15. A qué renunciar

"Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso", 2 Corintios 4:2
¿Has renunciado a lo oculto y vergonzoso de tu vida, aquello que tu sentido del honor y tu orgullo no permitirían que salga a la luz? Fácilmente podrás ocultarlo. ¿Hay en tu corazón un pensamiento acerca de alguien que no quieres que salga a relucir? Entonces, recházalo tan pronto llegue a tu mente. Recházalo por completo hasta que no quede nada de deshonestidad o astucia ocultas en ti. La envidia, los celos y las contiendas no provienen necesariamente de tu vieja naturaleza pecaminosa, sino de la constitución de tu cuerpo que se utilizó para tales prácticas en el pasado (ver Romanos 6:19 y 1 Pedro 4:1-3). Debes velar continuamente para que en tu vida no se levante nada de lo cual te avergüences.
"...No andando con astucia...", 2 Corintios 4:2, es decir, sin recurrir a lo que hará prevalecer tus argumentos. Esta es una trampa terrible. Tú sabes que la única forma en que Dios te dejará obrar es por la verdad. Entonces, ten cuidado de nunca atrapar a las personas de la otra forma: por el engaño. Si engañas, sufrirás la peste de Dios. Lo que puede ser astucia para ti, quizá no lo sea para otros. Dios te ha dado otro punto de vista. Nunca embotes el sentido de dar lo máximo de ti por lo supremo de Él. Lo mejor de ti para su gloria. Ciertos actos implican darle entrada a la astucia en tu vida para un fin que no sería el mejor y más elevado y al embotamiento de la motivación que Dios te dio. Muchos han retrocedido porque temen mirar las cosas desde el punto de vista divino. La mayor crisis espiritual llega cuando, por fe, una persona debe ir un poco mas allá de las creencias que ya ha aceptado.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

jueves, 14 de septiembre de 2017

¿Dónde llevar tu corazón destrozado? - Josh Squires

Orando en la temporada de fútbol - Nancy DeMoss de Wolgemuth

Septiembre 14. ¿Pensamiento o inspiración?

"La sencillez y pureza de la devoción a Cristo", 2 Corintios 11:3, LBLA
La sencillez es el secreto para ver con claridad. Un creyente piensa claramente durante mucho tiempo; pero debe ver claramente y sin ninguna dificultad. Tú no puedes esclarecer con tu mente un enredo espiritual. Tienes que aclararlo obedeciendo. Puedes resolver los temas intelectuales pensando en ellos, pero mientras más piensas en los asuntos espirituales, mayor es la confusión. Si hay algo en tu vida acerca de lo cual Dios te está presionando, obedécele; lleva "cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo", 2 Corintios 10:5, y todo será tan claro como la luz del día. Tu capacidad para razonar vendrá luego, pero ella no te permitirá ver. Vemos como los niños y, cuando tratamos de ser sabios, no vemos nada (ver Mateo 11:25).
Por pequeño que sea, lo que dejemos entrar en nuestra vida sin la dirección del Espíritu Santo es más que suficiente para producir confusión espiritual; y aunque pasemos mucho tiempo pensando al respecto no se aclarará. Lo único que vence esta confusión es la obediencia y tan pronto obedecemos, discernimos. Esto es humillante porque sabemos que cuando estamos confundidos, se debe a la condición de nuestra mente.
Pero cuando nuestra capacidad natural de visión está consagrada al Espíritu Santo, se convierte en la capacidad de percibir la voluntad de Dios y toda nuestra vida se mantiene en sencillez.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

¿Por qué es tan dura la vida? - Nancy DeMoss Wolgemuth

Septiembre 13. Después de la entrega, ¿qué?

"He acabado la obra que me diste que hiciera", Juan 17:4

La verdadera entrega no es la de nuestra vida exterior, sino la de la voluntad. Y cuando nos rendimos así, no queda nada por hacer. La crisis más grande que podemos enfrentar es la entrega de nuestra voluntad.
Sin embargo, Dios nunca nos obliga ni nos ruega para que lo hagamos. Él espera con paciencia hasta que voluntariamente nos rindamos a Él. Una vez que se ha ganado esa batalla, nunca más será necesario librarla.
Entrega para liberación. "Venid a mí... y yo os haré descansar", Mateo 11:28. Nosotros rendimos nuestra voluntad a Jesús para obtener descanso solo después de que comenzamos a experimentar lo que significa la salvación. Cualquier cosa que esté creando una sensación de inseguridad en realidad es un llamamiento a nuestra voluntad: "Venid a mí". Es un acercamiento voluntario.
Entrega para consagración. "Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese e a sí mismo", Mateo 16:24.
Aquí soy yo quien se rinde a Jesús, con el descanso de Él en mi corazón. "Si quieres ser mi discípulo, debes renunciar a tus derechos y cedérmelos a mí". Después, lo que resta de la vida solo es la manifestación de esa entrega. Nunca más deberías preocuparte por lo que el futuro te depare. Sin importar cuáles sean tus circunstancias, Jesús es más que suficiente (ver 2 Corintios 12:9 y Filipenses 4:19).
Entrega para muerte. "...Te ceñirá otro...", Juan 21:18-19. ¿Has aprendido lo que significa ser ceñido para la muerte? Ten cuidado de rendirte a Dios en un momento de éxtasis, pues luego podrías retractarte. La verdadera entrega consiste en estar unido con Jesús en la semejanza de su muerte, hasta que no pueda interesarte nada que no le haya interesado a Él.
Y después de que te rindas, ¿qué? Tu vida entera se caracterizará por la aspiración de mantener una inquebrantable comunión y unidad con Dios.

Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.