Versículo para hoy:

jueves, 27 de octubre de 2016

Guiando el corazón de tu hijo - Nancy DeMoss de Wolgemuth

LECTURAS VESPERTINAS – OCTUBRE 27

“Todos nosotros somos como suciedad”. Isaías 64:6.

EL creyente es una nueva criatura que pertenece a una santa generación y a un pueblo peculiar. El Espíritu de Dios habita en él y, por lo tanto, está muy alejado en todo sentido, del hombre natural, pero, con todo, por la imperfección de su naturaleza, sigue siendo un pecador, y lo seguirá siendo hasta el fin de su vida terrenal. Los negros dedos del pecado dejan manchas en nuestros vestidos más hermosos. El egoísmo profana nuestras lágrimas y la incredulidad se mezcla con nuestra fe. Las mejores cosas que en alguna oportunidad hemos hecho aparte de los méritos de Jesús, sólo consiguieron aumentar el número de nuestros pecados. Pues, cuando delante de nuestros ojos hemos sido muy limpios, no lo hemos sido delante de los ojos de Dios, para quien “ni los cielos son limpios”. Y como él “notó necedad en sus ángeles”, mucho más la notará en nosotros, aun en los períodos de mayor consagración. El canto que conmueve a los cielos y procura emular los seráficos acordes, contiene discordancias humanas. La oración que mueve el brazo de Dios es, con todo, una oración magullada y cascada, y la razón porque mueve ese brazo es porque el que no pecó, el gran Mediador, ha entrado para quitar el pecado de nuestra oración. La fe más valiosa o la santificación más pura que un cristiano haya alcanzado alguna vez en este mundo tienen tanta mezcla que, si las consideramos en sí mismas, sólo son dignas de las llamas. Todas las noches que nos miramos en el espejo, vemos sólo a un pecador que tiene la necesidad de hacer esta confesión: “Todos nosotros somos como suciedad y todas nuestras justicias, como trapos de inmundicia”. ¡Oh cuán preciosa es la sangre de Cristo para corazones como los nuestros! ¡Cuán inapreciable don es la perfecta justicia! ¡Y cuán viva es la esperanza de una perfecta santidad en el más allá! Aun ahora, aunque el pecado está en nosotros, su poder está destruido. Ya no tiene dominio. Es una serpiente deslomada. Estamos con él en rudo conflicto; pero es con un enemigo vencido con quien tenemos que combatir. Sin embargo, en breve, entraremos victoriosamente en la ciudad donde nada se corrompe.

Charles Haddon Spurgeon.